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MOVIDA EXCEPCIONAL

MOVIDA EXCEPCIONAL

Afirma el líder episcopal Rouco Varela que las Jornadas Mundiales de la Juventud Católica serán “una movida excepcional”, y tiene razón, aunque si supiera qué es una movida, hubiera empleado otra palabra para calificar la reunión internacional que ha convocado.

Excepcional evento, efectivamente, porque semejante “movida” se aparta de lo ordinario, y las publicitarias jornadas festivaleras tendrán lugar por primera y única vez en la capital de este reino. En eso tiene razón.

Pero también excepcional, porque el propio cardenal ha concedido a los curas de pueblo poder sacramental para liberar a las abortistas arrepentidas, de la excomunión a que fueron condenadas.

Excepcional, porque el jefe de don Antonio María ha tenido a bien evitar que los fieles comulgantes pasen por el purgatorio, incluyendo en el lote una reduciendo del tiempo de estancia en el mismo a quienes recen por la juventud.

Excepcional, porque, a lo peor, el portavoz de la Conferencia Episcopal, señor Camino, va a ser denunciado por Europa Laica de incurrir en un posible delito de difamación al tachar de «parásitos» a los convocantes de la «marcha laica».

Excepcional, porque el acontecimiento ha trastornado a este mismo Secretario General haciéndole decir que los ¡50 millones de euros! “no son un despilfarro, son gastos que se necesitan, mínimos y de gran austeridad”.

Excepcional, porque ningún otro acontecimiento urbano ha supuesto los gastos de la “movida” católica, muy superiores a los 50 millones de euros declarados oficialmente por el señor Barriocanal, director financiero del evento.

Excepcional, porque no se recuerda en la Villa y Corte un despliegue policial semejante, ni medidas de seguridad tan radicales, con graves molestias para los vecinos y visitantes ajenos a la “movida”.

Excepcional, porque los bloqueos urbanos, cambios de sentido, direcciones obligatorias y accesos prohibidos, perturbarán la vida cotidiana de millones de ciudadanos desinteresados en la manifestación.

Excepcional, porque la historia de la iglesia católica no tiene páginas donde se refleje un testimonio más elocuente de olvido y desprecio a la hambruna, como el banquete que sus jerarcas van a darse el día 20.

Excepcional, porque no se recuerda otra “movida” eclesial que haya recibido tantas críticas desde dentro, como la del sacerdote catedrático Alvilares que afirma: “La JMJ es el cristianismo como espectáculo, que Jesús rechazó». O la de Evaristo Villar, portavoz del Foro de Curas donde se agrupan 120 sacerdotes de las parroquias más pobres de Madrid, quien no se ha cortado en decir: «Un evento de esta categoría no cabe en una sociedad con cinco millones de parados».

Ahora nos falta saber qué opinan sobre las Jornadas los católicos que se están dejando la piel entre los pobres por cumplir el mandato evangélico, como Casaldáliga, Merino, Boff, sor Raquel y miles de anónimos cristianos proféticos. En cambio, no es difícil suponer qué opinarían sobre la “movida” los que se ya se dejaron la vida en el empeño libertador de los oprimidos por la  miseria, como Ellacuría, Romero, Cámara, Múgica, Teresa, Ferrer,…

VÁNDALOS

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En el quiosco se quejaba airado un ciudadano de que el puñadito de salvajes de turno le hubieran pinchado dos ruedas del coche y destrozado el espejo retrovisor a la puerta de casa, cerca de la “movida”. Locura que convenía mover a una isla desierta, con caníbales incluidos, para que estos maleantes no desentonaran.

“Pintadas” en puertas y fachadas sin gracia alguna, que más parecen garabatos malintencionados para hacer daño gratuito. Gritos, cantos, broncas y peleas que perturban el descanso de quienes lo merecen, unidos con daños a bienes privados y mobiliario público urbano que se han convertido en rutina semanal, cuando la jornada laboral abre las puertas de la jaula y deja en libertad a los vándalos, que campan por sus respetos, sin que las autoridades locales hagan mucho para evitarlo.

Los sábados y domingos a primera hora de la mañana, una parte de la ciudad reproduce el escenario donde se rodaron las más devastadoras escenas que produjo el paso de los cuatro jinetes de la Apocalipsis, la marabunta, las plagas de Egipto y el caballo de Atila, juntos, consiguiendo que los vecinos desarrollen un especial sentido del equilibrio que para sí quisieran muchos funambulistas, sortenado con asco las vomitonas, cascos rotos de botellas, vasos de plástico, huellas de alcohol y basura de contenedores vertida por una recua de humanoides descerebrados que no saben mear lo que beben y tienen que hacer méritos para ser integrados en la manada, dando la nota amarga.

Queda el consuelo de pensar que gran parte de nuestra juventud no es así, ni mucho menos. He pasado toda mi vida entre jóvenes y certifico que la mayoría de ellos responden a un perfil bien distinto. Sólo una minoría forma estructura social de grupoide, aunque sea muy ruidosa, irresponsable, dañina, temeraria e indeseable.

Estos bárbaros tienen una estructura mental tan reducida que no les permite divertirse sin alcoholizar sus venas y atentar contra los bienes ajenos. Muchos de estos patanes de feria son elementos neutros en manos del jefecillo de la banda que gobierna la manada de reses, sin espacio en su frente para dar cabida a una tarjeta de perfil.

Al contrario que los toros de lidia, cuando están aislados muestran la mansedumbre de los cabestros y basta una palmada para que salgan corriendo con el rabo entre las piernas a esconderse como ratas en las alcantarillas. Pero jaleados por la manada y desinhibidos por el alcohol, son capaces de rajar Las Meninas con una navaja, darle un martillazo al David o quemar El Quijote.

Tengo un grave problema intelectual con estos cafres, y es que no los entiendo.  Mi cerebro se bloquea y la lógica común pierde el rumbo en las extensas planicies de sus encefalogramas planos. Tal vez por eso los sufro con desprecio y pido para ellos la exclusión de la sociedad. No puedo entender el daño gratuito, el perjuicio indiscriminado o la lesión caprichosa, porque sólo concibo tanta maldad en mentes enfermas e irracionales.