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CERRADO POR HUELGA, DISCULPEN EL SILENCIO

CERRADO POR HUELGA, DISCULPEN EL SILENCIO

Si se cierran las aulas, se cancelan quirófanos, se retrasan sentencias, se vacían oficinas, se anulan transportes y se paran las máquinas, no puede rellenarse con voz propia la página de esta bitácora, porque la solidaridad con los desfavorecidos y parados destierra la palabra.

Disculpen, pues, el silencio y atiendan a la voz de Unamuno que hoy tomo prestada porque mi palabra huelga, recordándoles lo que el maestro dijo en el Círculo Mercantil de Salamanca, el jueves 14 de febrero de 1901:

«Las huelgas, como la guerra, son un mal necesario, que hay que afrontar muchas veces, aun con la convicción de la derrota, por los beneficios futuros. Jamás tendrán término, pues las peticiones de los obreros estarán siempre en relación con los beneficios de los capitalistas, y su objetivo final es la desposesión de los capitalistas y la creación de una nueva sociedad. Hay que mirar estas cuestiones con serenidad y valor, y hay que convencerse de que, si pan y catecismo son muy buenos, no son malos carne y ciencia. El progreso sólo se consigue con la lucha, y en ésta hay que persistir hasta que todos los hombres sean libres e iguales, y acabemos con el hambre, haciendo desaparecer también la hartura».

PROFETA POPULAR

PROFETA POPULAR

Isidro, un octogenario pastor soriano de Valdegeña, analfabeto funcional por abandono social, que espera resignado la visita de la parca en su despoblado pueblo natal, anticipó en 2007 la estafa que hoy tenemos encima, con la llaneza propia de sus torpes palabras, plenas de sabiduría, a las que nadie prestó atención, por venir de un pobre ignorante perdido en la comarca del Moncayo.

Aseguraba este pastor entonces, recostado sobre la pared de su vivienda: “¿Estudiar economía?. ¿Economía? No hace falta estudiar economía, esto es bien cierto. El hombre que gane cinco duros, que se gaste uno. Ya está la economía. Pero si el hombre que gana cinco duros se gasta seis, ya se ha jodido la economía. Yo si no lo tengo, no compro. No hay bien que siempre dure y esto va a terminar muy mal, ¿eh?, va a terminar muy mal”.

Y ha terminado muy mal, como anticipó Isidro hace cinco años. Pero olvidó este profeta popular advertirnos que no sería igual de mal para todos, ya que el grupo privilegiado causante de la desgracia colectiva, no siente el mordisco del paro, ni el arañazo del hambre, ni el peso de la justicia.

NO CABE RESIGNACIÓN

NO CABE RESIGNACIÓN

Lo único que justifica la brutalidad de una guerra son las consecuencias que se derivan de ella. Me refiero a que el hambre, la miseria y la ruina, son consecuencias lógicas de una guerra. Detestables, sí; pero secuelas inevitables de la repugnante dialéctica irracional y exterminadora de la guerra.

Pero la pobreza que ahoga hoy el alma de millones de ciudadanos no es consecuencia de una guerra, sino del abuso, incompetencia, avaricia, insolidaridad y engaño, del selecto grupo de privilegiados que sobrevuela por encima de la desdicha colectiva.

Trágico desequilibrio en la balanza de bienestar social que exige corrección inmediata poniendo en el plato menos favorecido el peso de la fuerza que da la unidad de todos los que apenas tienen un mendrugo que llevarse a la boca, mientras los responsables de la quiebra siguen brindando con Moet Chandon en la cubierta de los barcos de recreo.

No cabe impunidad para los culpables de la tragedia por mucho que quieran convencernos de la necesidad de arruinarnos cada día más, mientras ellos están al abrigo de la intemperie, sin oír el castañeo de la necesidad.

No cabe el olvido para los despilfarradores del erario público que han gastado nuestro dinero en obras faraónicas multimillonarias, sin pies ni cabeza, para satisfacer una enfermiza megalomanía.

No cabe el indulto para quienes han metido mano en la caja común, llevándose en bolsas de plástico lo que a otros pertenece, por mucho que sus mercenarios pretendan inmolarse ante ellos por un plato de lentejas.

No cabe la amnistía fiscal para los defraudadores que toman piña colada en paraísos fiscales, mientras sus vecinos hacen cola en las agencias tributarias para sufragar los servicios públicos que aprovechan los estafadores.

Urge un nuevo proceso de Nuremberg donde veamos sentados en el banquillo a banqueros insaciables en su voracidad, a especuladores sin escrúpulos, a ladrones de guante blanco y a políticos inmovilizados con sueldos milenarios, que miran con envidia a los usureros que niegan el pan y la sal a quienes no tienen siquiera un terrón de azúcar para endulzar sus pesares.

MILLONARIOS A COSTA DEL HAMBRE

MILLONARIOS A COSTA DEL HAMBRE

El ser humano cumple una pauta hereditaria de comportamiento, común a toda la especie, que le impulsa instintivamente a sobrevivir. Algo así como un eco ancestral irrenunciable que domina su voluntad, obligándole a satisfacerlo para mantener la vida.

Así es la supervivencia, cuyo timbre de alarma lo da el hambre avisando de la necesidad y exigiéndonos buscar alimento para saciarla, en lugares donde éste se encuentra. Circunstancia aprovechada por los aprovechados para hacerse millonarios a costa del hambre de los demás.

Y no hablo de los 925 millones de personas que no tienen nada que comer y van suplicando mendrugos de pan por las esquinas, buscando restos de comida en los contenedores, arañando raíces en la tierra o hacinándose famélicos en los campos de refugiados.

Me refiero a quienes dependemos de las 500 sociedades multinacionales que controlan el 52,8% del producto mundial bruto, que han visto incrementadas sus arcas intermediando con productos alimenticios básicos, las cuales han aumentado un 30% sus beneficios en el segundo semestre del pasado año, gracias a la especulación de sus empresas, a las cuales no ha llegado la crisis.

Multiplicación de ganancias a costa del hambre de los demás, como lo demuestra el aumento de transacciones especulativas con productos de alimentación básica, cuyo aumento entre los años 2002 y 2008, fue del 500%, inferior al incremento que tiene en la actualidad, en este mundo globalizado.

Todo ello, gracias al dominio de las políticas neoliberales que dirigen el mundo occidental, donde la solidaridad y la ética se han retirado de la escena, y los derechos sociales apenas ocupan un renglón en los libros de contabilidad.

PATERAS, HAMBRE Y ESCLAVITUD

PATERAS, HAMBRE Y ESCLAVITUD

Los problemas que hemos tenido en los últimos años en Canarias y las costas del sur con el flujo de inmigrantes subsaharianos en época veraniega, no será como el de años pasados, evitando así que ciertos políticos y españoles de buenas costumbres públicas – sólo públicas – hablen de flujos migratorios propios de aves que buscan climas más templados, cuando se trata de oleadas de inmigrantes africanos en busca de trabajo, formando caravanas de esclavos hambrientos huyendo de la miseria.

Desde que algunos privilegiados sumerios utilizaron por primera vez a sus congéneres para que les abanicaran tras remojarse en las aguas del Éufrates, todas las civilizaciones han esgrimido el látigo contra aquellos que obligaban a pisar el fango para hacer los adobes de sus casas.

Por eso no debemos creer lo que dicen quienes permiten el comercio de seres humanos, pues los resultados de la Convención sobre la esclavitud que se celebró en 1926 en la Sociedad de Naciones están todavía por ver, como nos recuerda la nueva ONU advirtiéndonos que hay en el mundo más de veinte millones de esclavos. Sí, no os asustéis. Han cambiado los tiempos, pero el hambre y la esclavitud se mantiene en el mismo lugar que ocupaban hace cinco mil años en la antigua Mesopotamia, pero con disfraces semánticos que pretenden camuflar la realidad.

Hoy a la esclavitud se le llama trabajo en condiciones de servidumbre. Hoy los siervos no son propiedad del amo, pero es el patrón quien dispone sobre sus vidas; no se les marca como a las reses, pero se les confisca el pasaporte; no se les hacina en las bodegas de los barcos, pero se les confina en chabolas; no se les pone grilletes, pero se les encadena con deudas; no se les flagela, pero se les amenaza con el paro; no se les arroja al mar, pero se les abandona en el desierto; no se les captura, pero se les deporta.

Su salario no permite la subsistencia, domina el trato vejatorio y la precariedad en el empleo es una constante universal. Pero lo más grave es el cinismo social de quienes sustentan esta farsa, porque la esclavitud está prohibida en todos los países donde se practica.

Comparto el pensamiento volteriano de que la esclavitud es tan antigua como la guerra y la guerra tan antigua como la naturaleza humana, pero rechazo que el hombre sea una cosa más con la que se puede comerciar, y mantengo la esperanza de que surja un nuevo Estebanico que nos ponga las pilas, porque no es justo que estemos dilapidando los recursos que otros necesitan para sobrevivir y que perdamos el tiempo discutiendo sobre la calidad del chocolate mientras se mueren de hambre millones de niños en el mundo, a la macabra velocidad de once criaturas por minuto.

En medio de todo esto, llama la atención la falta de compromiso de las iglesias cristianas contra el esclavismo, porque a excepción de los metodistas y cuáqueros nadie se ha tirado al ruedo para lidiar con sangre este miura. Tal vez sea porque la justicia social no cotiza en bolsa y los accionistas de la virtud prefieren invertir en manifestaciones políticas, aunque alguien les haya tirado a la cara el evangelio que juran defender. Por eso, el padre Díez Alegría dijo en voz alta que los pobres no tenían suerte con la Iglesia.

No hay mayor esclavitud que la bulimia generada por el comportamiento humano insolidario con la pobreza ajena. Hoy el hambre nada tiene que ver con tragedias naturales ni con desgracias universales. Hay en el mundo suficientes recursos para todos, pero unos pocos pretendemos repartirnos la tarta común, sin darnos cuenta que la nación africana está duplicando su población cada veinticinco años, y que no hay valla, ni muro que detenga esa avalancha de hambre, porque con la necesidad crece la desesperación que llevará a los países africanos a una revolución sin precedentes o al suicidio colectivo contra las alambradas.

 

NUEVO CATECISMO

NUEVO CATECISMO

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Parafraseando al catecismo que de niño me exigieron aprender, dejadme  que os diga los siete pecados capitales y los dones que los evitan:

Contra el abuso, rebelión.

Contra la corrupción, galeras.

Contra el cinismo, desprecio.

Contra el fundamentalismo, educación.

Contra la explotación, secuestro.

Contra los politiquería, abstención.

Contra el nepotismo, conjura.

 

Además, son virtudes Teosociales: la solidaridad, la empatía y el altruismo. Siendo Cardinales: la sinceridad, el respeto, la honradez y la cortesía. Con todo ello se garantiza feliz vida.

Para evitar tentaciones malsanas hay que hacer buen uso de los siete dones del espíritu humano: don de pensar en los demás, don de lealtad, don de generosidad, don de trabajo, don de responsabilidad, don de sentido común y don de buen humor.

Y si queremos alejar desgracias propias y quebrantos ajenos, busquemos en la formación ciudadana la solución a todos los duelos:

 

Contra las guerras ideológicas, cultura.

Contra los mártires inmolados, cultura.

Contra el terrorismo irracional, cultura.

Contra pedofilia y pederastia, cultura.

Contra reinos celestiales, cultura.

Contra la drogadicción, cultura.

 

Mala historia es que mientras en Europa discutimos sobre la calidad del chocolate, en el “sur” se muerdan los puños de hambre dejando cada tres segundos un niño en la cuneta, sin que esto parezca importarle demasiado a capelos cardenalicios, togas judiciales, birretes universitarios, gominas de banqueros, coronas de reyes y escaños parlamentarios.