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Etiqueta: lector

HABLA BUDA

HABLA BUDA

Buda

Con la resaca del Lunes de Pascua a flor de piel encerada con velas, con penitentes y capirotes por los adoquines, cofradías encofradas a las imágenes que patrocinan, “bailes” del trono en el folclore procesional, liturgias tridentinas, dolorosas e incomprensibles penitencias y “oficios”, es buen momento para mirar otras creencias que consideran idolatría lo que para católicos es religiosidad popular.

Es la fe responsable de que las montañas se muevan, los pollinos vuelen, la paradisíaca vida eterna celestial exista y la creencia de los fieles en lo que no han visto se haga certidumbre, como es el caso de la resurrección celebrada ayer, fundamento, justificación y sostén de la doctrina católica.

Quiero, pues, concluir mis meditaciones sobre los santos días pasados, con las siguientes palabras de Buda, por si algún lector de esta bitácora quiere hacer uso de ellas:

“No creáis en nada simplemente porque lo diga la tradición, ni siquiera aunque muchas generaciones de personas nacidas en muchos lugares hayan creído en ello durante muchos siglos. No creáis en nada por el simple hecho de que muchos lo crean o finjan que lo creen. No creáis en nada sólo porque así lo hayan creído los sabios en otras épocas. No creáis en lo que vuestra propia imaginación os propone cayendo en la trampa de pensar que Dios os inspira. No creáis en lo que dicen las sagradas escrituras sólo porque ellas lo digan. No creáis a los sacerdotes ni a ningún otro ser humano. Creed únicamente en lo que vosotros mismos habéis experimentado, verificado y aceptado después de someterlo al dictamen  de la razón y a la voz de la conciencia”.

OMBUDSMAN

OMBUDSMAN

Ombudsman, o si se prefiere mejor, press ombudsman, que viene a ser algo así como defensor del lector,  es una curiosa figura cuya sombra se mueve por las redacciones de algunos periódicos, – sólo de algunos -, con la teórica función de garantizar los derechos de los lectores y responder a sus preguntas, quejas y propuestas sobre lo publicado en el rotativo donde sobrevive, controlando también que el tratamiento de la información que ofrezca el periódico cumpla las reglas básicas que satisfacen la ética periodística.

¡Qué bonito!

Pero no os hagáis ilusiones. Es una nueva pancarta con escasa incidencia real porque la mayoría de los periódicos no tienen en su nómina a tan incómodo personaje, y los que presumen de tenerlo lo subemplean en fingidas tareas secundarias para lavar la imagen de la cabecera, pagándole buenos honorarios por la escasa defensa que hace de los lectores, incumpliendo así la función para la que fue contratado.

Es decir, que un periódico, – tenga o no tenga ombudsman – puede manipular la información a su antojo, puede jugar con el honor de las personas, puede cuestionar la honra de ciudadanos concretos, puede mentir, subvertir argumentos o dar falsos datos en sus páginas, todo ello con la mayor impunidad y descaro, siempre que no caiga en el insulto personal o en acusaciones que afecten a los códigos jurídicos, en cuyo caso el querellante estará siempre a merced de los jueces, porque el espíritu de la ley es resbaladizo.

Así actúan algunos periódicos, reservándose, además, el derecho a silenciar la réplica del ciudadano golpeado en sus páginas, pudiendo continuar a palos con él en sucesivas entregas, hasta dejarlo completamente noqueado a los pies de la sociedad, ignorante de lo que sucede entre bastidores porque la información que desfavorece al medio va a la papelera, como hacía Goebels en sus mejores tiempos, impidiendo que en el interior se conocieran las opiniones adversas que llegaban del exterior. Ese maestro del marketing social supo bien promover odios y alejar a las masas de toda la realidad que no beneficiara al nazismo.

Esta situación que vulnera los más elementales códigos de la ética periodística, merece ser denunciada en voz alta, – aunque nadie nos oiga -, porque los ciudadanos estamos indefensos ante cualquier difamación pública, agresión desmedida, descalificación gratuita o ataque arbitrario a nuestro honor y buena fama, en ciertos medios que ocultan las réplicas y pervierten opiniones haciendo de ellas ronquidos que el fustigado nunca pronunció.