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IGNOMINIA LABORAL

IGNOMINIA LABORAL

Unknown

El salario de miseria con que el Estado compensaba el trabajo de quienes se dedicaban a la sagrada tarea del educar a los niños en las escuelas, alumbró entre la población infortunadas frases hacia ese desdichado colectivo, como la utilizada por los ciudadanos desaventurados que proclamaban “pasar más hambre que un maestro de escuela”.

El vecindario sabía las penurias económicas de los maestros, pero ignoraba las condiciones de trabajo de las maestras, obligadas por ignominiosos conciertos a cumplir unos mandatos de esclavitud personal y profesional que hoy nos espantan, si querían acceder al puesto de trabajo en una escuela. Puede leerse con estupor el contrato de trabajo que hace apenas 90 años estaban obligadas a firmar las maestras que aspiraban a dar clase durante ocho meses en alguna de las escuelas del reino, recibiendo por su trabajo 70 pesetas mensuales.

A imposiciones “menores”, tales como vetarles fumar y tomar bebidas alcohólicas, debían cumplir obligaciones “propias de la condición femenina”, como barrer el aula a diario, fregarla una vez por semana, dejar pulida la pizarra cada día y encender el fuego a las 7 de la mañana, junto a otras opresiones que afectaban directamente a la dignidad personal de la maestra, sin que ésta tuviera oportunidad de manifestar queja alguna.

Entre tales humillaciones, figuraba la prohibición de teñirse el pelo, usar polvos faciales, maquillarse y pintarse los labios, órdenes que eran antesala de vejaciones relacionadas con la indumentaria a lucir, como impedirles usar vestidos de colores brillantes o lucir faldas que estuvieran a más de 5 centímetros por encima de los tobillos, estando obligadas a llevar dos enaguas. En este compromiso de esclavitud, se prohibía a la maestra casarse, pasear o viajar con hombres, no pasearse por heladerías y estar encerrada en su casa desde las 8 de la tarde hasta las 6 de la mañana.

Esperamos que el retroceso histórico en materia educativa provocado por los injustos recortes presupuestarios, no lleve a estos límites el trabajo de nuestras heroicas maestras y que la marea verde sea apoyada por los ciudadanos para evitar hundirnos en un pozo del que tardarían las futuras generaciones tres vidas en salir.

RAJOYTADA

RAJOYTADA

He quedado estupefacto con la amenaza hecha por el presidente de que transformará los consejos de ministros en viernes de dolores, anticipando macabros recortes para amargarnos la vida sin determinar cuáles serán éstos, ni aclarar las funestas sorpresas que nos tiene reservadas para sucesivos fines de semana.

No pienso que don Mariano nos odie, no. Pero estoy convencido que nos ama a su manera, que es la forma de amar de quienes castigan a los demás por su bien. El bien suyo, claro, aunque pretenda hacernos creer que las sanciones nos benefician a los sufridores porque así aprenderemos a ser buenos.

Lo más elocuente de sus palabras es que dice poco y esconde mucho, tal vez por miedo a que se le entienda y podamos descubrir sus intenciones. ¿O no las tiene? Lo que sí nos ha dejado claro es que son otros quienes tienen la culpa de todo, poniendo el látigo en su mano para que nos flagele los viernes con nuevos tijeretazos.

Los cambios de criterio; las idas y venidas; las digos y los diegos; las subidas y bajadas, son consecuencia de su claridad de ideas, aunque nadie lo comprenda. Y los intentos para que aguantemos los tortazos en silencio y soportemos el hartazgo con resignación cristiana en nuestras casas, tienen por finalidad adueñarse de la calle, siguiendo los pasos de su maestro y padrino.

Él y sus colaboradores prometieron durante años tener en la cartera soluciones mágicas, nunca confesadas, para sacarnos del purgatorio socialista, y empezamos a ver con decepción que nos están metiendo en el infierno popular.

Quienes en nuestra adolescencia cumplimos fielmente con la Eucaristía comulgando los primeros viernes de mes para alcanzar la salvación eterna, ahora seguimos recibiendo  hostias todos los viernes en esta contrarreforma política que amenaza con dejar inservibles las promesas  de redención.

Lo que causa estupor es el envío masivo de trabajadores a las tinieblas, con la indiferencia de los caracoles. Lo que indigna es la metedura de mano en los monederos domésticos, sin mover una pestaña. Lo que provoca estupefacción es la defensa de la sangría como la única solución al calvario. Lo que produce escalofríos es la tozudez en mantener unas medidas de ajuste que no están resolviendo nada. Lo que aterroriza es ver el desconcierto de los profetas de la salvación, que van dando palos de ciego sobre nuestros costillares mientras ellos galopan en sus monturas.

MAESTRO UNAMUNO

MAESTRO UNAMUNO

Nueva conferencia ayer en Salamanca para hablar sobre el maestro Unamuno, en un selecto foro donde un grupo numeroso de profesores e intelectuales salmantinos optaron por asistir a la disertación en vez de presenciar un partido de fútbol, máximo rival que encuentran los actos públicos de todo tipo.

Entre todos los términos posibles para designar la actividad desarrollada por don Miguel durante los cincuenta y dos años que impartió clases, ninguna hay que defina mejor lo que fue y quiso ser, que la de maestro.

Maestro vocacional, porque Unamuno no podía haber sido otra cosa. Vocación que llevó más allá de las aulas, haciendo de su obra un foro de concienciación y cultura, donde la inquietud por la enseñanza y su tenaz empeño en educar fue el sustrato que alimentó cada una de sus páginas.

El soplo liberal que tanto necesitaban las aulas salmantinas fue dado por Unamuno con cierto coste personal debido a la oposición frontal que sufrió por parte del integrismo tradicional dominante. Su condición de vasco, joven, liberal y socialista, contribuyó a las hostilidades; los artículos como publicista multiplicaron las críticas; la proximidad a profesores progresistas le separó de la mayoría de claustrales; y su compromiso con la verdad fue causa de múltiples alejamientos personales.

Autoridad de maestro, basada en la competencia personal y el amor a la enseñanza, llegando a ser padre de una inmensa prole intelectual diseminada por el mundo,  “hijos espirituales” alimentados con su doctrina y compromiso moral, a los que transmitió lo mejor de sí mismo, haciendo vocación en todos ellos.

Agitar las conciencias, despertar espíritus dormidos, romper las almas anquilosadas, activar la monotonía intelectual, triturar el aburrimiento vital, renovar la vulgaridad mental y estimular el ambiente cultural, fueron ocupaciones diarias de este inconformista.

Pedíales a los estudiantes libertad de pensamiento, imaginación creativa e inconformismo intelectual para cuestionarlo todo, poniendo en tela de juicio lo que pareciera más asentado y axiomático, sin aceptar postulado alguno si querían gozar de una visión real de la vida, dándoles responsabilidades intelectuales no siempre alcanzables y pidiéndoles tolerancia, ajena a todo dogmatismo.

Leal a su profética misión de enseñar educando. Sincero en sus planteamientos y honesto en sus actitudes. Cortés, amable y educado en gestos y modales. Riguroso cumplidor del horario, eficaz gestor de actividades en el periodo lectivo y, finalmente, sabio como pocos lo han sido el los ochocientos años de historia de la Universidad salmantina, con una erudición apabullante.

Todo eso fue el maestro Unamuno antes de esconderse en el pecho del padre eterno, dejándonos, como lema de lucha, la defensa de la verdad por encima de la paz.

«HUNOS » Y «HOTROS» CON EL MAESTRO

«HUNOS » Y «HOTROS» CON EL MAESTRO

No me corresponde a mí hablar de la presentación que ayer hicimos de mi último libro, pero tengo la obligación de difundir en este blog el acuerdo común de todos los amigos que han enviado correos electrónicos a mi buzón, uniendo a su felicitación por el éxito del acto, la satisfacción que han sentido al ver compartir bancadas en el salón universitario a políticos de distinto signo, en plena campaña electoral.

Pero creo obligado decir a los remitentes, que las felicitaciones por haber conseguido reunirlos a todos no es mérito personal que deban atribuirme a mí, sino al profesor y rector ayer homenajeado. Es él quien merece los beneplácitos, aplausos y agradecimientos, porque a él corresponden en el 75 aniversario de su muerte.

Ahora sólo cabe esperar que el objetivo tantas veces deseado por el maestro de ver luchar juntos por España a “hunos” (sangre) y “hotros” (pus), se haga realidad, por encima de protocolos, partidos políticos y compromisos sociales, especialmente en estos momentos de hundimiento moral por la crisis. Estado de ánimo semejante al que vivió Unamuno con motivo de los desastres coloniales del 98, y al estado de corrupción y caciquismo que reinaba entonces en España.

Es hora que el enfrentamiento entre las dos Españas no vuelva a helar el corazón de los españolitos  que vienen al mundo, dando razón a los versos de don Antonio. Es el momento de guardar con siete llaves en los libros de arte el duelo a garrotazos de don Francisco.

Si el regeneracionismo de Joaquín Costa removió entonces la conciencia política y alentó el compromiso ciudadano con el esfuerzo común, tal vez ahora debamos unir todas las manos para levantar juntos la bandera de la esperanza y luchar hermanados por ahogar la crisis, antes de que ella nos asfixie.

Deseo que los testimonios recibidos en mi correo, – compartidos por mí – se hagan realidad, para que todos comprendamos que nunca como ahora, la unión debe darnos la fuerza que necesitamos.

LAUREL

LAUREL

Versodiario  15 :

Escabeche con laurel,                                                                                                                           y en asados y sofritos.                                                                                                                         Y de palmas los detritos                                                                                                                     para cruces  en la piel

LAUREL

Esta mañana, viniendo hacia casa, me encontré a una amiga católica de viejo cuño, con quien detuve mis pasos para oírle expresar su decepción porque había ido a la iglesia como buena creyente en busca de alguna rama de laurel para condimentar con sus hojas los exquisitos guisos que elabora, y ya no quedaba ni rastro de lauro en el templo porque los feligreses se había arrojado sobre los ramales como las moscas a la miel.

Pensaba yo hasta ese momento que al templo y a “la borriquilla” se iba para conmemorar la llegada de Jesús a Jerusalén para iniciar su clavario – en voz de Martínez Soria – a lomos de un borrico, pero no, estaba equivocado.

La primera de mis dudas fue aclarada con la utilidad descrita, porque eso explicaba que las ramas de olivo con que recibieron sus fieles a Jesucristo en el monte del mismo nombre, se cambiaran por ramas de laurel, más prácticas y útiles para los fieles en siglos posteriores al evento.

Conocida la utilidad de las aromáticas hojas facilitadas por este árbol de las Lauráceas, para condimentos y preparaciones farmacéuticas, me faltaba saber el empleo que podría darse a las amarillentas palmas empleadas también para dar la bienvenida al Maestro, que en mi juventud la fe colgaba durante meses en los balcones.

La única respuesta que me han dado es que esas palmas van directamente a la pira para que sus restos sean utilizados el Miércoles de Ceniza del próximo año, cuando el sumo sacerdote dibuje, con los residuos ya bendecidos, santificados y glorificados, una cruz en la frente de los feligreses, advirtiendo a los creyentes sobre la brevedad de la vida (Recuerda que polvo eres y en polvo te convertirás);  solicitando el perdón al Altísimo (Concédenos, Señor, el perdón y haznos pasar del pecado a la gracia y de la muerte a la vida); o animándoles a la conversión para evitarles una eternidad calentita en las flamígeras calderas de don Pedro Botero (Arrepiéntete y cree en el Evangelio)

Me falta sólo entender el empeño de la Iglesia en proclamar el gesto de pobreza exhibido por el Señor ese día, entrando en Jerusalén montado sobre una humildísima borriquilla, cuando el resto del personal fue a recibirlo a pie por carecer de animales, carruajes o porteadores que los llevaran.