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SESIONES DE CLASE

SESIONES DE CLASE

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Recién comenzado el curso académico, recuerdo las sesiones de clase compartidas durante más de tres décadas con jóvenes esperanzados por alcanzar la vida que esperaba, pero desganados por el tedio de la tarima y aburridos ante la rutinaria tarea que recomenzaba tras el descanso estival descubridor del “verano del 42”, inolvidable refugio donde todos estuvimos amparados algún día.

En las sesiones de clase se ejecuta el plan previsto horas antes, con actividades escolares de motivación, aprendizaje y evaluación, acordes con la metodología adecuada para desarrollar cada objeto de aprendizaje, utilizando materiales de apoyo en un tiempo prefijado de antemano.

El sentido profesional avisa al profesor en qué momento debe introducir el chascarrillo que provoque la sonrisa, el comentario que relaje la tensión intelectual y la broma que divierta a todos. Porque las clases tienen que ser divertidas y relajadas, para introducir en ellas menos temor y más humor, de forma que los alumnos se lo pasen bien mientras incorporan aprendizajes en su estructura cognitiva.

A lo largo del tiempo ha cambiado el perfil de profesor, el modelo de alumno, la metodología, las interrelaciones, las actitudes y el tratamiento personal, hasta el punto que todo lo vivido por mi generación tiene escaso parecido con la realidad actual. No porque la clase en sí misma sea otra cosa, no. Las sesiones de clase mantienen un duende, una emoción, un encanto, un riesgo y una seducción, a la que es difícil substraerse.

Son la quintaesencia de la profesión docente, donde es preciso darlo todo, hasta lo que no se tiene, porque el periodo de clase representa el momento de máxima tensión intelectual en la tarea escolar, siendo a la vez la actividad más estimulante y satisfactoria de cuantas comparten docentes y discentes, representando el mayor reto al que enfrentan juntos, aunque algunas veces domine la indiferencia, el desinterés y el bostezo.

PROCESO EDUCATIVO DEMOCRÁTICO

PROCESO EDUCATIVO DEMOCRÁTICO

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El sociólogo político Wert, – eventualmente ministro de Educación – afirma que “la comunidad educativa no puede ser una comunidad democrática, porque el proceso educativo no es democrático”, es decir, ni la comunidad educativa es democrática ni pueden serlo los procesos educativos, algo que hace retemblar la democracia, tambalear la Constitución y resquebrajar los principios didácticos básicos.

¿Cómo puede decirse que la comunidad educativa no puede ser democrática, si es el fundamento principal de la misma, en una sociedad democrática? ¿Qué base argumental tiene para decir que el proceso educativo es antidemocrático, cuando debe ser todo lo contrario?

Don José Ignacio se contradice al hablar de “comunidad educativa” negando al tiempo que ésta sea democrática, pues forman dicha comunidad un conjunto de ciudadanos vinculados por intereses educativos comunes, en el marco de una sociedad democrática, lo que implica su inevitable democratización.

En cuanto a negar la cualidad democrática de los procesos educativos, parece claro que el señor Wert se quedó estancado en la escuela de los picapiedra, ignorando que la educación es un proceso interactivo que exige participación activa del alumno en el aprendizaje bajo la orientación del profesor, como estimulador de las estructuras mentales del alumno para que éste pueda construir aprendizajes significativos y edificar interiormente una cultura perdurable que le permita posterior crecimiento intelectual.

El sistema educativo establece el marco, los contribuyentes ponemos los centros escolares y recursos humano-materiales con nuestros impuestos, siendo las aulas “unidades básicas de producción educativa”, donde se encuentran cuerpo a cuerpo los dos elementos que harán posible el aprendizaje, con participación colegiada, colaboración mutua, interés compartido y gestión democrática del proceso, porque a martillazo limpio de conceptos elaborados, evaluaciones sancionadoras y reválidas selectivas, no es posible apuntalar aprendizajes duraderos en la mente de los aprendices.

El hecho de que los procesos cognitivos estén influidos por aspectos psicológicos, perceptivos, culturales y sociales, que afectan al aprendizaje, nos obliga a recordar que la mente del alumno no es un saco vacío en el que todo cabe como pensaba la pedagogía tradicional, basada en la clase magistral, expositiva e impositiva.

En los procesos de enseñanza-aprendizaje que tienen lugar en el aula, se producen dos tipos de interacciones humanas que condicionan, sin reservas, las posibilidades de que los alumnos puedan construir significativamente los aprendizajes propuestos en los documentos de planificación curricular: las relaciones profesor-alumno y alumno-alumno, en el marco democrático que debe sustentarlas.

Hoy día,  la concepción de profesor dirigista y autocrático como único agente facilitador de los aprendizajes está desechada en todas las propuestas didácticas, por elementales que sean éstas y son capítulo abandonado en la actual apuesta metodológica.

No se trata de quitarle al profesor protagonismo en la tarea educativa, – algo que le pertenece por derecho propio, experiencia y conocimiento -, sino de abrir puertas al alumno para que éste participe democráticamente en el proceso educativo, realizándose la interacción profesor-alumno sin prejuicios ni reservas y considerando lo que el alumno aporte en la tarea, sin imperativo de que sus ideas sean admitidas necesariamente, pero sin desecharlas a priori, como propone el ministro.

El diálogo civilizado, la exigencia razonada, la tolerancia y la aceptación de opiniones diferentes a las propias, han de sobreponerse al poder omnímodo, la obstinación desmedida, la negativa sistemática y la defensa irracional de las propias posiciones, por acertadas que éstas sean, para evitar que la enseñanza desemboque en una vía muerta que no conduce más que a la esterilidad, el cansancio, la decepción, la frustración y el fracaso.

Imponer autoritariamente al alumno todos los elementos del currículo escolar desde la tarima, puede ser el preludio de inevitable descalabro. En la medida que los sujetos participen en el proceso de enseñanza-aprendizaje, se sientan coautores del modelo, compartan la metodología, participen en la evaluación y se impliquen en los diseños, mayores serán las garantías de que la educación discurra por cauces adecuados y no se desborde anegando todas las expectativas.

HOMENAJE A UNAMUNO

HOMENAJE A UNAMUNO

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He sido invitado por el Ayuntamiento de Salamanca a pronunciar un breve discurso frente a la casona de Bordadores, con motivo del septuagésimo séptimo aniversario de la muerte de Miguel de Unamuno y Jugo, en el acto que cada año organiza el Consistorio para homenajear al personaje.

A las cuatro de la tarde del jueves 31 de diciembre de 1936, caía nuestro hombre de bruces sobre la camilla de su casa, herido de muerte a causa del “mal de España”, aunque el doctor Adolfo Núñez certificara que murió por una hemorragia bulbar, en plena guerra incivil española, con el alma ensangrentada de dolor.

Ese día enmudeció una de las voces más sabias de nuestra historia; un liberal socialista con ideario político sin ataduras partidistas; un intelectual comprometido con la liberación de obreros y campesinos; un republicano decepcionado con los gobiernos republicanos; un padre espiritual de sus alumnos; y un profesor excepcional.

Padre que concilió la bondad doméstica con la firmeza paterna; político leal con la verdad y el servicio público; maestro benevolente en la cátedra y exigente en el trabajo; agitador de conciencias dormidas; formador de espíritus rebeldes; luchador por la justicia; rector diligente; hombre sabio, rebelde, honrado, generoso, inconformista, sincero y, sobre todo, leal a sí mismo, a su familia, a su profesión y a sus amigos.

A quien fue Catedrático de la Universidad de Salamanca, Rector vitalicio de la misma, diputado nacional en las Cortes Constituyentes de la segunda República, concejal electo del Ayuntamiento de Salamanca, alcalde honorario perpetuo del mismo, presidente del Consejo de Instrucción, Ciudadano de Honor de la República, doctor honoris causa por las Universidades de Oxford y Grenoble; presidente de la Liga de Derechos del Hombre; candidato a Premio Nobel; presidente del Ateneo; presidente del Casino; presidente de la Federación Obrera; novelista, poeta, dramaturgo, ensayista, filósofo, articulista, crítico literario, prologuista y dibujante, evocamos hoy en esta humilde bitácora al cumplirse setenta y siete años de su muerte.

A este luchador contra todo y contra todos, incomprendido por todos, víctima mortal de la guerra y protagonista sin pretenderlo de la tragedia griega que le tocó vivir entre dos cruentas guerras civiles, vaya este abrazo filial hasta el nicho donde descansa su cuerpo cansado de tanto bregar, mientras su alma deambula por los corredores de un misterioso hogar, sin encontrar respuesta a los interrogantes que atormentaron su vida.

GARCÍA CALVO, IN MEMORIAM

GARCÍA CALVO, IN MEMORIAM

Por correo amigo ha llegado hasta la pantalla de mi ordenador la muerte de García Calvo, produciéndome el sacudimiento interno que genera un suceso inevitable que a todos espera, por inesperada que sea siempre su llegada a nuestra vida. Hoy también “doblan las campanas” por los miles de jóvenes que un día seguimos los pasos de este luchador por la utopía, más allá de toda realidad.

Se ha ido el último intelectual rebelde de una generación irrepetible, que se sublevó desde la cátedra contra el abuso del sistema, las mentiras del régimen, el poder establecido y la falta de libertades, pagando por ello el alto precio de la deportación docente, junto a Tierno Galván y López Aranguren. Heroísmo socio-intelectual que consuela la soledad de Isabel Escudero, a quien abrazo hoy desde mi bitácora.

El compromiso de Agustín con la verdad le llevó a decir que no tenía más principios que la repugnancia con la mentira, apagando con su testimonio de vida los rumores que corrieron por las redacciones de periódicos, difundidos por despachos impositivos, a los que respondieron con sus donaciones muchos ciudadanos anónimos, agradecidos por entregarles, sin pedir nada a cambio, el poema “Libre te quiero”, que siempre he llevado conmigo, desde que tuve ocasión de agradecérselo personalmente.

Su mayor legado intelectual no fueron los tres premios nacionales acreditados por sus ensayos, novelas, traducciones o el himno de la Comunidad de Madrid por el que Leguina le pagó una simbólica peseta, sino el ejemplo que dio a todos de compromiso social por la liberación del pueblo, desconocido hoy en las tarimas universitarias, donde reina el silencio y la complacencia de quienes debían liderar la revolución social que exige el insolidario, depredador, injusto y mutilante sistema que nos gobierna.

ESCRIBIDORES Y PSEUDOINTELECTUALES

ESCRIBIDORES Y PSEUDOINTELECTUALES

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No puede llamarse escritor a todo aquel que escribe, aunque muchos se autoproclamen escritores, sin serlo. Bien es verdad que el diccionario se empeña en decir lo contrario, estableciendo que todo ser humano que escriba, es escritor, lo haga bien o mal. Pero también es cierto que permite llamar a los malos escritores, escribidores. Pero ¿cómo debemos llamar a los buenos escritores? Nadie lo sabe.

Ante tal indefinición, resulta que todos los ciudadanos que no sean analfabetos, son escritores. ¿Os explicáis ahora por qué en los manifiestos, adhesiones, proclamas, denuncias y peticiones, aparecen tantas firmas de escritores que no pasan de ser escribidores?

Tal ambigüedad abre de par en par las puertas a copistas, escribientes, redactores, amanuenses y prosistas. Todos ellos escritores, aunque no lo sean. Por eso, para distinguir los escribidores de los otros, – pendientes de definir -, hemos optado por una solución de emergencia anticipando un adjetivo apocopado para definirlos diciendo que fulano de tal es un “buen escritor”, para distinguirlo de los escribidores. Éstos no saben jugar con las palabras para hacer con ellas obras de arte literarias que deleiten a quienes se acerquen a sus escritos. Hoy escribe todo el mundo y todos se llaman con razón – aunque les falte toda -, escritores.

Algo parecido ocurre con los intelectuales. Hay pseudointelectuales en España como para detener un tren de alta velocidad cuando galopa desbocado por los carriles de las vías férreas. Si a los falsos intelectuales les diera por jugar al corro de la patata se les quedaría pequeño el ecuador terrestre. Afortunadamente, en este ámbito se ha reservado el término sabio a los tres o cuatro que lo merecen, aunque al paso que vamos no tardarán en proliferar lumbreras de pacotilla aparentando tener el más alto grado de conocimiento, aunque en realidad sus saberes no pasen de erudiciones vulgares, al alcance de cualquier mortal. Todos ellos se colarán entre las fisuras que han dejado en los renglones del diccionario los habitantes de la casa que para ellos diseñó don Miguel Aguado, en la calle Felipe IV de Madrid. Leyendo lo que en él se dice, resulta que las listas de intelectuales que por ahí circulan son ciertas, porque todas las personas incluidas en ellas se dedican preferentemente al cultivo de las ciencias y las letras. En este caso, la solución a tomar para distinguir unos de otros, es parecida a la de los escritores. Por eso, en determinados momentos cuando hablamos de intelectuales, añadimos la cualidad de veracidad a la persona concreta a quien nos referimos, diciendo que es un intelectual “de verdad”, para superar equívocos que nos lleven a incluir en ese grupo a todos los que se cuelan de rondón en él.

¿Y qué decir de los expertos? ¡Madre mía! Si éstos volaran no llegaría la radiación solar a la Tierra. Han proliferado como los procariotas, por bipartición, repartiéndose entre ellos los beneficios de las ondas  hertzianas y la radiación catódica, generando abundante desinformación, que termina normalmente con una manipulación de datos, cifras, hechos, realidades y fechas, que sólo complace a los simpatizantes  homínidos que los escuchan, miran y leen embaucados por su beocia.

Finalmente, están los opinadores. Sí. Detrás de cada español hay un perito en fútbol, economía, urbanismo, educación, medicina, alfombras orientales o punto de cruz, aunque no sepan enhebrar la aguja, ni dar una puntada. Cogiendo el rábano por las hojas y aprovechando que el río está revuelto, aquí todo el mundo quiere ser pescador.

Sin entender muy bien eso de la capacidad humana de opinión, ¡hale!, a opinar. De lo que sea. Basta darse una vuelta por bares, peluquerías, tertulias radiofónicas, blogs, mentideros y verdulerías, para comprobar esto. Todos a opinar, incluso de lo que no saben.

Esta es mi opinión, y la paradoja con que vivo a diario mis contradicciones, en una sociedad infestada de escribidores, pseudointelectuales e inexperientados, que comenzarán a aparecer en listas de listos durante la campaña electoral que se avecina.

LOS TIENESTUDIOS

LOS TIENESTUDIOS


LOS TIENESTUDIOS

Dentro de la variopinta fauna política donde hay especímenes de todas clases, existe la pandilla de los “tienestudios”, donde se agrupan todos los retrasados de la clase, que fueron incapaces de alcanzar una titulación universitaria.

Son individuos de bajo perfil intelectual y mucho poder. De escasa formación mental y mucho poder. De insuficiente capacidad de pensamiento y mucho poder. De poca cultura, escasa educación y mucho poder. Ignorantes de que las urnas dan eso, poder, pero nunca sabiduría.

Es un grupo sexualmente mixto porque lo único que les distingue son las prendas íntimas y la posibilidad de parir o no de parir. Por lo demás no hay diferencia entre ellos, ya que la procedencia social no limita sus posibilidades, que son infinitas, ni la falta de inteligencia es un obstáculo para llegar donde su ambición determine, si el partido lo permite.

Como de todo se aprende, el mal ejemplo de algún sabio, plurititulado en nada, les enseñó que el camino seguido por tan nefasto sujeto de presumir de títulos universitarios inexistente tenía que sustituirse por la torpe ambigüedad del “tienestudios”. Y digo torpe porque hasta la Antártida llegan las carcajadas de los ciudadanos cuando leen en las biografías de tales mendas que “tienen estudios de…” Pongan ustedes a continuación de los puntos suspensivos lo que les plazca y cumplirán con la moda política del “tienestudios”.

De forma tan burda pretenden convencer a los votantes que fulano es casi arquitecto; que mengano, está a punto de ser médico; que zutano se encuentra a las puertas del Nobel; y que a perengano le falta un suspiro para ser magistrado.

Tales mentecatos ignoran que esa trampa dialéctica no distrae ni engaña a los ciudadanos que pretende confundir, porque con la artimaña que emplean todos los españoles tenemos estudios de todo.

¿Quién no tenido en sus manos el plano de una casa? ¿Hay alguien que no se haya leído un prospecto de medicina? ¿Cuántos semejantes no han dedicado algún minuto de su vida a leer una página literaria? ¿Quién no ha puesto su atención en una sentencia judicial? ¿Existe alguien que no haya garabateado un dibujo? ¿Alguien se ha privado de meditar con el libro sagrado entre las manos? Pues, según ellos, eso nos permite tener estudios de arquitectura, medicina, literatura, judicatura, arte y teología, capacitándonos para lo que no están capacitados quienes integran el grupo de los “tienestudios”.