DEL PARO A LA REVOLUCIÓN
La comisaria europea de Empleo, Marianne Thyssen, ha manifestado en varias ocasiones que el alto nivel de paro juvenil en España es «insostenible», porque casi la mitad de nuestros jóvenes están ociosos, de brazos cruzados y sin futuro laboral, mirando unos para la frontera y otros esperando resignados a que pase un temporal que los meteorólogos sociales predicen largo, duro, profundo y duradero con aguas torrenciales que los mantendrá durante años en las tierras movedizas del paro.
Dicen que tenemos la juventud mejor formada de la historia, pero a la mitad de ellos se les niega la posibilidad de demostrarlo, y una gran parte de los que pueden demostrarlo tienen que hacerlo en lugares alejados de la tierra que les vio nacer, tras recibir una formación y pericia profesional que aprovechan quienes nada hicieron por capacitarlos.
Esta situación nos obliga a revisar los fundamentos de una sociedad ensimismada en el presente, que desaprovecha los conocimientos, el vigor, la fortaleza y el empuje de su juventud, único garante del futuro al que la sociedad no llegará con éxito si mantiene su empeño en postergar a los jóvenes cuando más los necesita, porque el mejor camino hacia el progreso que todos deseamos no es taponar los vasos liberianos del cuerpo social impidiendo el paso de savia joven a la vida laboral, sino abriéndole sus compuertas.
De persistir la situación, solo cabe esperar una revolución juvenil contra el futuro que le impone una añeja sociedad, ofreciéndoles sudores en tierra extraña o dolores de supervivencia doméstica al amparo familiar, con el peso de la frustración a la espalda y la indignación en el alma, venciendo con su rebeldía la desigualdad discriminatoria que sufren al pairo de la vida.