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APALABRADOS

APALABRADOS

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Apalabrar es el concierto que hacen las personas de palabra, por el cual se comprometen a mantener entre ellas un determinado compromiso, quedando apalabrados los sujetos que sellan el pacto. Pero también, apalabrados es un divertido juego virtual con el que  pasan el tiempo algunos diputados populares de la comunidad de Madrid, despreciando el dolor de los enfermos, la indignación de los sanitarios y el desacuerdo de los madrileños con la privatización de la sanidad que se estaba votando, mientras esos dos caraduras jugaban despectivamente con el sufrimiento de quienes les han sentado en una poltrona que no merecen.

Pero no es lo más grave que Bartolomé González y María Isabel Redondo hayan cometido un pecado político tan vulgar, trapacero, vasto y grosero, sino que la petición de clemencia solicitada por ellos les haya sido concedida, sin tener en cuenta que su delito no merecía el perdón político otorgado.

Este nuevo ejemplo de perversión democrática que ha permitido asociar al pecado político el inmediato indulto, redimiendo a los burladores de la expulsión inmediata del escaño, hace pensar en apalabramientos y chantajes internos que justifiquen la impunidad de tales acciones, eximentes del castigo y penitencia que merecen.

Las palabras de la apalabrada María Isabel Redondo: “Lamento mucho lo sucedido. No volverá a suceder. Lo siento”, nos recuerdan las que indultaron de su castigo al rey, exigiendo la diputada el mismo perdón concedido al monarca, porque la justicia política debe ser igual para todos. ¿O no?, pregunta la señora.

UNAMUNO EN EL ATENEO

UNAMUNO EN EL ATENEO

Esta tarde daré una conferencia en el Ateneo recordando a los oyentes la peripecia de Unamuno como ateneísta en todas las sociedades culturales así tituladas que había en su época repartidas por España, dedicando especial atención al Ateneo Científico, Artístico y Literario de Salamanca, que él fundo en 1913 y presidió durante varios años.

No decimos nada nuevo al afirmar que don Miguel fue hombre de Ateneo desde su juventud, pues siendo estudiante en Madrid con 17 años, ya frecuentaba el Ateneo de la calle Montera, era asiduo lector de su biblioteca, visitante de las exposiciones que allí se presentaban y puntual oyente de sus conferencias, aunque mudo asistente a los debates que tenían lugar en sus salones. Más tarde, cuando fue trasladado el Ateneo madrileño a su sede actual de la calle Prado, Unamuno llegó a presidirlo, ocupó numerosas veces la tribuna, presentó a los socios algunas de sus obras, leyó poemas y discutió con los contertulios en la Cacharrería.

Siendo rector de la Universidad salmantina, fundó en esta ciudad el Ateneo local apoyado por profesores universitarios e intelectuales, con el catedrático de Derecho Político Tomás Elorrieta a la cabeza del proyecto,  para “elevar el tono de la cultura, entretenerse en algo más que en murmurar de honras ajenas, distraer de mezquindades y de hacer cábalas sobre si menganito o fulanito saldrá o no diputado provincial”, según palabras de Unamuno en la sesión inaugural de la Institución.

Fue tal el prestigio que tuvo este Ateneo que a él acudieron princesas, ministros, infantas, obispos, nuncios apostólicos, académicos franceses, intelectuales de renombre, músicos destacados y escritores de prestigio, con generosidad desconocida en nuestro mundo intelectual.

ME VOY DE ABRAZOS

ME VOY DE ABRAZOS

Mientras unos se van de viaje, otros de vinos, muchos de paseo y la mayoría de fiesta sabatina, yo me voy de abrazos al “Infanta” donde me esperan viejos amigos olvidados durante décadas, hasta que el milagro de la “red” nos puso a unos frente de otros, dándonos tiempo para recordarnos en encuentros anuales celebrados en las “cuarenta fanegas” desde hace años.

Ha sido para todos nosotros el milagroso retorno a la amistad perdida; la vuelta a la confidencia fraternal; a la vivencia existencial compartida en las “familia”; al pupitre tatuado de temor; a la mano tendida sobre el hombro; y a las fotografías en sepia, conservadas en naftalina solidaria, reliquias con aroma de fidelidad atesorada en el rincón del alma donde se guarda lo más sagrado.

Sentiré las ausencias físicas de Enrique, Santiago, Eugenio, Mari Luz, Begoña, Nerea y tantos otros que este año no podré abrazar, pero ellos y todos los ausentes tendrán un lugar entre nosotros y con ellos pasearemos por el “patio central”, subiremos al “hipódromo”, bajaremos a la “caldera”, “formaremos” en los pasillos, nos perderemos en el “laberinto”, pasearemos por la “ciudad prohibida”, recogeremos aspirinas en la “enfermería”, sufriremos “poliburó”, comeremos “chusco” y “pitraco”, “izaremos” libros, compartiremos “paquetes” y olvidaremos inspectores de cuyos nombres ninguno queremos acordarnos.

 Amigos de esta bitácora, salgo ahora mismo para Madrid, o mejor, rumbo al Infanta, en busca de abrazos fraternales que despejen por unas horas los nubarrones que se ciernen sobre nosotros.

CARTA APÓCRIFA MONARCAL

CARTA APÓCRIFA MONARCAL

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Queridos súbditos:

Ahora que estoy malito y cojeando, quiero deciros que no me desentiendo de vuestros problemas como han dicho malas lenguas, aunque mi vida personal no me facilita poner atención en dificultades ajenas ni en la crisis que estáis pasando, ya que los problemas familiares me ponen en el disparador y sigo con la tradicional agitación sanguínea primaveral propia de los Borbones.

A mis setenta y cuatro años ya no está uno para bromas familiares de revoltosos nietos y distraídos yernos, cuando se han tenido en el punto de mira felinos, osos, perdices, paquidermos y algún hermano despistado que se cruzó en el camino del plomo, sin previo aviso.

Debéis saber que no he tenido una vida fácil, como le ha pasado a todos los que nacieron y vivieron, como yo, en el exilio, sin poder regresar a la patria hasta que se le antojó al militar tijeretar el futuro de mi padre para entregarme a mí lo que pertenecía a él.

Casé con una inmigrante vegetariana y antitaurina, incapaz de conducir de noche en moto por las calles de Madrid, con casco de camuflaje y rumbo fijo, aunque quienes afirmaban desconocer mi paradero, sabían perfectamente donde me encontraba. La griega me concedió tres legítimos hijos y ningún «griego», pero mantengo la esperanza que no se me presente a la puerta de casa algún bastardo cantando zarzuela, como le ocurrió a mi abuelo.

Aunque la mayor de mis hijas no destaca por su inteligencia, ha tenido mala suerte la pobrecita con un marido que alimentaba el entusiasmo a través de una sonda nasal y tenía desequilibrios físicos de origen desconocido que la llevaron al divorcio, provocando que mi nieto se autolesionara con un disparo, ante sus narices.

Mi otra hija es la más tonta de los tres. Algo que ha sido aprovechado por su marido para engañarla ocultándole sus andanzas financieras. También se han beneficiado de la tontuna los asesores de sus empresas, ocultándole lo que firmaba. Incluso he podido engañarla yo mismo negando la verdad que supe desde el principio, para conseguir, con tanto engaño, engañar al juez.

El hijo pequeño, guapo él, ha decidido heredar de mí cuanto le beneficia, renunciando a sacrificios y servidumbre de la realeza. Por eso se me ha casado con una plebeya divorciada, que vive, como todos, a costa mía, bueno, no, a costa vuestra.

Tuve a mi madre en silla de ruedas, me falta un trozo de pulmón, tengo una bola de metal en la cadera y he sido operado varias veces. Pero mantengo intacto el aparato genito-urinario para hacer los honores al apellido que heredé de mis antepasados.

Es para mí un orgullo poder pediros ayuda y comprensión en mi desgracia porque necesito vuestro apoyo en estos momentos, ya que el ejemplar recorte del 7 % que acabo de imponer en la Casa me obliga al sacrificio, exige austeridad y empobrece mi vida, obligándome a privar de la hoja de lechuga al grillo que canta en mi ventana.

Vuestro rey, Juan Carlos I, que tanto os necesita.

SIN PALABRAS

SIN PALABRAS

Así, sin palabras, me ha dejado un viejo amigo de cuyo nombre nunca voy a olvidarme, porque no hay suficientes voces en el diccionario para agradecer su gesto de afecto, su entrañable recuerdo y el desinterés con que ha dedicado su tiempo a quien nunca le ofreció nada.

Inestimable brote verde en tiempo seco de valores, cuando muchos pretenden comprar amistad en taquillas sin existencias ni restos de compañerismo. Apreciable cabo de luz en la penumbra de una hermandad deshabitada, cuando la generosidad huye espantada hacia el ocaso. Desprendida concesión que se niega a ser correspondida, cuando el intercambio mercantil de favores se oculta en las cloacas del interés mutuo y el mercadeo de amistades interesadas pretende, sin conseguirlo, oscurecer la fraternidad entre almas grandes ocupadas por sinceros afectos.

Sin esperarlo, ni presentirlo, ni merecerlo, ha entrado en mi vida el sencillo artesano con un hermoso canto a la amistad, al desprendimiento y al recuerdo de necesidades compartidas en un colpicio, del que sólo tengo memoria para recordar a quienes conmigo allí estuvieron, como es el caso de este corazón ambulante que desparrama su bondad por las calles de Madrid sin alardear de la generosidad que le sobra.

Agradezco las plumas de caña que conservaré sobre mi mesa de trabajo como una reliquia. Pero, sobre todo, agradeceré siempre junto Saint-Exupéry y su Principito las horas que me ha dedicado este amigo, porque es el tiempo que ha perdido elaborando las plumas lo que las hace importantes.

PATRICIA FLORES

PATRICIA FLORES

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La viceconsejera de Asistencia Sanitaria de la Comunidad de Madrid, doña Patricia Flores, se pregunta, – y nos pregunta a los demás -, si tiene sentido que un enfermo crónico viva gratis del sistema sanitario público, y los demás nos preguntamos si tiene sentido que una persona con demencia crónica y sensibilidad de cuadrúpedo dirija la sanidad madrileña.

También nos preguntamos si tienen sentido los supersueldos de políticos y suculentas dietas que les pagamos, unido a los privilegios que disfrutan, por hacer y decir las cosas que hacen y dicen, con voz engolada y cara de cemento armado, impunemente, con desvergüenza y sin ser cesados.

¿Tiene sentido el gran poder que tienen los mandamases y la patrimonialización que hacen de los bienes públicos?

¿Tiene sentido la impunidad ante el despilfarro de millones de euros en la gestión pública, ejemplificado en aeropuertos y obras faraónicas injustificadas?

¿Tiene sentido el enriquecimiento ilícito de muchos políticos con el dinero común, a base de corruptelas que ofenden a la mafia calabresa?

¿Tiene sentido que se apoye económicamente a la banca y a los banqueros con dinero público para que sigan especulando y beneficiándose?

¿Tiene sentido que los principales paganos de la crisis nacional y mundial sean los que menos culpa tienen en la quiebra del sistema?

¿Tiene sentido que los ejecutivos políticos, los legisladores parlamentarios y los jueces de las Audiencias sigan permitiendo las injusticias sociales reinantes?

Hay muchas enfermedades sociales crónicas más graves, señora viceconsejera, que tienen menos sentido y arruinan más las arcas del Estado. Mire hacia ellas, erradíquelas, y no meta la tijera en los tratamientos a pacientes crónicos, que bastante tienen ya con lo que tienen, ellos y sus familias.

Nos gustaría oír a la señora viceconsejera denunciar a sus compañeros políticos implicados en tramas de corrupción antes de oírla vincular a los enfermos crónicos con los ajustes presupuestarios.

Nos gustaría ver a la señora viceconsejera repetir sus palabras sin sonrojarse, en un foro con cancerosos, bronquíticos, diabéticos, hipertensos, infartados, artríticos, hemofílicos, asmáticos y epilépticos.

Nos gustaría que la viceconsejera de Asistencia Sanitaria de la Comunidad de Madrid tuviera algo más de respeto por los enfermos crónicos, y algunas dosis de gusto ético y estético al defender sus argumentos, en caso de que los tenga. Por ejemplo, una buena idea sería modificar la carga impositiva para que los enfermos crónicos millonarios pagaran los tratamientos de quienes no pueden llegar a fin de mes.

MENTIRAS FOTOGÉNICAS ELECTORALES

MENTIRAS FOTOGÉNICAS ELECTORALES

Sabíamos que ciertos mandatarios  movían las fichas a su antojo en el tablero político,  sin respetar las reglas del juego. También teníamos noticias confirmadas por teléfono desde Valencia que muchos habían llegado a la política para “llevárselo”. Hemos confirmado en sucesivas elecciones que las promesas electorales van a la papelera junto a las papeletas de votación unos segundos después de terminar el recuento. Y hemos visto a políticos responder sobre la emigración de las aves cuando se le preguntaba por la corrupción de sus correligionarios.

Ahora el CIS nos confirma que los ciudadanos estamos más preocupados por la clase política que por el terrorismo. Pero todo esto no inquieta a nuestros protagonistas, ocupados tradicionalmente en engañarnos de palabra, obra y omisión, porque antes no era posible hacerlo con el ojo de una cámara fotográfica.

Fue en la década de los años noventa cuando surgieron los primeros retoques fotográficos y comenzaron a transformarse en milagros fotogénicos de largo alcance, las arrugas y rostros deformados.

Así se ilustraron con trucajes las fotos en los escaparates de moda, se camuflaron las patas de gallo en las vallas publicitarias y se rejuvenecieron ancianas en los productos de belleza, para seducir a mentes ingenuas.

Viendo los resultados comerciales del engaño, los profesionales de la mentira se fueron montando progresivamente en el carro de la nueva farsa, insultando nuestro sentido común con fotos de candidatos políticos en los carteles electorales, como hizo la presidenta de la Comunidad de Madrid en las pasadas elecciones autonómicas, popularizando a su hija entre los vecinos sin guardar un mínimo respeto a la intimidad de la chiquilla.

Ejemplo seguido en la propaganda electoral de las próximas elecciones, donde se hace ostensible la mentira de una fingida juventud, pretendiendo esconder las arrugas, para negarle a la experiencia el mérito, sabiduría, prudencia, temple, tolerancia y buen sentido, que nunca tendrá la juventud.