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Etiqueta: Halleween

CUENTA ATRÁS

CUENTA ATRÁS

Pasado el día de la “santidad universal” como prodigalidad espiritual de Dios Padre. Una vez recordados los difuntos que todos guardamos en el corazón. Y superada la resaca del caricaturesco festival de Halleween con “noche de brujas” incluida, importada de los países anglosajones junto al árbol de Navidad, compañero del “belén”; y Papá Noel procedente de tierras frías que se une a los reyes de oriente en el reparto de dádivas, pasamos a celebrar la inminente fiesta democrática que se avecina, sin atribuir santidad a los protagonistas, ni ponerles una vela funeraria, pero guardando los pocos regalos sociales que tenemos, para evitar que nos desaparezcan antes de lo que pensamos.

A las urnas iremos el próximo domingo con el alma en vilo, velo y vela, sin saber qué nos esperará al día siguiente, porque lo único claro que tenemos es que nada tenemos claro, incluso los que aparentan tener las cosas claras aunque sepan tanto del futuro como Sandro, Rappel, la Bruja Lola y el resto de los vidente que dicen ver lo invisible.

Participemos, pues, en el festejo democrático al que nos invitan, olvidando los pasados días folclóricamente tenebrosos y pongamos atención en la historia que nos espera, sin ocultar la indignación con disfraces sanguinolentos, cabezas taladradas por cuchillos y rostros deformados para asustar a farsantes, politiqueros, electoreros y especuladores, camuflados en listas electorales cerradas junto a políticos honrados.

Los colegios electorales, como ayer los cementerios, se convertirán en centros de peregrinación donde creyentes y descreídos no acudiremos con intención de limpiar tumbas, adecentar nichos y rezar por los familiares que se anticiparon a nosotros en el viaje a la eternidad que a todos nos espera, pero sí con el deseo de higienizar la vida política, expurgar la corrupción y deshollinar la mendacidad, sabiendo que nuestro empeño será inútil porque la politiquería y electorería no tienen posibilidad de redención.

SANTOS CASI TODOS

SANTOS CASI TODOS

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Superada la resaca del caricaturesco festival de Halleween, incluida la “noche de brujas” importada de países anglosajones, pasamos a festejar cristianamente los santos muertos en la fe católica, aunque muchos de ellos no merezcan la santidad, otros la rechacen y la mayoría acepte este premio de consolación otorgado a los familiares y amigos fallecidos.

No participo de ninguno de los dos festejos, pero comprendo menos que se haya dedicado la noche pasada a historias de miedo y películas de terror, como si fuera poco la que está cayendo, y pretendiéramos ocultar la angustia con disfraces sanguinolentos, cabezas taladradas por cuchillos y rostros deformados para asustar a inocentes vecinos y amigos, sin atrevernos con los farsantes, politiqueros y especuladores, en un alarde público de máxima confusión.

Cuarenta días después del equinoccio de otoño, cuando huye la luz y el frío invernal anticipa las primeras las primeras ráfagas resecando la naturaleza, la liturgia católica invita a celebrar el Día de Todos los Santos desconocidos, honrando la memoria de los muertos desde que el papa Gregorio IV hizo en el siglo IX la propuesta de recordarlos a todos por su santidad el primero de noviembre.

A todos, porque los primeros cristianos celebraban aisladamente el sacrificio de los mártires en el lugar donde fueron sacrificados por la fe, hasta que la coincidencia de muchos de ellos en el mismo día aconsejó el homenaje común de todos los que fallecieron abrazados a la cruz, porque al perseguidor Diocleciano se le fue la mano con las matanzas a inocentes cristianos.

Desde entonces, los cementerios se convierten por un día en centro de peregrinación donde creyentes y descreídos acuden a limpiar tumbas, adecentar nichos y rezar por los familiares que se anticiparon a ellos en el viaje a la eternidad que a todos nos espera, sin posibilidad de redención ni esperanza de resurrección.