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EL PORTEÑO RAFAEL

EL PORTEÑO RAFAEL

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Traigo el recuerdo del feliz encuentro nocturno con el poeta desterrado en las oscuras calles del Trastevere romano, donde discurren largas meadas de todas las larguras que hacen peligrar a los caminantes, viendo con asombro azulear la mar en los ojos de Rafael y enrojecer el alma de Alberti en sus puños levantados contra el injusto destierro, mientras pedía a Roma, a cambio de sus penas, tanto como dejó para tenerla.

Con “el alba del alhelí” “sobre los ángeles”, retorna a la vida el “marinero en tierra” desde su “arboleda perdida” para recordarnos que hace hoy quince años olvidó retornar “de lo vivo lejano” para dejarnos “versos sueltos de cada día”, escritos en los 96 años que habitó entre nosotros.

Predilecto hijo de la poesía andaluza tras ser expulsado del colegio por rebelde al conservadurismo, amante fiel de María Teresa hasta el enloquecimiento celular de León, pintor vanguardista, soñador a la intemperie, comunista, republicano, soldado con versos en la cartuchera y timonel errante, “el tonto de Rafael” hizo de su vida un largo poema de peregrino exilio, al perder de vista la sierra de Aitana que bautizó a su hija.

Regreso del destierro, diputado, premios Lenin, romano de literatura, nacional de teatro, Cervantes y renuncia por coherencia republicana al Príncipe de Asturias, antes de que sus cenizas fueran esparcidas por la bahía del Puerto de Santa María donde nació y murió.

En noche cálida de vino, dejó escrito sobre el velador de la taberna un imborrable verso, alumbrado por un alma de niño tras la camisa multicolor, acogedora de su larga cabellera platina, cansada de ondular al viento desesperanzado del exilio.

Fue Alberti el verso azul y la sonrisa fácil, que cedió enamorado su voz a la mar, alzando el clavel por encima de la espada, para llevar a la mesa pan candeal y luz marina del contorno oceánico, resucitando las meninas al soplo enrojecido de las uvas sobre el cielo gaditano.

LAIKA

LAIKA

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La perrita Laika tenía tres años de edad cuando fue rescatada de las calles de Moscú para colaborar en el programa espacial soviético, dando su vida a cambio de recibir el honor de ser el primer ser vivo enviado al espacio.

Esto sucedió el 3 de noviembre de 1957, cuando fue lanzada a la estratosfera con la misión de orbitar la Tierra a bordo de la nave soviética Sputnik-2, en un forzado viaje espacial que partió desde el cosmódromo de Baikonur, actual Kazajistán.

Las constantes vitales de Laika fueron controladas desde la estación de seguimiento, donde comprobaron que la frecuencia cardíaca del animal pasó de 103 a 240 latidos por minuto, atribuyéndose su muerte a las seis horas del lanzamiento, al estrés sufrido en el despegue y el sobrecalentamiento de 40 ºC ocasionado por un defecto en el control térmico de la nave.

El entrenador de la perra, Oleg Gazenko, declaró: “Cuanto más tiempo pasa, más lamento lo sucedido. No debimos haberlo hecho…. Ni siquiera aprendimos  lo suficiente  de esta misión como para justificar la pérdida del animal”.

A pesar de ello, la muerte de Laika informó a los científicos que el organismo podría soportar la microgravedad, abriendo paso a los viajes espaciales tripulados por seres humanos.

Laika representa hoy a miles de animales que han muerto, sufrido mutilaciones, ensayos de fármacos y otros experimentos, en beneficio de la raza humana, siendo reconocido su sacrificio en el monumento moscovita dedicado a los conquistadores del espacio, donde Laika y Lenin son los únicos personajes reconocibles, entre todos los esculpidos en la piedra.

JUICIO Y CONDENA A DIOS

JUICIO Y CONDENA A DIOS

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En medio de la Revolución Rusa de Octubre, Lenin tomó la decisión de nombrar al escritor Anatoli Lunacharski para el cargo de Comisario Popular de Instrucción Pública desde 1917 hasta 1929, con responsabilidad directa en la educación de los jóvenes rusos.

Cuando este dramaturgo llevaba un año en el comisariado y la revolución estaba en plena ebullición dentro de la olla rusa, se le ocurrió la luminosa idea de juzgar a Dios, acusándole de crímenes contra la humanidad, poniendo en marcha el proyecto con un jurado que lo hizo realidad en cinco enajenadas horas.

Con una indefensa y silenciosa Biblia “sentada” en el banquillo de los acusados, los fiscales comenzaron su rosario de pruebas para mostrar la culpabilidad de Dios apoyándose en testimonios históricos, mientras los abogados defensores designados por el Gobierno soviético se esforzaron en demostrar su inocencia, alegando demencia, manía obsesiva y desequilibrio mental en el acusado.

Una vez oídos los cargos de la acusación y la defensa de los letrados, el tribunal calificó de extremadamente graves los delitos expuestos, sentenciando culpable al acusado, y condenándolo a muerte por fusilamiento.

Así fue como la oscura y heladora madrugada del 17 de enero de 1918 de formó el pelotón de fusilamiento a las órdenes de un oficial del ejército, y se dispararon cinco ráfagas de ametralladora contra el cielo moscovita, cumpliendo el mandato judicial de asesinar a Dios por crímenes contra la humanidad.

¡ SILENCIO, SE JUEGA !

¡ SILENCIO, SE JUEGA !

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La maldad de la bomba neutrónica consiste en mantener los edificios intactos en su sitio, mientras pasa la guadaña por los cuerpos humanos, segando a neutronazo limpio células animales a diestro y siniestro, dejando las calles y plazas libres de todo semoviente durante las 48 horas que dura la radiación ionizante aniquiladora.

Bien, pues ese mismo efecto consigue el fútbol, aunque sus consecuencias no vayan tan lejos y se queden en tres o cuatro infartos, algunos gritos descompuestos, un par de bengalas desaprensivas y miles de discusiones intrascendentes entre los aficionados de uno y otro bando, lo que facilita la disgregación y el despiste colectivo.

Lenin hablaba de un alienante opio teísta que contaminaba el pensamiento, al que Unamuno opuso el ateísta viciador de sangre; pero pocos  han puesto la atención en el opio balompedista, tan utilizado en épocas no muy lejanas para alejar malos deseos de libertad, justicia y democracia.

Los singulares periodistos deportivos y las jóvenes periodistas deportivas que nos deleitan con sus inteligentísimas crónicas y acertadísimos comentarios, han agotado ya el repertorio de calificativos para definir partidos de fútbol como el de ayer, porque ya no vale eso del partido del año, de la década o del siglo. Alguien lo ha llamado del milenio, a un paso ya del Cron y el Eón.

Tres veces he ido a un campo de fútbol. La primera en Madrid a ver las últimas patadas de Di Stéfano a un balón en el Bernabéu, acompañado de entrañables amigos del Infanta. La segunda visita la hice al Helmántico aplaudiendo el ascenso del Salamanca a primera división con la pasividad del Betis, sin prestar mucha atención al partido porque mientras los equipos se besaban, nosotros dábamos cuenta de un cordero asado que llevó el dueño de un restaurante. La tercera y última vez fue en Bruselas con varios compañeros, a ver como España ganaba a Bélgica en el estadio de Heysel.

Eso es todo. Pero intentaré esta mañana ver el resumen del Barça – Real Madrid de ayer, porque quiero decir algunas tonterías de profano a los buenos amigos que me disputarán esta tarde sobre el tapete verde la dominguera partida de mus.

ASÍ NO, SEÑOR ALCALDE

ASÍ NO, SEÑOR ALCALDE

Un nuevo rico que alimenta con godivas a un cuadrúpedo, comete el mismo error que los huercalenses dando el bastón de mando a un cultureta con evidentes carencias mentales para el oficio alcaldil.

Decir que se retira el nombre de Alberti del teatro municipal de Huércal-Overa porque el poeta “no vende”, es como expulsar del Ayuntamiento al alcalde por apellidarse Fernández.

Un teatro, un museo o un auditorio, no “venden” por la baja calidad de las obras que en él se representan, por los malos cuadros que se exponen en sus salas o por los desafinados conciertos que se ofrecen, pero no por la persona que da nombre al edificio.

Alguien tiene que decirle a don Domingo que Rafael Alberti pertenece a la generación que conforma la Edad de Plata de la Literatura Española. Que fue Hijo Predilecto de Andalucía. Que ganó el Premio Nacional de Poesía, el Lenin de la Paz, el Roma de Literatura, el Nacional de Teatro y el Cervantes de Literatura, renunciando al Príncipe de Asturias.

Alguien tiene que decirle al joven señor Fernández que el maniqueísmo es el peor camino a seguir en la gestión que tiene encomendada. Alguien tiene que hablarle de la transición al joven alcalde, para que sepa que fue el consenso quien nos llevó a la vida democrática. Alguien debe advertir al edil que el disenso lleva a la quiebra social. O mejor, que nadie le diga nada porque esta exhibición de sectarismo habla por sí sola.

Un escritor como Alberti, que llevó su andalucismo por todos los países donde estuvo exiliado más de treinta y siete años por cometer el gravísimo delito de pertenecer a un partido político que formó parte del Frente Popular en 1936, no merece este nuevo destierro por capricho visceral de un representante del pueblo.

Así no, señor Fernández, así no. Dividiendo a los vecinos no se hace vecindad. Deshaciendo con justificaciones de barquero lo que lleva tiempo hecho, no es el mejor camino para la paz. Insultando la inteligencia de los paisanos con argumentos dislocados, sólo explica la trisomía del provocador. Ocupando el tiempo en satisfacer fobias personales se resta esfuerzo para salir juntos del lodazal en que estamos metidos. Y comprometiendo la razón solamente se consigue el abucheo.