CRISTINA
La imputación del secretario de las infantas reales, – casualmente “guardaeuros” de todo lo presuntamente mamoneado en el Instituto Nóos -, ha sido imputado por el juez Castro, dejando a la secretaria de Aizoon en difícil situación al ser la única no imputada de toda la cúpula dirigente de Nóos, organización con mucho, – pero que mucho -, ánimo de lucro.
Cristina no ha hecho honor a su nombre, porque es la variante femenina de Cristo, es decir, debía ser una seguidora incondicional del judío ungido por Dios que inspiró el Nuevo Testamento, basando su doctrina en principios morales limpios, honrados, y comprometidos, que la señora no ha cumplido ante los aplausos de grandes políticos y profesionales de la virtud que la han colmado de aplausos y bendiciones.
Pero a Cristina, llamarse así no la compromete con la verdad, porque nadie le preguntó su opinión en la pila bautismal, y viendo sus escasas facultades sensoriales ella hubiera preferido llamarse Lucía o Paquita de Sales, patrona de los ciegos la primera y de los sordomudos la segunda.
Así explicaríamos la protección que estas dos santas ejercen sobre Cristina evitando que Castro la llame a capítulo judicial, al considerarla ciega, porque nada vio; sorda porque nada oyó; muda, porque nada dijo; tonta por no distinguir folios de billetes, y analfabeta por firmar actas y recibos, como si fueran autógrafos a los aficionados al balonmano.
Inocente Cristina por no saber cómo llegaron a su bolsillo medio millón de euros de Aizoon; exculpada, por ignorar quién ingresaba miles de euros mensuales en su cuenta sin pisar la Caixa; y absuelta, por su deficiencia sensorial al no ver los millones de euros que su marido ponía en la mesita de noche, porque ella dormía al otro lado de la cama y de día no se ocupaba en limpiar el polvo de los muebles que había en el palacete, conseguido con la tarjeta de visita de su padre que el jugador exhibía en sus timos mercantiles.