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ADORMIDERA

ADORMIDERA

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Lo que tenía que pasar, pasó. El efecto adormecedor del balompié ha hecho su tarea, bien manejada siempre en dictaduras y democracias, consiguiendo  entumecer al mismo pueblo que veinticuatro horas antes había incendiado las redes sociales con protestas por el rescate bancario que va a pagar, sin que nadie le haya consultado sobre la utilización de su dinero.

La causa del adormecimiento colectivo es una planta de la familia de las deporteveráceas, que tiene hojas alabeadas para deformar la visión de la realidad; color rojo, rojo, pero rojo de la roja, no de hoces y martillos; flores con pétalos donde colgar la frustración; y frutos capsulares indehiscentes para esconder en ellos la indignación entontecida.

La planta de la que hablo es originaria de occidente, se cultiva en jardines televisivos y por escisiones con tijeras recortantes en las cápsulas rojas de su fruto se extraen los goles causantes de la sedación universal, aunque esta vez el corte no haya sido profundo, impidiendo rescatar totalmente al pueblo de la postración en la que se encuentra por abuso del Gobierno sobre el patrimonio común.

Han fallado los balompédicos atletas, y el desconsuelo de la marea roja empatando con la squadra azzurra, ha empañado con decepción la victoria que usureros, desahuciados, politiqueros, empresarios, parados y trabajadores, habían anticipado con excesivo optimismo, mientras pastaban juntos en el césped , llevados por la necesidad de un rescate moral.

Habría bastado un regate acertado, un cabezazo en su sitio, una portería más grande o  un puntapié afortunado, para que el balón rompiera la red donde nos ha pescado el Gobierno, porque no damos la medida que exige la justicia social para la pesca de la especie desprotegida a la pertenecemos todos los ciudadanos, menos el privilegiado grupo de engañabobos que nos esquilma, depredadores que nos devoran y politiqueros que nos engañan.

La sangre roja social viene estos días tiznada con maniobras de distracción y amarillismo, el otro color de la enseña nacional, porque no sólo de disgustos y realidades vive el hombre, sino de sueños que benefician a los jugadores con multimillonarias «primas» que pagamos los «primos».