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EVA BRAUN

EVA BRAUN

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He agotado todo el Primperán de las boticas salmantinas para contener las náuseas y vómitos que me ha producido la visión del reportaje “Eva Braun en la intimidad de Hitler”, donde esta trapecista aficionada muestra el rostro más abominable del desprecio a la vida de los demás, incluyendo en este multitudinario grupo a todo aquel que se moviera o se quedara quieto, porque el caso era matar, asesinar, fumigar, torturar y exterminar.

Las imágenes tomadas por esta fotógrafa en Berghof son un testimonio de valor documental incuestionable, pero revelador de la indiferencia con que se vivía en el lujoso refugio hitleriano las masivas muertes de soldados alemanes y aliados en el campo de batalla, junto al exterminio de judíos y discapacitados en los campos de concentración.

Llamarse Eva es para las mujeres católicas un privilegio puesto que fue la primera mujer que vio a Dios al nacer, cuando este decidió hacer una obra de arte eterna con la costilla del hombre procedente del barro que dio vida al primer ser humano, creado a imagen y semejanza de su Hacedor, según el relato bíblico.

Pero tal privilegio de nombre se torna en tragedia si lleva como apellido Braun, terminando en suicidio al cambiarlo por el de Hitler en el bunker del matarife, donde el cianuro hizo su tarea cuando Berlín era un despojo en manos de los aliados y el país germano estaba diezmado de ciudadanos por seguir estos ciegamente las instrucciones de un visionario resentido ante el fracaso alemán en la primera guerra.

EL PRETEXTO DEL REICHSTAG

EL PRETEXTO DEL REICHSTAG

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Nunca el incendio provocado por la vesánica mano de un pirómano tuvo consecuencias políticas tan nefastas como la propiciada por el comunista holandés Marinus van der Lubbe un día como hoy de 1933, cuando prendió fuego al Reichstag alemán abriendo de par en par las puertas al nazismo, aunque en 2008 se demostrara que Marinus nada tuvo que ver en el incendio del Parlamento alemán.

El canciller Hitler utilizó el incendio como pretexto para iniciar la caza de marxistas, ayudado por Goering que ordenó encarcelar a todos los comunistas berlineses por cómplices, promotores y encubridores del hipotético incendiario, exigiendo los nazis la declaración del Estado de Emergencia y obligando al octogenario presidente Hindenburg a decretar la abolición de los derechos fundamentales, dando pie a que los comunistas ingresaran en las cárceles.

Con el Reichstag echando humo todavía, el Führer puso Alemania boca abajo aprovechando la anulación de siete derechos básicos fundamentales, como los de reunión, expresión, opinión y asociación, rodando comunistas por el suelo como indefensas moscas fumigados por el nazismo, inspirando los campos de concentración para encerrar a los 25.000 ciudadanos que cayeron en pocos días, ante el silencio entumecido de los países europeos.

NACE LA NACIONALISTA RADIO NACIONAL

NACE LA NACIONALISTA RADIO NACIONAL

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En el salmantino Palacio de Anaya, a dos pasos del bunker ocupado por Franco en el jardín del palacio cedido por el obispo por Pla y Deniel, se instaló la Oficina de Prensa y Propaganda bajo las órdenes del brazo no mutilado del general Millán Astray, fundador de la Radio Nacional de España que emitió su primer programa un día como hoy de 1937.

Emisora que mantiene el nombre original que le puso el tuerto militar, por ser la propagandista del bando rebelde nacional que ocupaba media España, siendo hoy la emisora de España entera por obra y gracia democrática, desde que en 1989 distintas emisoras se fusionaron para formar Radio Nacional de España, más tarde integrada en el Ente Público RTVE hasta que el 1 de enero de 2007 aparece la Corporación RTVE, convirtiéndose la emisora en sociedad mercantil de todos los españoles.

En la primera emisión de aquel martes 19 de enero de 1937 estuvo presente Franco y el embajador de los nazis asentados en Salamanca, Von Faupel, que habían facilitado a los “nacionales” un emisor Telefunken de 20 kW de potencia, utilizado por Hitler durante los Juegos de Berlín, regalo del ministro de Propaganda, Joseph Goebbels, al caudillo.

El militar reciclado a periodista Fernando Fernández de Córdoba pronunció las primeras palabras a las nueve en punto de la noche diciendo: “Atención, habla España”, con la misma fortaleza de voz que anunciaría dos años después el final de la guerra incivil y el comienzo de la Victoria, dando paso a Franco quien leyó un discurso sobre “la gran campaña difamatoria contra la España nacional y católica desencadenada por los comunistas rusos».

CAMBIÓ PODER POR VIDA PADRE

CAMBIÓ PODER POR VIDA PADRE

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Sería reconfortante creer que el rey Eduardo VII renunció al poder por amor, pero la realidad parece bien distinta porque cuando se autodestronó mantuvo privilegios, sueldo y favores de rey, sin tener complicaciones de reinado que perturbaran la buena vida que se pegó tras abdicar un día como hoy de 1936, diciendo: “No puedo soportar la pesada carga de responsabilidad y desempeñar mis funciones como rey, en la forma en que desearía hacerlo, sin la ayuda y el apoyo de la mujer que amo”. Vale, pues.

Efectivamente, Edward reinó solamente 325 días porque una de las señoras casadas cautivadas por este mujeriego enfermizo, le convenció que vivirían juntos mucho mejor sin complicaciones cortesanas, como así fue desde que contrajo matrimonio con la doblemente divorciada Wallis Simpson, célebre estadounidense que compartiría con él los placeres de la vida y el ducado de Windsor.

Su simpatía con los nazis enervó al primer ministro Winston Churchill que montó a la pareja en un barco que los llevara a las Bahamas, donde Eduardo ejerció de gobernador, al olerse que Hitler contaba con él para reinar en el Estado fascista inglés que pretendía.

Tanto en las islas gobernadas como en su ajetreada vida europea, pasearon su amor por diferentes países, en fiestas millonarias, lujosas mansiones, viajes en el Oriente Express, castillos engalanados y hoteles de cuarenta estrellas, yantando, libando, cantando y bailando, con el dinero de los contribuyentes ingleses, desconocedores de sus excentricidades.

PROCESO DE NÚREMBERG

PROCESO DE NÚREMBERG

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Mientras los medios de comunicación recuerdan que hace hoy tres años los populares arrasaron en las urnas,  setenta y ocho años que murió el líder falangista José Antonio y treinta y nueve años que el generalísimo Franco dejó pacíficamente su vida en una habitación del pazífico hospital madrileño para irse a descansar al católico valle de los muertos junto a miles de caídos en la contienda bélica ganada por él, yo prefiero recordar que un día como hoy de 1945 comenzó en la ciudad alemana de Núremberg el juicio a los nazis vencidos en la segunda gran barbarie mundial.

Diecisiete naciones acordaron procesar y juzgar a veintiún representantes del Tercer Reich responsables de la muerte de millones de ciudadanos, con la ausencia del jefe Hitler que decidió irse de este mundo por la puerta de atrás pegándose un tiro en la misma cabeza donde brotaron sus maléficas ideas, desparramando los sesos por distintas partes del planeta, sin que los terrícolas hayan escarmentado, y sigan a tiro limpio unos contra otros, en distintas partes del satélite solar.

El resultado final de nueve meses de interrogatorios y testimonios, fue que once de los acusados marcharon en fila india camino del patíbulo, siete durmieron durante años en la cárcel y tres de ellos pudieron seguir paseando libremente por las calles alemanas, arrastrando su mala conciencia.

Pero la noticia más sorprendente que ahora percibimos con perspectiva histórica, no fueron las sentencias judiciales, sino que el genocida Stalin fuera el promotor del juicio, en contra de la opinión de Churchill y Roosevelt que optaban por fusilar a todos los criminales nazis de forma directa e inmediata.

Nuremberg fue lugar elegido por exclusión de los demás, pues era el único palacio de Justicia alemán que reunía las condiciones para el juicio tras la contienda, ya que todos los demás estaban en ruinas o inhabilitados para albergar semejante juicio.

ESTADOS UNIDOS ENTRA EN GUERRA

ESTADOS UNIDOS ENTRA EN GUERRA

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La mañana del sábado 6 de diciembre de 1941 comenzó el final de la Segunda Guerra Mundial, cuando los jefes de la Armada Imperial Japonesa ordenaron a los pilotos de su fuerza aérea que bombardearan la base naval que los Estados Unidos tenía asentada en el interior de un lago marino sobre la isla hawaiana de Oahu, llamada Pearl Harbor.

Lo que quiso ser una acción preventiva de los japoneses para evitar que la flota americana del Pacífico interviniera en las acciones militares que los nipones habían programado realizar contra las posesiones del Reino Unido y los Países Bajos en el sudeste asiático, resultó ser una agresión intolerable para los hijos del Tío Sam, que remangaron las mangas de sus tropas poniendo a los japoneses contra las cuerdas, a bombazo atómico limpio.

El ataque sobre Pearl Harbor fue llevado a cabo por 353 aviones con base en seis portaaviones japoneses, destruyendo y hundiendo ocho acorazados estadounidenses, tres cruceros, tres destructores, un minador, un buque escuela y 188 aeronaves, con un balance de 2.402 soldados muertos y 1.282 heridos.

Una herida tan grande en el alma de los americanos tuvo la inmediata consecuencia de su entrada en el conflicto, declarando al día siguiente la guerra a muerte al imperio nipón, incluyendo el 11 de diciembre en el lote a la Alemania nazi de Hitler y la Italia fascista de Mussolini, mientras el presidente Roosevelt calificaba el día del ataque como “una fecha que vivirá en la infamia”.

El final de la historia es bien conocido por todos: Littel Boy fue lanzada sobre Hiroshima el 6 de agosto de 1945 llevándose por delante a 140.000 japoneses. Fat Man cayó sobre Nagasaki tres días más tarde acabando con otros 80.000, provocando el día 15 la rendición incondicional de Japón, la conclusión de la guerra en el Pacífico y el consiguiente final de la Segunda Guerra Mundial.

NOCHE DE LOS CRISTALES ROTOS

NOCHE DE LOS CRISTALES ROTOS

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El judío polaco Herschel Grynszpan, asesinó al secretario de la embajada alemana en París, Erns vom Rath, el día 7 de noviembre de 1938, dando a los nazis de la Sección de Asalto la oportunidad de venganza contra los judíos, aparentando que se trataba de una acción popular de carácter espontáneo por parte de ciudadanos alemanes.

Así fue como dos días después, en noche del 9 al 10 de noviembre de 1938 los miembros de esa organización lincharon y expoliaron a miles de judíos, haciendo tristemente histórica esa matanza nocturna, cuyo patético eco resuena en las páginas de la historia como “la noche de los cristales rotos”.

La cabeza visible de tales pogromos fue Joseph Goebels; los ejecutores, la SA, la SS y las Juventudes Hitlerianas; el palmero, la Gestapo; y el ordenante mayor, director de la música cristalera, criminal aplaudido y genocida sin juicio, fue el canciller del Reich, Adolf Hitler, que complacido paseó entre cientos de sinagogas destruidas y miles de comercios saqueados, pisoteando los vidrios rotos de los escaparates y ventanas, que sustituyeron los adoquines en las aceras.

El siniestro resultado de tan devastadora carnicería, dejó 91 ciudadanos judíos asesinados en las calles y 30.000 de ellos hacinados en repugnantes celdas de campos de concentración de Sachsenhausen, Buchenwald y Dachau, haciendo cola a las puertas de las duchas exterminadoras, antes de pasar a los hornos crematorios.