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Etiqueta: paidófilos

INFIERNOS INTERIORES

INFIERNOS INTERIORES

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Dice San Lucas en su evangelio que el reino de Dios está entre nosotros, dando oportunidad a mi querido Tolstoi a ratificar que verdaderamente el reino de Dios está en nosotros, texto recomendable en tiempos de no violencia activa. Pero ni el santo, ni el padre de Ana Karenina, que también nos habló de guerras y paces,  mencionan el infierno interior que habita en muchos seres humanos.

Infierno que abrasa los corazones de quienes buscan en las escombreras y contenedores de las ciudades restos de alimentos con que nutrir la indigencia.

Infierno que arde en los parados-okupas de padres y abuelos, y en los jóvenes que emigran buscando el futuro que le niegan los cortijeros de la patria.

Infierno que carboniza la esperanza de los topos humanos en galerías mineras y contaminados de pesticidas en plantaciones donde sudan de sol a sol.

Infierno que calcina el ánimo de los explotados por un salario de subsistencia, obligados a realizar cien trabajos desarraigados de su oficio natural.

Infierno que incinera a las personas que ponen manjares en las mesas de los amos, sin que estos les permitan recoger las migajas que caen al suelo.

Infierno que flamea en los clérigos que bendicen la miseria de los pobres, anunciándoles la bienaventuranza del reino de los cielos.

Infierno que hierve las venas de mujeres explotadas por proxenetas sin conciencia, y el abuso de niños engañados con terrones de azúcar por paidófilos sin escrúpulos.

Infierno que prende la liberación de inmigrantes en manos de mercaderes, que comercian con la indefensión de los que sudan en tierra ajena sin papeles.

Infierno que agosta las almas negras que provocan los infiernos anteriores, haciendo añicos la vocación de felicidad que todos los seres humanos tenemos.

Para todos estos incendiarios de la felicidad ajena pido el infierno interior que les lleve a sufrir tanto como ellos hacen sufrir a los demás.

TURISMO SEXUAL

TURISMO SEXUAL

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Anunciaba Lamarck en 1809 que los cambios medioambientales provocaban nuevas necesidades en los seres humanos, lo cual hace pensar que el incremento de soltería, divorcios y separaciones matrimoniales crea necesidades naturales que hoy los españoles satisfacen al descubierto, con luz y taquígrafos, y no como sucedía en mi juventud que los mismos hechos ocurrían a cencerro tapado.

El mismo naturalista francés afirmaba que el uso continuado de un órgano favorecía su crecimiento, de ahí la expresión “la función crea el órgano”, ocasionando el desuso prolongado del mismo su disminución, pudiendo llegar a la desaparición del miembro.

Muchos españoles, amantes de la patria y sabedores del riesgo que corre la supervivencia del país por falta de aparatos reproductores si estos no se usan, se han lanzado a la feliz tarea de expansionar y flexibilizar, cuanto más mejor, los cimbreles y cavernas, provocando un aumento de turismo sexual, que evita sonrojos y cuernos en los dinteles sociales y domésticos.

Mi convicción personal en la gratificante sorpresa del encuentro amoroso, el placer generado en el encantador juego de la seducción mutua y la íntima confluencia con la persona amada, me han tenido siempre alejado del frío intercambio de dinero por sexo, en todas sus modalidades, versiones y circunstancias.

Con este equipaje en mi ánimo vital, tengo que abandonar la ironía y ponerme el sombrero rojo para denunciar el incremento del turismo sexual, que ya no se conforma con satisfacer tan elemental, placentero y necesario instinto, con personas que voluntariamente venden su carne en escaparates.

Hoy se va más lejos y el consumo sexual ha exigido poner en el mercado un millón de púberes de ambos sexos que venden su cuerpo, y son explotados en zonas turísticas de Brasil, Tailandia, Estados Unidos, India o las paradisiacas playas caribeñas donde se subastan niñas vírgenes al mejor postor.

Prostitución infantil repartida en burdeles y calles del norte y sur del mundo, de la que se enriquecen traficantes, mediadores, agencias de viajes, chulos, paidófilos, pervertidos, estraperlistas y negreros que ya no distinguen el color de la piel que venden en los lupanares.