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SALVADA DEL OLEAJE

SALVADA DEL OLEAJE

Anamar

Debemos carta a quien nos envía sonrisas azules y abrazos pespunteados en crestas de mansas olas, portando nostalgias volanderas a la playa sobre espumas sombreadas con silueta mecida entre ellas, gozando melancólica de los jarales serranos.

Esto hace quien fue salvada del oleaje cuando la tempestad de la vida hizo naufragar la goleta donde navegaba acompañada por un timonel que la dejó abandonada con una vía de agua en el alma, imposible de restaurar en astillero alguno, hasta que la mar ahogó el insomnio en la almohada del agua, devolviéndole la sonrisa.

Sirena del Mediterráneo, que guarda confidencias acuosas de luminosos amaneceres en playas desiertas, donde su huella deja palabras como testigo de íntimas conversaciones, paseando sobre la arena cálida que lisuriza la playa, al tiempo que certifica el paso de la sirena adoptiva recordando el corazón que abandonó en la sierra.

Mar que inunda la ventana de luz donde sueña con recuperar cuanto tuvo, mereciendo el privilegio de los afortunados con la mirada azul que le devuelve la vida compartida hoy con el abandono del agua, donde sumerge la esperanza que los profetas proclamaron al viento de levante, al llevarse los recuerdos al olvido.

Hablando hacia dentro con el mar ha vuelto a encontrar el sentido de las palabras y recuperado las promesas que estaban emigradas en paradero desconocido, cuando el desamor tiró la puerta abajo destrozando la intimidad compartida en la inocencia de una juventud recuperada con vocación de permanencia.

Arrancamiento profundo y desgarrada herida cerrada con puntos de ola, dejando la cicatriz visible solo a quienes merecen la confidencia de la sirena, que hoy nada libremente en el mar de la vida dejando afectuosa huella en todos los que encuentra a su paso, porque la extremaunción es un recuerdo sustituido por la unción de felicidad ganada con su sonrisa.

VAMOS A ESTRUJAR EL DÍA

VAMOS A ESTRUJAR EL DÍA

Amanecer

Es obligado soplar cada mañana la negra nube de la rutina para cruzar felices el rubicón del día que nos espera. Hay que apartar la losa agónica de la nada eterna para alcanzar la resurrección en la jornada. Es preciso gritar, alzar los brazos, cantar, reír y saltar asombrados ante el milagro de la vida que amanece, para ahuyentar la pesadumbre.

Vamos, pues, a ganar la vida que hoy nos espera, mirándola a la cara sin extrañeza por su llegada, reservando las dudas para mañana y sin tener en cuenta sus andanzas de ayer para evitar el rapto de la memoria, porque debemos hospedarnos cada día en la jornada que despierta con el deseo de alcanzar la sorpresa desprevenida que no ven los profetas del infortunio.

Vamos a estrujar todo lo bueno que nos traigan las horas que tenemos por delante, aprovechando la nueva oportunidad que nos da la suerte para hacerlo, conscientes de que no será un día menos que nos queda sino el día a mayores que hemos robado a la innombrable, aunque sepamos que nos espera cuando no podamos cumplir nuestro propósito de ganarle cada día un minuto más de felicidad a la vida.

¡CUÍDATE, PACO!

¡CUÍDATE, PACO!

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Los amigos preocupados por mi bienestar continúan diciéndome con indudable cariño, en correos electrónicos, llamadas telefónicas y encuentros: “¡Cuídate, Paco!”, sin que haya podido desentrañar con certeza absoluta el origen de tal deseo ni su alcance, sabiendo que no se trata de un sonsonete carente de sentido, o un latiguillo de moda que corre de boca en boca. No, el buen deseo de los amigos y amigas hacia mí es sincero.

Pero tan noble consejo provoca en mi ánimo ligeras turbaciones, porque ninguno de los bienintencionados consejeros me explica los argumentos que les lleva, de forma tan insistente, a inquietarse por mi salud y bienestar, sin que yo haya hecho méritos reconocidos para llevar el desasosiego a sus sentimientos.

A veces pienso que sus buenas intenciones obedecen a que me ven algunos días fuera de mí por razones de inconformismo y rebeldía con la situación que muchos padecemos, y esto les hace pensar en posibles dolencias ocultas que, de momento, se mantienen alejadas de mi horizonte, aunque soy consciente que no tardarán en llegar porque la vida es tenaz en su empeño de llevarnos a todos a la estación término.

En otras ocasiones, intuyo que me sugieren cuidarme pensando que llevo una vida muy agitada con poco descanso, pero no parece que este sea el caso, porque hago deporte a diario, llevo buena alimentación, no fumo y mis vicios se reducen a compartir un saludable vaso de vino, con buenos amigos entre los que ellos se cuentan, a quienes agradezco sus buenas intenciones y sinceras confidencias.

En todo caso, compláceme que me pidan cuidarme porque escondido en tal deseo hay una carga de afecto, simpatía y cariño que no siempre merezco, porque con algunos de ellos no he correspondido a cuanto me han entregado, sin pedir nada a cambio.