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INOCENTES PREGUNTAS DE LOS INOCENTES

INOCENTES PREGUNTAS DE LOS INOCENTES

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La liturgia católica recuerda hoy la condena a muerte decretada por Herodes contra los inocentes niños menores de dos años nacidos en Belén de Judea, dándonos pie a preguntar con la inocencia de los infantes, algunas cuestiones que ignoramos, para las que no tenemos respuesta:

Por qué los seres humanos gastamos en armamento para matarnos, el dinero que bastaría para erradicar enfermedades, eliminar el analfabetismo y extirpar el hambre.

Por qué los mandamases mienten sabiendo que mienten, prometen lo que no van a cumplir, perjuran ante los crucifijos y siguen considerándonos imbéciles de solemnidad.

Por qué los condenados por la justicia en sentencia firme no van a la cárcel y quienes debían acompañarles son indultados injustamente, por obra y gracia de los sin gracia.

Por qué el nacimiento en mansión y cuna de organdí redime de toda falta y pecado, mientras la llegada al mundo en chabola y jergón de paja, mutila, margina y castiga.

Por qué la justicia es igual para todos los beneficiados de su buena vista y para los condenados por su ceguera, siendo esas igualdades tan desiguales e injustas.

Por qué nos dejamos llevar por el tsunami de la resignación, la indolencia, el silencio y la apatía, sin avergonzarnos de nuestra estupidez, invalidez, ronquera y cobardía.

Por qué piden transparencia las personas más opacas; igualdad, quienes más discriminan; sinceridad, los más embusteros; justicia los aforados; y generosidad, los codiciosos.

Por qué el Evangelio cristiano y la Declaración Universal de los Derechos Humanos, siguen desterrados a las tinieblas del olvido, el incumplimiento y la conculcación.

Por qué los jóvenes aceptan resignados las tapias y alambradas puestas a su futuro y no cuelgan de las concertinas a los responsables de tanta frustración y condena.

Por qué los quebradizos ídolos sociales de barro, los dioses de porcelana mediática y los becerros de oro, han desplazado los valores eternos del trono que les pertenecen.

Por qué las personas honradas, lúcidas, trabajadoras, generosas, sinceras, abnegadas y con vocación de servicio público, no aparecen en listas electorales.

Por qué los políticos se han dejado suplantar por politiqueros; los estadistas, por electoreros; los sindicalistas por sindicalistos; los empresarios, por explotadores; los inversores, por especuladores; los apóstoles, por capelos;  y los trabajadores, por ovejas temerosas al pastor y sus mastines, cuando un topetazo de los muflones bastaría para arrojar a los rabadanes por el despeñadero.

¡ POR QUÉ NO TE CALLAS, PILAR !

¡ POR QUÉ NO TE CALLAS, PILAR !

Supongo que en el entorno de la infanta doña María del Pilar Alfonsa Juana Victoria Luisa Ignacia de Todos los Santos de Borbón y Borbón, alguien sensato la habrá mandado callar con la misma decisión que su hermano ordenó callar  al señor Chávez, y ella misma conmina al silencio a los súbditos de su hermano.

No es postura inteligente poner las cosas peor de lo que están, ni el sentido común recomienda meterse en gallinero ajeno, porque las salpicaduras de excrementos pueden llegar hasta las paredes de la Zarzuela, bastante enlodadas ya con los polvos esparcidos sobre la moqueta por el vasallo.

Oír a reales personas como esta infanta que “nadie es culpable hasta que los jueces lo digan, con lo cual, a callar”, hace tanto daño a los oídos como el cuenteo de billetes negros en la oscuridad de corruptos despachos, aunque los jueces no puedan acreditar el reparto de los cómplices.

Conviene advertir a esta señora que más importante es el delito moral de Urdangarín que la absolución penal del sobrinísimo, si ésta llegara a producirse, debido a las fisuras que tiene la ley para que se filtren por ellas los ladrones de guantes blanco y consortes de sangre azul.

Al hermano Juan corresponde ahora enmendar la plana a Juana porque la Edad Media queda lejos; la idiocia de los ciudadanos ha menguada; la credibilidad del pueblo a los disparates, nula; y sus palabras, dañinas para la renqueante monarquía.

No, duquesa, no. Los medios de comunicación no tienen culpa de nada, por mucho que usted se empeñe en matar al mensajero. Dirija la vista a su sobrilítico y véalo correr azarosamente por las calles de Washington como un vulgar ratero que huye de la policía, tras robarle la muleta a un minusválido y caramelos a los huérfanos, disfrazado con la humanitaria careta de Nóos.

Sepa querida hermana real que tampoco hay polémica alguna sobre el caso, como usted dice, porque para que haya polémica tiene que haber controversia, es decir, opiniones contrapuestas, y en este caso hasta las piedras del desierto anacorético de Judea claman justicia divina en vísperas de la dolorosa cuaresma que le espera a su sobrino.