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Etiqueta: inmigración

INMIGRACIÓN EN AMÉRICA

INMIGRACIÓN EN AMÉRICA

ellisisland

Madrugadoras ondas han traído hoy a mi mesa de trabajo la protesta de varios norteamericanos quejosos con los inmigrantes que llegan a los Estados Unidos porque, según ellos, merman sus salarios, dañan las condiciones laborales, perjudican la convivencia y ponen bombas en las calles, como sucedió en Boston, por lo que pedían la expulsión inmediata de los inmigrantes pobres, como ya hicieron en el siglo XIX, alegando argumentos bien sabidos.

Efectivamente, ya en 1882 el Congreso americano aprobó una Ley de Exclusión prohibiendo la entrada a personas de origen étnico diferente a los propietarios del territorio, provocando una hostilidad popular creciente hacia los inmigrantes chinos, africanos y latinoamericanos, fácilmente identificables por el color de su piel y los rasgos faciales, que trabajaban en condiciones indignas, recibiendo escaso salario, desprecio, maltrato y explotación de los patronos.

En la nómina y las condiciones laborales estuvo el origen de La Ley de Contratación de Trabajo de 1885, promulgada para evitar la mano de obra barata, irritante para las organizaciones de trabajadores americanos de aquel tiempo, que protestaron por considerar tales contrataciones perjudiciales a sus intereses, ya que rebajaban los salarios y quebrantaban las condiciones laborales conquistadas.

Hasta 1917 se impusieron tasas especiales a los inmigrantes y se incrementaron los controles fronterizos, calificando como indeseables a todos aquellos que eran una carga pública para el Estado, como: enfermos, lisiados, débiles mentales, analfabetos, epilépticos, prostitutas, homosexuales y mendigos, permaneciendo aún vigente la exclusión de algunos de ellos en el momento actual.

ARGUMENTOS PERVERSOS

ARGUMENTOS PERVERSOS

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Las razones esgrimidas por algunos dirigentes políticos y financieros, recuerdan los perversos argumentos utilizados por los esquilmadores españoles de los siglos XVI y XVII que invadieron el nuevo continente, justificando la rapiña de tesoros, los cristazos convertidores de infieles y el exterminio de rebeldes, con palabras que hoy ofenden al sentido común.

En aquellos tiempos se justificaba el suicidio de los indios en las islas del Caribe diciendo que eran holgazanes y se negaban a trabajar. Hoy los suicidios por desahucios se atribuyen a la poca cabeza de los que se ahorcan, mientras el expresidente de la patronal decía que estamos como estamos porque se trabaja poco y se cobra mucho.

En aquellos tiempos los virreyes atribuían a Satán y a la estupidez, que los indios creyeran en sus sueños y pretendieran hacerlos realidad. Hoy Marina del Corral, la secretaria general de Inmigración y Emigración, afirma que los jóvenes licenciados y doctores emigran al extranjero, llevados por “el impulso aventurero de la juventud”.

En aquellos tiempos se informaba desde el territorio conquistado a la corte española, que los rebeldes eran pocos y todos estaban conformes con la explotación, los castigos y las conversiones, porque la mayoría de ellos permanecía resignado en sus chozas. Hoy el presidente del Gobierno dice que la mayoría silenciosa está de acuerdo con los recortes porque se queda en casa y no acude a las manifestaciones.

En tiempo de los esquilmadores se decía que los indios eran incapaces de dominar sus instintos porque comían cuando tenían hambre y no cuando era la hora de comer. Los recortadores de hoy recriminan a los parados que no quieran trabajar y prefieren vivir de las prestaciones por desempleo para satisfacer su primitivo instinto de comer.

En tiempos de los profetas redentores, estos justificaban que los indios adoraran la naturaleza y la tuvieran por madre sagrada, porque eran idólatras. Hoy el ministro de Justicia atribuye las huelgas judiciales a la ambición económica de los jueces y no a su celo por mejorar la profesión que adoran.

En tiempos de los saqueadores se justificaba la desnudez de los indios porque eran salvajes que no tenían vergüenza. Hoy las mareas blancas y verdes de médicos y profesores son descalificadas, porque se trata de rojos sinvergüenzas que salen a la calle sin motivos, en vez de estar en los consultorios, aulas y quirófanos.