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Etiqueta: Iglesia

VISITA PAPAL

VISITA PAPAL

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No son pocos los que denuncian la falta de compromiso de la jerarquía católica con la situación de incultura, pobreza y hambre en el mundo, amparada en misioneros, comedores de Cáritas, acciones de la Cruz Roja y trabajo de las ONGs.

También abundan ciudadanos indignados con la visita del Papa a España, por el innecesario alarde propagandístico desplegado que hiere todos los versículos evangélicos y congela el alma de los creyentes cristianamente proféticos, éticamente comprometidos con la liberación terrenal y enojados con los folclóricos mensajeros de la guitarra, pancarta, pandereta y bandera.

Cuesta mucho aceptar que un Estado constitucionalmente laico patrocine una desmedida celebración católica, pero resulta más imposible de digerir que una religión cuyo lema es el amor solidario, insulte al mundo tirando por la ventana en propaganda ideológica ¡¡cincuenta millones de euros!!, sin importarle la hambruna en el cuerno africano o la depresión profunda que sufren millones de desfavorecidos en el primer mundo.

En un intento por lavar sus conciencias, los promotores y cómplices del evento afirman que los beneficios de JMJ duplicaran a los gastos, pero evitan decirnos a qué bolsillos irán a parar la mayor parte de las ganancias.

Todo ello con el cinismo de un banco que patrocina la bienvenida papal, al tiempo que niega créditos de subsistencia a pequeños empresarios, embarga casas a los parados y desahucia a los morosos que sobreviven con mendrugos y desperdicios de los contenedores.

Esto nos obliga a recordarle a la Iglesia católica que mueren de hambre diariamente 100.000 hijos de Dios; que 1.000 millones de ellos carecen de vivienda digna y otros tantos sobreviven en la pobreza más extrema; que 1.800 millones de esos hijos de Dios no tienen acceso al agua potable, ni a los servicios básicos de salud, ni a medicamentos esenciales; que el 25 % de los niños no tienen acceso a la educación primaria, uniéndose a los 876 millones de adultos analfabetos; y que 42 millones de tales hijos de Dios llevan el virus del SIDA en sus venas.

También habría que decirle a esta Iglesia católica que con esos 50 millones de euros que se van a gastar en turismo evangélico, se podrían haber construido en España 980 viviendas de protección oficial de 100 metros cuadrados útiles, cada una. O que se hubieran levantado 6 hospitales con servicios fundamentales para atender a 20.000 habitantes; o 15 residencias para albergar a 120 mayores de 65 años, cada una; o 25 colegios de Primaria para 675 alumnos; o 13 Institutos de Secundaria con ESO, Bachillerato y Ciclos para 1.500 alumnos cada uno; o que se hubieran repartido 33.000 becas de ayuda compensatoria para familias necesitadas; o que se hubieran creado 12 centros de investigación y desarrollo en comunicaciones, por ejemplo.

Pero no. La jerarquía católica ha debido considerar que estas son cosas de menor importancia, y ha optando por la guitarra, la mochila, la carpa, el folclore, las consignas, los aplausos, las alfombras y la mercadotecnia, en un alarde propagandístico vergonzante, precisamente cuando más obligación tenía la Iglesia de emular a Churchill prometiendo a sus hijos sangre, sudor y lágrimas, hasta redimirlos de la incultura, el hambre y la pobreza.

RESURRECCIÓN

RESURRECCIÓN

RESURRECCIÓN

Vamos a ir directamente al grano: La resurrección del Hijo del Hombre pertenece en exclusiva al espacio de la fe religiosa y justifica ésta, porque como dijo Pablo de Tarso sin la resurrección los católicos no irían a parte alguna.

Pero la realidad es que nunca llegará a probarse la resurrección como hecho histórico, encontrándose el automilagro en la capacidad para creer – o crear – lo que no se ha visto, quedando la Iglesia como fedataria de un hecho inexistente, como tantos otros, y la fe dando solución al enigma con la sartén por el mango, arrimándole sartenazos al incrédulo.

De igual manera, tampoco se ha podido demostrar que Jesucristo no muriera en el Gólgota, que curara sus heridas en casa de Magdalena y terminara emigrando a la India, donde casó con mujer nativa, muriendo de viejo rodeado de hijos y nietos.

Llama la atención que los cuatro cronistas oficiales reconocidos por la Iglesia Católica Apostólica y Romana no se pongan de acuerdo en los hechos acontecidos en el día que hoy se conmemora, como puede comprobarse leyendo los relatos descritos por cada uno de ellos, donde el único punto de encuentro entre los cuatro es la presencia de María Magdalena y la propia resurrección del muerto.

Por otro lado, es curioso que el resucitado no se presentara a sus seguidores con el mismo aspecto físico ni la misma cara que los discípulos le habían visto durante los años que estuvieron con él. En caso contrario no puede entenderse que dos de estos amigos no le reconocieran cuando conversó con ellos camino de Emaús. Ni que su enamorada Magdalena le confundiera con un hortelano cuando se presentó ante ella. Ni que a los discípulos tuviera que mostrarles sus manos y costado para que le reconocieran, con ayuda del Espíritu Santo, claro. Ni que Tomás se viera obligado a meter la mano en la herida. Ni que los pescadores del Tiberiades sólo le reconocieran al sacar las redes llenas de peces siguiendo las instrucciones del “aparecido”, y no cuando se acercó a ellos.

Es la fe responsable de que las montañas se muevan o los pollinos vuelen y de hacer creer a los fieles lo que no han visto, como es el caso de la resurrección, fundamento, justificación y sostén de la doctrina católica.

Quiero terminar esta serie que comencé el Viernes de Dolores con las siguientes palabras de Buda, por si algún lector de este cuaderno quiere hacer uso de ellas:

“No creáis en nada simplemente porque lo diga la tradición, ni siquiera aunque muchas generaciones de personas nacidas en muchos lugares hayan creído en ello durante muchos siglos. No creáis en nada por el simple hecho de que muchos lo crean o finjan que lo creen. No creáis en nada sólo porque así lo hayan creído los sabios en otras épocas. No creáis en lo que vuestra propia imaginación os propone cayendo en la trampa de pensar que Dios os inspira. No creáis en lo que dicen las sagradas escrituras sólo porque ellas lo digan. No creáis a los sacerdotes ni a ningún otro ser humano. Creed únicamente en lo que vosotros mismos habéis experimentado, verificado y aceptado después de someterlo al dictamen  de la razón y a la voz de la conciencia”

 

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