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Etiqueta: niebla

AMOROSO AMOR

AMOROSO AMOR

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Escriben estos renglones los amigos de Facebook, proclamando en mi página de tal «libro de caras» que lo amoroso no es descriptible. Que da paz a la vez que mortifica, endulza, enchoncha, plenifica y emboba, siendo lo mejor y lo peor en su afán de relajar  y abrazar, dando plenitud y felicidad a los enamorados, alternada con preocupación y desilusión, siendo indescifrable misterio.

Lo amoroso provoca aleteo de mariposas en el estómago, nervios desenfrenados, escalofríos, sudores y acelerados latidos con sensaciones vitales únicas e intransferibles, siendo como dijo San Juan de Sahagún aquello que nutre la paz, dando alas e impulsos a la vida, como imparable locomotora que lleva al destino deseado, elevándonos y envolviéndonos como niebla que se extingue cuando el sol lo desnuda.

Unifica lo amoroso la mezcla de todo lo deseable, librándonos de lobos enmascarados de ovejas, odio disfrazado de amor y envidia teñida de amistad, justificando la palabra del poeta: Quiero y no quiero querer /  a quien no queriendo quiero. / He querido sin querer / y estoy sin querer, queriendo. / Si porque te quiere, quieres, / que te quiera mucho más. / Te quiero más que me quieres, / ¿Qué más quieres? ¿Quieres más?

Es lo amoroso misterioso germen que ayuda a florecer, que ocupa de pájaros la cabeza, da sombra, ilumina interiormente, traspasa la piel, ilumina la mirada, ayuda a caminar, reír, celebrar y compartir música, libros, viajes y miradas, confirmación permanente de lo insaciable, saludable, dulce, reconfortante y fortalecedor del amor.

EMBAUCADORAS LUCES Y ESCAPARATES

EMBAUCADORAS LUCES Y ESCAPARATES

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Ya lucen arcos multicolores las calles con caprichosas formas, jugueteo de campanas, espirales, palmeras y nevadas lágrimas cayendo desdibujadas en la niebla, junto a luminosos escaparates comerciales seduciendo con guiños las voluntades de infantes, jóvenes y adultos, que rompen a golpes antojadizos la hucha extraordinaria de Navidad.

Se avecinan días consumistas, herederos directos del sempiterno gasto navideño, albaceas de antiguas bonanzas económicas y testaferros de créditos bancarios para alcanzar lo inalcanzable con escalera prestada, pretexto de veleidades propias de tiempos bíblicos de vacas gordas.

Están llamando a la puerta las mojigangas, los protocolarios deseos de felicidad y las teatrales escenas navideñas con figurantes ridículos y extravagantes alardeos de solidaridad, mientras la realidad desnuda de la miseria merodea los arrabales, zulos y chabolas, soportando el desprecio de los escaparates.

Banal consumismo que nos invade en tiempos de penuria para tantos frustrados vecinos, sin opción a participar en el teatro de vanidades, donde muchos se deslizan por el tobogán sobreabundante del despilfarro con crampones familiares, dispuestos a subir la pared congelada que acecha tras el dominico Raimundo de Peñafort.

La prestigiosa dramaturgia hispana se encontrará en pocos días afectada por febril ataque de compulsivo dispendio, sin moderación, cordura, ni estilo, porque los genes y hábitos adquiridos durante años obligan a ello, aunque muchos terminen colgados del abismo en la vertical de enero.

Pocos detectarán las “morcillas” en los textos publicitarios, porque lo más real será el espectáculo de títeres y marionetas que representaran a diario quienes se dejan manipular por los tramoyistas que mueven entre bambalinas los hilos de sus incondicionales polichinelas.

HAY DÍAS…, …Y DÍAS

HAY DÍAS…, …Y DÍAS

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días

Hay días en los que no es posible buscar huellas pasadas, ni rastrear perfiles en la niebla, porque en tales jornadas es mejor no doblar esquinas ni torcer veredas, para rememorar momentos felices, porque la vida bloquea los atajos, la desmemoria se impone y el olvido se muestra en carne viva.

Sin embargo hay otros días en los que, sin querer, abre sus exclusas la memoria  y contra todo pronóstico volvemos la cabeza ante una palmada de la vida en la espalda, para recrearnos sin cautela en las fotos en sepia, reviviendo historias compartidas con añoranza inevitable.

Junto a ellos, hay días en los que se esconde el alma en la corteza del insomnio, impidiéndonos soñar quimeras y recordar noches de luna llena frente al mar recostados en amores perdidos, abandonándonos en la desmemoria por descuido de las sombras que amenazan con incertidumbres doloridas.

Pero también hay días que traen bienestar en las alforjas, buenas intenciones y proyectos vestidos con esperanza de futuro, en los que se entrelazan recuerdos con vocación de eterna permanencia, cubriendo el rostro de las gallinas ciegas para que éstas no den con el paradero de las quimeras.

Junto a tales días azules hay jornadas negras que llegan a nosotros sin previo aviso, ni merecimiento, ni  explicación alguna, en las que es inútil todo esfuerzo por recuperar el tiempo ganado a la vida, encargándose esta de milagrear otras jornadas imprevistas que nos adornan con sonrisas el camino.

Ya veis, amigos, hoy no debíamos abrir las puertas del organillo, pero un correo electrónico ha tirado abajo las expectativas, obligándome a olvidar lo que cualquier otro día serían felices recuerdos de la infancia y juventud, intramuros de la tapia.