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LA LEY ESCUPE HACIA ABAJO

LA LEY ESCUPE HACIA ABAJO

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El primer Procurador General de la Commonwealth se atrevió a condenar a quien nadie se atrevía siquiera a mirar a la cara, y pagó con su vida la osadía de meter en vereda al máximo representante del poder instituido, personificado en el rey inglés Carlos I.

Sabed que John Cooke fue acusado de regicidio, luego colgado, más tarde arrastrado por las calles, posteriormente profanado y, finalmente, descuartizado en pedazos el 16 de octubre de 1660.

Durante toda su carrera, el jurista Cooke mantuvo que la pobreza era la causa de gran parte de la delincuencia, proponiendo la libertad para quienes robaran comida con intención de satisfacer el hambre de su familia, defendiendo gratuitamente a los procesados que no pudieran pagarle.

¿Qué delito cometió Cooke? pues creer que la justicia era igual para todas las personas del reino, incluido el  monarca, a quien este progresista ciudadano, abogado radical y fiscal independiente acusó de tiranía ante un jurado que dio orden al verdugo de cortar la cabeza real, aunque Carlos se negara a prestar declaración, alegando que ningún tribunal tenía jurisdicción sobre un monarca.

Unos años después, el acusador fue detenido y encerrado en la Torre de Londres, con el resultado final que ya se ha dicho, sin atender el argumento esgrimido por míster Cooke que se defendió afirmando que sólo aplicó la ley, grave error que le costó la vida porque olvidó que la ley vive arriba y escupe hacia abajo.

APALABRADOS

APALABRADOS

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Apalabrar es el concierto que hacen las personas de palabra, por el cual se comprometen a mantener entre ellas un determinado compromiso, quedando apalabrados los sujetos que sellan el pacto. Pero también, apalabrados es un divertido juego virtual con el que  pasan el tiempo algunos diputados populares de la comunidad de Madrid, despreciando el dolor de los enfermos, la indignación de los sanitarios y el desacuerdo de los madrileños con la privatización de la sanidad que se estaba votando, mientras esos dos caraduras jugaban despectivamente con el sufrimiento de quienes les han sentado en una poltrona que no merecen.

Pero no es lo más grave que Bartolomé González y María Isabel Redondo hayan cometido un pecado político tan vulgar, trapacero, vasto y grosero, sino que la petición de clemencia solicitada por ellos les haya sido concedida, sin tener en cuenta que su delito no merecía el perdón político otorgado.

Este nuevo ejemplo de perversión democrática que ha permitido asociar al pecado político el inmediato indulto, redimiendo a los burladores de la expulsión inmediata del escaño, hace pensar en apalabramientos y chantajes internos que justifiquen la impunidad de tales acciones, eximentes del castigo y penitencia que merecen.

Las palabras de la apalabrada María Isabel Redondo: “Lamento mucho lo sucedido. No volverá a suceder. Lo siento”, nos recuerdan las que indultaron de su castigo al rey, exigiendo la diputada el mismo perdón concedido al monarca, porque la justicia política debe ser igual para todos. ¿O no?, pregunta la señora.

ESTOS REPUBLICANOS…

ESTOS REPUBLICANOS…

Andan alborotados los republicanos contra el monarca porque los españoles hemos tenido el detalle de regalarle una cinta para caminar de 14.000 euros, desconociendo que sus ingresos no dan para tanto.

Igualmente, siguen estos perturbadores de los «36 años de paz» sin comprender que los escarceos amorosos del rey fueron – ¿son? – un sacrificio personal que hizo – ¿hace? – para mantener una inmerecida leyenda urbana.

Que sus salidas nocturnas de palacio, moto en mano y casco de camuflaje en la cabeza, eran – ¿son? – para ver al pueblo en su verdadera salsa.

Que los intentos por defraudar a la Hacienda Pública obedecieron a un deseo de identificación con sus siervos.

Que mantiene la inviolabilidad constitucional para someterse únicamente a la implacable justicia divina.

Que consiente, a pesar suyo y con pesar, la irresponsabilidad que le otorga la Constitución, solamente por exigencias del servicio.

Que ha tenido en prisión amigos íntimos, asesores de sus finanzas, para fomentar la reeducación de los internos.

Que el silencio de los medios de comunicación y la protección institucional que disfruta es para protegernos a todos los españoles, porque sin su poder moderador no sé que sería de nosotros, pueblo inmaduro, belicoso, inculto y fraccionado en taifas medievales, que vitorea encantado y feliz a su sabia, prudente, culta y discreta «princesa» mediática.