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GERENCIA HOSPITALARIA

GERENCIA HOSPITALARIA

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Lo imaginábamos, pero no teníamos certeza; nos habían hablado de ello, pero faltaban los datos; nos resistíamos a creerlo, pero se ha hecho realidad; lo suponíamos, pero nos han confirmado que la gerencia hospitalaria está politizada, pervertida y desprestigiada por tentáculos del poder.

No cabía otra explicación al vertiginoso ascenso de mediocres médicos a puestos directivos. Era difícil de entender la subida a los despachos de incapacitados mandatarios. Resultaba increíble ver deficientes gestores encumbrados desde la nada a la cima de la administración sanitaria en hospitales públicos. Pero ya tenemos la repuesta.

Los resultados de la encuesta realizada por la Sociedad Española de Directivos Sanitarios (SEDISA), pone de manifiesto que el 70 % de los gerentes hospitalarios reconoce que su puesto directivo se debe a su filiación política y no a la competencia para el cargo, convirtiendo así la crisis del sector en una serpiente que se muerde la cola.

Mordisco justificado por el argumento de los privatizadores sanitarios al decir que la sanidad debe poner en manos privadas para mejorar su gestión porque los dirigentes políticos no ponen al frente de los hospitales los más capacitados para dirigirlos, sino aquellos que van por los pasillos con el carnet del partido entre los dientes, y la voluntad sometida a los caprichos del jefe político correspondiente.

De esta forma, queda todo explicado: no se trata de optimizar los recursos humanos sanitarios con especialistas de prestigio, sino de nombrar directivos y adjudicar plazas en comisión de servicios a los médicos afines políticamente, sin pretensión de optimizar el uso de servicios y material sanitario, sino acomodar en hospitales a comisarios políticos para justificar la privatización.

El resultado de la encuesta pone en evidencia que los administradores de nuestra salud no promueven la profesionalización, calidad humana y competencia de los sanitarios, sino fomentan el servilismo político para servir a intereses privados con pretextos de la mala gestión

Es penoso ver a excelentes médicos en manos de incompetentes gestores. Es lamentable que se esté convirtiendo el servicio público en reducto del caciquismo. Es indignante que el poder de serviles gerentes hospitalarios someta la voluntad de los profesionales sanitarios a sus caprichos, porque en la citada encuesta se afirma que sólo el 17 % de los directivos es autónomo en sus decisiones, obedeciendo a su amo el 83 % de ellos.

HUMANITARIOS HUMANISTAS

HUMANITARIOS HUMANISTAS

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Gozan los médicos el excepcional privilegio de conciliar armónicamente y sin esfuerzo el humanitarismo profesional con el humanismo intelectual, hermanándolos en actitud unitaria, digna y honrosa, merecedora de títulos y honores que convergen en el reconocimiento público de ser los humanitarios más humanistas de la sociedad, como acreditan Gregorio Marañón, Pío Baroja, Pedro Laín, o Ramón y Cajal, por citar cuatro ejemplos concretos que certifican tal afirmación.

No existe gremio del ámbito científico con más profesionales humanistas por metro cuadrado que el representado por la clase médica, como en estos días pone de manifiesto la exposición de pintura que puede contemplarse en el Palacio de Garcigrande salmantino, la velada musical prevista y la conferencia que tienen programada, en el marco de las jornadas culturales que los médicos salmantinos protagonizan en la ciudad patrocinadas por su Colegio profesional.

En ellas se pone de manifiesto el incuestionable maridaje entre el humanitarismo de los sanitarios que velan por nuestra salud física y la eterna condición humanista de un colectivo ocupado al mismo tiempo por nuestro bienestar físico y crecimiento intelectual.

Erudición, música y pintura se funden en común deseo de complacer espíritus sensibles al arte y la sabiduría, haciendo posible el milagro unificador del verbo, los pinceles y arpegios para deleite de quienes cultivan la belleza oculta en la palabra, el lienzo y el pentagrama.

Médicos que instruyen, dan vida a imágenes dormidas y hacen hablar las teclas de los pianos en deleitoso manantial de creatividad, enriqueciendo a los afortunados que gozarán el privilegio de complacer los sentidos en la sala de exposiciones, el teatro y el aula cultural donde tendrán lugar los actos.

Insatisfechos los médicos con mejorar nuestra salud corporal en el humanitario ejercicio profesional, también enriquecen nuestro espíritu personal y colectivo, con arte, música y sabiduría, sin pedir recompensa alguna más allá del merecido reconocimiento público por su generosa entrega. Empeño agradecido con sincero afecto en esta bitácora.

¿QUIÉNES DEBEN MARCHARSE A CASA?

¿QUIÉNES DEBEN MARCHARSE A CASA?

La crisis que estamos pasando en esta gran empresa que se llama España, exige una Regulación de Plantilla, un Expediente de Regulación de Empleo o cualquier otro eufemismo que signifique mandar a su casa a todos los que sobran. Es decir, prescindir de parásitos, gandules, soplagaitas, granujas, chupamonas, pulgones, sablistas, mediocres y otras especies semejantes de la raza humana, que viven del sudor ajeno.

¿Deben marcharse a casa los ciudadanos ocupados en instruir, orientar, ayudar, formar y educar a la futura generación que ha de dirigir la empresa común?

¿Sobran en este país los vecinos que velan por nuestra salud durante las veinticuatro horas del día, incluso llevándose la fiambrera al hospital?

¿Alguien piensa que están de más las personas encargadas de protegernos y cuidar nuestra seguridad personal, nuestra familia y los bienes que nos pertenecen?

¿Es sensato prescindir de los que arriesgan su vida en incendios y catástrofes para salvar la nuestra, olvidando su seguridad personal?

¿Conviene reducir el número de empleados públicos que hacen posible el buen funcionamiento del Estado y de las Instituciones?

¿Hay que expulsar a los trabajadores manuales que sudan plusvalías enriquecedoras de cuentas corrientes en paraísos fiscales?

¿Es aconsejable quitar del medio los privilegiados cerebros que hacen posible el progreso científico y el bienestar de todos los ciudadanos?

¿Deben marcharse a casa los creadores del arte que nos deleita, la música que nos recrea y el teatro que enriquece la cultura y entretiene el ocio?

Si en España sobran personas porque faltan sueldos ¿Quiénes son, pues, los prescindibles? ¿Quiénes deben marcharse urgentemente a su casa, si los profesores, médicos, policías, bomberos, funcionarios, obreros, investigadores y artistas son imprescindibles para todos nosotros?

TIQUE MODERADOR

TIQUE MODERADOR

No sé por qué tenemos los ciudadanos tanto empeño en hablar de copago al referirnos a la aportación económica que deben hacer los catalanes para sufragar el pago de recetas médicas, cuando en realidad se trata simplemente de un “tique moderador”, como bien dice el patrón Boi Ruiz. Es decir, una cédula inofensiva que modera, templa y ajusta el excesivo gasto que los pacientes originan con sus dichosas enfermedades, en connivencia con la pandilla de médicos ignorantes e  irresponsables que prescriben fármacos sin ton ni son a enfermos que más les valiera morirse y dejar de molestar.

El gobierno catalán ha decidido que todos los ciudadanos paguen un euro por cada receta que presenten en la farmacia, sin tener en cuenta si son jubilados, enfermos crónicos, presidentes de consejos de administración, millonarios o políticos, algo que no ha molestado al personal, sino todo lo contrario.

Según parece, lo que ha herido a los catalanes es que tal gasto adicional provocará en los despreciables pobres y pensionistas la frustración de no poder visitar en el exterior a los abnegados políticos y representantes que están sufriendo destierro en las 6 delegaciones y 35 oficinas comerciales que la Generalitat tiene repartidas por el mundo para fomentar su política exterior, desde Berlín a Nueva York, pasando por Londres, Argentina y Méjico. Edificios, mobiliario e infraestructura que han salido gratis, ocupadas por pobres servidores de la patria que se llevan solamente 12.000 euros al mes en dietas reguladas en el decreto 138/2008 sobre indemnizaciones por razón de servicio. Cantidad que no requiere justificante, y con un sueldo que llegan en algunos casos a los 88.000 euros. Para que luego digan los hipócritas de turno que la Generalitat no tiene de donde recortar para salvar a los indigentes de mayor miseria.

La medida tomada por el Gobierno catalán está bien justificada, pues no se puede tolerar de  ninguna manera que haya tantos enfermos en Cataluña. Urge reducir la tasa de pacientes y a ello se han entregado con entusiasmo los políticos del Palau, sabiendo que los muertos colaterales son inevitables en las guerras que se planifican desde confortables despachos.

Con ánimo de colaborar a la solución del problema, sugiero que la mejor forma de reducir los 150 millones de recetas que se prescriben en Cataluña es ir directamente al grano, y eliminar del mapa a quienes tengan dificultades para abonar esta cuota, como es el caso de los enfermos crónicos jubilados cuya pensión no supere los 500 euros mensuales. Nada, a por ellos.

El sistema para llevar a cabo el exterminio de tan indeseables vecinos fue inventado hace años por los salvadores de la raza aria, con una admirable economía de recursos, pues basta para ello un recinto alambrado, tres o cuatro duchas y un pequeño horno. Esta idea evitará el gasto que pueda ocasionar  atender en hospitales a quienes no tengan dinero para seguir viviendo.

Por otro lado, convendría igualmente asignar un par de recetas a cada facultativo, expulsando del sistema al que sobrepase esa cifra, ya que pasar de dos enfermos por médico es un exceso intolerable para la sanidad pública.  Tomemos ejemplo de  lo que ocurre en las ofertas de los supermercados, donde se anuncian ventas de productos hasta que se acaben las existencias.