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Etiqueta: Pablo VI

CATÓLICO REBELDE

CATÓLICO REBELDE

Portrait of Dr. John Rock

Todos los documentos papales se oponen a la anticoncepción no natural, declarándola inmoral y condenando la píldora anticonceptiva inventada por el científico católico estadounidense John Rock, cuyo aniversario de muerte recuerdan hoy con agrado las mujeres que han hecho y siguen haciendo uso de ella en las relaciones sexuales.

Desde la encíclica Casti Connubii promulgada en 1930 por Pío XI, hasta las Familiaris Consortio y Evangelium Vitae de Juan Pablo II, pasando por la Humanae Vitae de Pablo VI en 1968, todas ellas han condenado sin paliativos el uso de cualquier sustancia farmacéutica anticonceptiva que se proponga imposibilitar la procreación, contra el propósito de Dios para el amor conyugal, algo que los protestantes no comparten desde 1930 cuando los prelados anglicanos celebraron la conferencia de Lambeth.

John Rock no sólo era católico, sino que además practicaba esta religión asistiendo regularmente a misa y trayendo al mundo cinco hijos, lo cual no fue para él obstáculo moral cuando se ponía la bata en el laboratorio para investigar la fecundación in vitro, siendo el primero en extraer intacto un óvulo fecundado y en dar con la fórmula de la píldora anticonceptiva femenina, convencido que la Iglesia católica terminaría aprobando el uso de la misma, liberándola de todo estigma moral.

Viendo que esto no era así, dejó de asistir a misa tras la publicación de la Humanae Vitae, recordando que fue el único médico católico que firmó la petición de legalizar el control de la natalidad, incluyendo los métodos anticonceptivos en las clases que impartía en Escuela de Medicina de Harvard, sin ver aprobada su píldora anticonceptiva hasta la vejez de los 70 años, cuando le faltaban 24 para dejar este mundo el 4 de diciembre de 1984

MADRE TERESA

MADRE TERESA

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Hace hoy dieciséis años que la malaria y un paro cardiaco se llevaron al cielo católico a la albanesa Agnes Gonxha Bojaxhiu, con 87 años de generosidad a la espalda, sin dar tiempo a que Juan Pablo II la beatificara como Teresa de Calcuta en los altares, dejando a todos los leprosos de sus misiones en manos de sus hermanas Misioneras de la Caridad.

Fue la Madre Teresa apoyo de los desfavorecidos, protectora de huérfanos, consuelo de moribundos, brazo de los mutilados, alegría de los marginados y salud de los enfermos despreciados por una enfermedad vergonzosa, a los que atendió con dedicación de madre durante cincuenta largos años en sus fundaciones.

Algo que comenzó en 1964 cuando Pablo VI le regaló una limusina Lincoln de color blanco, que la Madre Teresa subastó para fundar la residencia de leprosos “Ciudad de la Paz”, que luego ampliaría con el centro de rehabilitación “Don de la Paz”, comprado en 1971 con el dinero obtenido del Premio Juan XXIII. Y así sucesivamente hasta formar una cadena de amor solidario jalonada de hospicios, orfanatos, hospitales, leproserías y residencias para marginados sociales.

Esta “pequeña flor” blanquiazul de origen albanés fue ciudadana del mundo, apátrida en todo suelo, desterrada por voluntad propia, heroína silenciosa, corazón ambulante, misionera del amor, apóstol de la paz y alma de Jesús.

PAUL MARCINKUS

PAUL MARCINKUS

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Desde las alcantarillas del Vaticano sube un hedor antievangélico de envidias, zancadillas, estafas, pedofilia, intrigas y perversiones doctrinales, que ha obligado al jefe de la organización a dejar la sede papal en manos de un capelo desconocido, y recogerse en un oratorio para rogar por la salvación del mundo.

No es la primera vez que la corrupción hace temblar los cimientos de la Iglesia llevándose por delante a su jefe, pues la prematura muerte del papa Juan Pablo I tuvo mucho que ver con la crisis del Banco Ambrosiano, cuyo máximo accionista y beneficiario de sus préstamos era el Banco del Vaticano, presidido entonces por el honorable banquero de Dios, cardenal Paul Marcinkus.

El Ambrosiano lavó dólares procedentes del narcotráfico turco y colombiano, comerció con dinero negro de la venta de armas americanas, colaboró con la mafia siciliana, surtió de dólares el sindicato polaco Solidaridad, nutrió la lucha anticomunista, abasteció a la contra nicaragüense y firmó cheques en blanco al terrorismo de la logia P-2 contra la izquierda italiana.

El capo del banco Vaticano, – llamado piadosamente Instituto para Obras de Religión (IOR) -, era un hombre fuerte que había sido guardaespaldas del papa Pablo VI con el sobrenombre de El Gorila, a quien le gustaba llevar siempre un puro habano en la boca como su paisano Al Capone.

Marcinkus se salvó de las rejas porque el Vaticano le protegió con la inmunidad diplomática que no merecía este criminal financiero, impidiendo las investigaciones y enviándolo a la diócesis de Phoenix en Arizona, olvidando al mismo tiempo su posible complicidad en el secuestro y desaparición de la niña Enmanuela Orlandi, hija de un empleado de la empresa divina.

Que Dios tenga en su gloria a Paul Casimir Marcinkus desde el 20 de febrero de 2006 y le colme en el cielo de la felicidad eterna, por los siglos de los siglos. Amén.