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NOS CUESTA COMPRENDER A LA JUSTICIA

NOS CUESTA COMPRENDER A LA JUSTICIA

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En contra del juez, del fiscal, de todos los terrícolas y de mi perro, la Sección Cuarta de la Audiencia ha decidido que Bárcenas se vaya a esquiar a Baqueira, argumentando que no se atreverá a cruzar la frontera para poner a buen recaudo los millones de euros que la justicia tiene por controlar de quien está acusado de cohecho, delitos contra la Hacienda Pública, blanqueo de capitales, apropiación indebida, falsedad documental mercantil y estafa procesal, mereciendo por ello la libertad y el derecho de “peineta” a toda la ciudadanía.

Los que ignoramos entresijos de la red judicial no debemos hablar sobre cuestiones legales, pero nadie puede negarnos el derecho a opinar  sobre los dictados del pensamiento lógico que contradicen justificaciones legales injustificables para la razón y carentes de argumentos aceptables por el pueblo que paga el sueldo de quienes dictan autos incomprensibles para los paganos.

La legalidad de la actuación magistral es indudable, pero la dialéctica del carbonero nos impide comprender la puesta en libertad de semejante individuo, sin sospechar segundas verdades porque no nos basta con suponer que se va a estar quieto, ni aceptamos que la investigación sobre la Gürtel esté «prácticamente agotada”, porque eso significa que no ha concluido, ni la justicia sabe donde esconde el delincuente los millones que están por descubrir.

El problema que tienen los magistrados al juzgar y condenar a políticos corruptos, estafadores profesionales, defraudadores crónicos y ladrones engominados, es que sus decisiones causan profunda decepción en los ciudadanos y desconfianza en los tribunales, pues cada día dejan más claro, que la justicia no es igual para todos, que su balanza no está equilibrada y que carece de venda en los ojos.

Confiamos que a muchos jueces se les hinchen las puñetas y pongan a los corruptos en su sitio, lejos de la sociedad que han defraudado y los códigos morales que han infringido, aunque las leyes sociales les permitan escaparse por la gatera, con la ayuda de altos tribunales contaminados por tentáculos políticos.

Vemos con desazón que los castigos quedan reservados para las personas socialmente marginadas que viven en un mundo al servicio de los poderosos, siendo las cárceles reservorios de estiércol humano, donde van a parar ladrones que roban gallinas para subsistir, hacen piquetes sindicales o que distraen sábanas de los almacenes para hacer pancartas, confirmándose una vez más que la ley es igual para todos, menos para quienes proclaman solemnemente este cínico eslogan.

ROBAGALLINAS

ROBAGALLINAS

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La máxima autoridad judicial del país, don Carlos Lesmes, que preside el Tribunal Supremo y el Consejo General del Poder Judicial, ha manifestado hace unos días que la Ley de Enjuiciamiento Criminal está «pensada para el robagallinas, no para el gran defraudador», lo que supone una gran traba para la lucha contra la corrupción.

Quienes siguen este blog habrán comprobado las muchas ocasiones que he depositado mi confianza en los jueces, como únicos ciudadanos que pueden limpiar la mierda que nos invade, pero las palabras de Lesmes me han devuelto a la indeseable realidad de quienes me han llevado la contraria, porque sin leyes adecuadas ni recursos, los jueces tienen poco de hacer por la regeneración democrática del país.

El mandamás de la justicia se limita a constatar una lamentable realidad, pero evita decir qué acciones ha emprendido el jefe nacional de las togas para corregir la situación, ni si va a dimitir de su cargo ya que las leyes vigentes no le permiten aplicar la justicia en los términos que expresa con su denuncia.

Robagallinas es término que no figura en el diccionario de la Academia, pero que todos los ciudadanos del mundo entienden, sin necesidad de aclaraciones complementarias, aunque convenga poner de manifiesto la diferencia entre el robagallinas de los corrales que distrae un pollo para comer y el ladrón de guante blanco que vacía el gallinero ajeno sin moverse del despacho ni ensuciarse las manos.

Constatar el incumplimiento sistemático del artículo 14 de la Constitución al tiempo que la mayor Institución del Estado proclama su cumplimiento, produce una mezcla de ira y decepción difícil de explicar, al comprobar que la cuenta corriente marca la diferencia y pone límites a una justicia que debería ser igual para todos.

INDULTOS QUE NO MERECEN INDULTO

INDULTOS QUE NO MERECEN INDULTO

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El indulto en España es medida de gracia excepcional que remite total o parcialmente las penas a los condenados en sentencia firma, siendo otorgada por el rey a propuesta del ministro de Justicia, previa deliberación del Consejo de Ministros, que se remonta a Ley de 1870 y consolida en 1988.

Hasta aquí, la parte visible del iceberg, porque la zona oculta revela que no se trata de una medida excepcional que suceda en contadas y justificadas ocasiones, sino de una norma de conducta de todos los gobiernos, abusiva y arbitraria, empleada en muchas ocasiones para anular condenas judiciales a miembros del partido gobernante o a relevantes personajes sociales, que nada tienen que ver con las razones humanitarias y rehabilitadoras que pide la ley, porque el indulto no necesita justificación ni consulta al tribunal que condenó.

De esta forma, a propuesta de sus ministros de Justicia, Suárez concedió 410 indultos; Calvo Sotelo 878; Felipe González 5.944, incluido el golpista Armada; Aznar 5.948, con los galeros reservados Barrionuevo y Vera; Zapatero 3378, con el bancolero Sáenz a la cabeza. Y, junto a ellos, cientos de traficantes de drogas, conductores suicidas y mossos torturadores, indultados por Rajoy, denunciando doscientos jueces los indultos en un manifiesto que firmaron contra “una decisión política indigna que supone un atentado contra la independencia de la justicia, impropia de un sistema democrático de derecho”, a la espera de lo que suceda con el delincuente Fabra que lleva años riéndose de la justicia y del pueblo.

Las cifras anteriores ponen de manifiesto una alegría indultadora, necesitada de inmediata rectificación legal para que los jueces que sentencien se pronuncien sobre los indultos previstos, el gobierno de turno dé explicaciones al pueblo y los ciudadanos muestren su grado de aceptación o rechazo a tal medida de gracia, para cortar de raíz ese apéndice del pulpo político cuyos tentáculos llegan a todos los rincones institucionales.

ZURDOS DE DERECHAS

ZURDOS DE DERECHAS

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Nada tiene que ver el fenómeno neurológico de la lateralidad con la ideología política, por muchos zurdos que haya de derechas y diestros de izquierdas, gozando estos de honrosa fama por su inoperancia, mientras el único siniestro de derechas que había, presentó su dimisión al ser llamado al Palacio de la Marquesa de la Sonora.

Ponerse a la izquierda del presidente en la Asamblea Nacional Constituyente de la Revolución Francesa, le valió a los diputados de esa zona el título de izquierdistas, galardón que han ostentado con orgullo ellos y sus descendientes ideológicos, sin que en sus filas haya diferente número de zurdos que entre los afiliados en la derecha.

Pero hay zurdos de derechas en la izquierda, no porque manejen la mano izquierda con soltura, sino por jugar al escondite en las listas electorales de la izquierda para ocupar sillones donde hacer política conservadora de derechas, por mucho que levanten el puño y canten la Internacional en los funerales, aunque no hayan compartido nunca el ideario.

Las estadísticas dicen que el 88 % de los mortales somos diestros y solamente el 12 % zurdos, estando mezclados en la misma proporción dentro de los partidos políticos, sin que hasta ahora sepamos los zurdos de izquierda que están en la derecha, aunque tengamos la seguridad que no pasan de tres, descontando el primo de zumosol.

Hace años se dio el extraño caso de un teórico diestro de izquierdas que estuvo camuflado en la derecha engañando a todos, hasta que fue ungido con óleos marianos del santuario monclovita, que lo maridaron al sillón, colmándolo de prepotencia y sobrado poderío, apto para retirar la venda a la justicia y sentar sus cejas en un plato de la balanza, anulando el esfuerzo del pueblo, jueces y abogados, por equilibrarla.

DETERGENTE JUVENIL

DETERGENTE JUVENIL

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En varias ocasiones he puesto mi esperanza en la justicia por encima de cualquier otra circunstancia, para limpiar el país de politiqueros, electoreros, corruptos, estafadores, despilfarradores, explotadores y otras gentes de mal vivir, que pisan con descaro en la sociedad llevando la insignia de la impunidad en la solapa, la sartén por el mango y el desdén en la mirada.

Pero el entusiasmo mantenido en que la redención viniera de los jueces está comenzando a diluirse como un azucarillo en el océano y espero poco de los libertadores judiciales, porque determinadas actuaciones de jueces y fiscales, no me permiten albergar mucha esperanza en la salvación de los valores humanos, sociales y democráticos que demanda la actual quiebra política, laboral y económica que padecemos.

Comienzo, pues, a poner mis desesperadas esperanzas en la rebeldía de una juventud noble y desinteresada, pensando que la valentía y honradez de los jóvenes es el único detergente capaz de limpiar la suciedad de corrupción, poniendo a cada uno en el sitio que le corresponde y salvando los valores realmente salvadores.

Solo alcanzamos a ver en los medios de comunicación la basura que sobresale de las alfombras, como punta de iceberg enmohecido con la podredumbre que anida en las instituciones, entidades financieras, religiones y otras organizaciones sociales amparadas por siglas que no se corresponden con la conducta que predican en sus códigos.

Nuestro rescate, amigos, no llegara del Banco Central Europeo, ni del F.M.I., ni de la justicia, sino de los jóvenes que nada tienen que perder porque les han robado el futuro aviesos corazones enfermos de codicia, ante la pasividad de los escaños, las togas, capelos y sindicatos, que han permitido el derrame sobre ellos de la undécima plaga bíblica, de la que se librarán con la misma fuerza que lo han hecho otras veces en la historia.

DROGAS

DROGAS

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Leo en un rincón del periódico que dos jóvenes han muerto a causa de las drogas, por adulteración y sobredosis, mientras los grandes traficantes del veneno deben estar celebrando en lujosas mansiones los beneficios de tan lucrativo negocio, sin enterarse ni mover una ceja por tan penosas defunciones.

Declararse enemigo de las drogas es una de las condiciones sociales exigidas al vecino, para condecorarle en la solapa civil con el título de buen ciudadano y persona de orden, temerosa de contagiarse con la blanca peste negra vergonzante y destructiva de personas, que ya están destruidas por la sociedad.

Desde Adán y Eva, que vivían felices en el paraíso terrenal, el ser humano no ha dejado de buscar paraísos artificiales para ahuyentar el dolor, acompañar la soledad y evitar el abandono, con remedios caseros rudimentarios o estimulando últimamente la vida con opios relajantes, heroínas liberadoras, cocaínas euforizantes, alcoholes hilarantes, pastillas gozosas, infieles “marías” o humeantes “chocolates”.

Drogas no, mil veces no y otras mil que tampoco. Vale. Pero la actual situación de tráfico y consumo de estas sustancias que envenenan el cuerpo y descuartizan el alma, obliga a pensar que la mejor solución sería que los Estados productores y/o consumidores cogieran el toro por los cuernos y lo doblegaran, como hizo Ursus con el morlaco en presencia de Ligia y todo el pueblo.

Mirando la historia y echando un vistazo al mundo que nos rodea, vemos que la “ley seca” americana multiplicó el crimen organizado durante los catorce años que estuvo vigente, consiguiendo su derogación que desaparecieran las mafias, se redujeran los precios, disminuyera la delincuencia y se moderara el consumo.

En algunos países musulmanes como Arabia Saudita se prohíbe la ingesta de alcohol, castigando severamente con cárcel a quienes incumplen el veto, propinándoles latigazos y sentándolos en el potro árabe. En Kuwait se conforman con la cárcel. Y en Qatar se deporta a los borrachos, mientras el resto del mundo “progresa adecuadamente” publicitando y consumiendo alcohol.

Estas experiencias me autorizan a pensar que legalizando y controlando debidamente el consumo de drogas se arruinaría a los traficantes, disminuiría el consumo, se evitarían abusos, se eliminarían estafas, aminorarían los delitos, menguaría la explotación, desaparecería el mercado negro, se limpiaría el dinero opaco, bajarían los precios, no habría muertes por adulteración, y los jueces, carceleros y policías tendrían más tiempo para dedicarse a otros menesteres.

JUECES BAJO MÍNIMOS

JUECES BAJO MÍNIMOS

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Jueces

En contra de mis deseos, esperanzas y predicciones, porque confío plenamente en que serán los jueces quienes liderarán la regeneración ética de la sociedad española, la última encuesta del CIS refleja que los magistrados son los peor valorados por la sociedad española, con un porcentaje del 59,01 %, muy distante de los 81,51 % que otorgan a los médicos.

Estos resultados ponen de manifiesto un preocupante descontento ciudadano con el poder judicial, traducido en desconfianza generalizada hacia las actitudes, compromisos y sentencias de los jueces. Algo que representa la mayor luz roja que podía encenderse en este país, pues en manos de los magistrados está nuestra salvación, dado que el poder ejecutivo nos aplasta con sus decretos desoyendo las quejas del pueblo y el legislativo legisla en beneficio de los legisladores, despreciando las iniciativas populares.

No puedo aceptar la opinión reflejada en la encuesta porque sería tanto como aceptar el desahucio vital del país, el homicidio social de los tramposos, el suicidio de los desfavorecidos, la victoria de los estafadores, el reinado de los mediocres y la pérdida de esperanza en la resurrección.

Me niego a compartir la opinión de mis vecinos porque eso me obligaría a tirar la toalla y desistir de toda lucha por la igualdad de oportunidades, el bien común, la defenestración de los despilfarradores, el destierro de la mediocridad, la limpieza institucional, el exterminio de los corruptos, la liquidación de la mentira y el dominio de la impunidad.