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TRISTE FINAL DE UNA LUCHADORA

TRISTE FINAL DE UNA LUCHADORA

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Es obligado recordar la muerte en Lausana de Clara Campoamor, infatigable luchadora por los derechos de la mujer, que defendió en el Parlamento republicano el sufragio femenino ante la oposición de Victoria Kent, consiguiendo que las mujeres pudieran votar en las elecciones de 1933.

La muerte prematura de su padre la obligó con diez años a trabajar para ayudar a la economía familiar, realizando tareas de modistilla, recadera, telefonista y dependienta, consiguiendo finalmente con gran sacrificio personal acabar el Bachillerato y licenciarse en Derecho con treinta y seis años.

Seducida por el ideario del Partido Radical, declarado republicano, liberal, laico y democrático, pidió su ingreso en el mismo, obteniendo acta de diputada en las Cortes Constituyentes de 1931, siendo una de los veintiún diputados encargados de elaborar la Constitución republicana, consiguiendo que la Constitución eliminara la discriminación por razón de sexo, impulsara la igualdad de hijos maritales y extramaritales, abriera las puertas al divorcio y permitiera a las mujeres votar en los comicios electorales.

Con la guerra civil tuvo que exiliarse, rodando por varios países en los que sobrevivió traduciendo textos, dando clases y trabajando en bufetes de abogados, sin poder volver a España por su filiación masónica, acabando sus cancerosos restos incinerados en Suiza, donde pasó los últimos años, olvidada por quienes debían mantener un recuerdo permanente y agradecimiento hacia ella.

ORO MOSCOVITA Y BERLINÉS

ORO MOSCOVITA Y BERLINÉS

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Con la expresión “el oro de Moscú” no me refiero al oro que atesora la capital rusa en la caja fuerte de su Estado, sino a los lingotes del preciado metal que salieron del Banco de España camino de la Unión Soviética al comenzar la guerra civil del 1936, por orden del ministro de Hacienda, Juan Negrín.

Dinero en especie aurífera utilizado para pagar la ayuda rusa a la causa republicana española, porque el apoyo soviético no salió gratis al Gobierno de Largo Caballero, aunque algunos piensen que se trasladó el 72,6 % del tesoro público al país siberiano para salvarlo de las garras franquistas y otros piensen que tal evasión fue un gran fraude republicano.

Todo quedó claro en 2006 durante la exposición organizada por el Banco de España para conmemorar sus 150 años de existencia, donde se expuso por primera vez el acta de aprobación de salida hacia el puerto de Cartagena de tales reservas bancarias auríferas, el 26 de octubre de 1936, llegando a Odessa seis días después en las bodegas de cuatro buques soviéticos.

Reservas formadas por 510 toneladas en oro en monedas, cuyo valor actual sería de unos 12.000 millones de euros, alcanzando la estimación numismática los 20.000 millones, pues había dieciséis clases de monedas en oro: pesetas, francos belgas, franceses y suizos; marcos, florines, pesos mexicanos, argentinos y chilenos; libras esterlinas y gran cantidad de dólares.

El gobierno republicano vació los sótanos del Banco de España en la caja fuerte del staff soviético estalinista, a cambio de materiales, tanques, municiones, víveres, medicinas y apoyos logísticos militares, comprando Franco oro nazi berlinés para las estanterías, que luego tuvo que vender en Nueva York para sufragar la deuda contraída con los Estados Unidos en la posguerra.

18 DE JULIO

18 DE JULIO

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Recordamos hoy el septuagésimo octavo aniversario del golpe de Estado militar que llevó a nuestros padres, abuelos y vecinos a pegarse tiros entre ellos en una guerra civil, llamado eufemísticamente “Movimiento nacional” o “Cruzada de liberación” por los nacionales, en un intento de implicar a Dios en la barbarie.

Detestable acontecimiento que bien merece alguna aclaración de verdades que estuvieron ocultas en los libros de texto impuestos por la dictadura a los de mi generación.

  1. Historiadores como Juliá y Casanova calculan que no murieron un millón de personas, sino cerca de 600.000, de los cuales 130.000 corresponden a la represión “nacional” y 50.000 a la “republicana”, añadiendo además 45.000 muertos por hambre y enfermedades, 500.000 exiliados y 270.000 encarcelados, ejecutándose a 50.000 personas entre 1939 y 1946.
  2. La frustración generada por el fracaso de los gobiernos republicanos al intentar cambiar a la vez la educación, el Ejército, el reparto de la tierra, la Iglesia y las relaciones laborales, unido a las profundas diferencias ideológicas de los dos bandos, condujeron al golpe de Estado, pero no a la guerra civil que vino después.
  3. Guerra civil que tuvo lugar simplemente porque fracasó el golpe de Estado en su intento de hacerse con el poder y derrocar el régimen republicano, debido a la división que se produjo en el seno de las fuerzas armadas y de seguridad, unido a la resistencia popular.
  4. La contundente victoria de los “nacionales” fue por sus mejores tropas y mayor unión, junto a la aportación de material bélico, suministros, diplomacia, capital y logística, de italianos y alemanes, a favor de la causa “nacional”, con la inhibición de las democracias occidentales, salvo la tímida intervención soviética y las Brigadas Internacionales.
  5. Al conflicto militar, se unió la internacionalización de la guerra, las luchas de clases y los enfrentamientos religiosos, haciendo imposible toda negociación para alcanzar la paz.

Esto es lo que hoy dice la historia, sabiendo que esta nunca es pura, limpia y objetiva, como dijo Edward H. Carr, ni puede presentarse la verdad “sin mancha ni pintura”, porque la certeza absoluta es inalcanzable. Pero intentamos hoy en esta bitácora aportar algo de verdad, junto al luctuoso recuerdo de la página más negra de la moderna historia de España, para nunca más vuelva a repetirse.

ADIÓS, MARINA

ADIÓS, MARINA

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buena

El obturador de la cámara fotográfica de Juan Guzmán reunió en el gesto desafiante de una joven luchadora por la libertad, a todas las milicianas que se echaron un máuser a la espalda y se fueron por las trincheras a defender los ideales republicanos que votaron la mayoría de los españoles en abril de 1931, aunque ella siempre estuviera en retaguardia.

La fama de Marina Ginestá no sería tal, ni estaría en las portadas de todos los periódicos si se hubiera negado a retratarse en 1936 en la terraza del barcelonés hotel Colón, a las pocas semanas de comenzar la incivil guerra civil, que se llevó por delante a miles de españoles que todavía andan perdidos por las cunetas.

“Dicen que en la foto del Colón tengo una mirada arrebatadora. Es posible, porque convivíamos con la mística de la revolución del proletariado”, dijo Marina a un curioso periodista que le preguntó décadas más tarde por la foto que se hizo con sus juveniles 17 años de edad, en la terraza de dicho hotel.

«La foto refleja el sentimiento que teníamos en aquel momento. Había llegado el socialismo, los clientes del hotel se habían marchado. Había euforia. Nos aposentamos en el Colón, comíamos bien, como si la vida burguesa nos perteneciera y hubiéramos cambiado de categoría rápidamente», reconoció en su domicilio parisino al enviado por la Agencia Efe.

Marina pasó ayer a incrementar la nómina de milicianas desaparecidas, al abandonar su memoria en un hospital de la capital francesa sin decir palabra, con 94 años de edad y mirando la foto que le dio fama, honor y gloria entre los corazones rojos; y desprecio, insultos y vituperios de las camisas azules, en tiempos de particiones, roturas y divisiones, que urge enviar al olvido, para ganar juntos un futuro en paz.

Periodista de raza, intérprete descarada en la entrevista de Durruti con el periodista Koltsov y militante del PSUC (Partido Socialista Unificado de Cataluña), fue herida y atendida en un hospital montpellerino, antes de exiliarse a la Republica Dominicana, de donde huyó en 1946 escapando de las amenazas del dictador Trujillo.

«La juventud, las ganas de ganar, las consignas,… yo me las tomaba en serio. Creía que si resistíamos ganábamos. Teníamos la sensación de que la razón estaba con nosotros y que acabaríamos ganando la guerra, nunca pensamos que acabaríamos nuestras vidas en el extranjero», rememoraba antes de morir.

LEÓN FELIPE

LEÓN FELIPE

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Descansaba la luz sobre el perfil incierto de Ciudad de México la tarde del 18 de septiembre de 1968, cuando León Felipe Camino dio su último suspiro, recordando los días que pasó en la sierra madrileña durante el mes de julio de 1936, gritando a los cabreros: “¡Que viene el lobo! ¡Que viene el lobo!”, sin que nadie le creyera. Pero el lobo llegó y devoró todas las cabras rojas que se encontró en el camino.

Farmacéutico, cómico, poeta, expresidiario, bohemio y quijotesco, voló León desde Guinea hasta las américas, para organizar la biblioteca de Veracruz, dar clases de literatura española en la Universidad de Cornell y traducir a Whitman, antes de volver al país azteca huyendo de la guerra civil española.

Romero quiso ser en la vida, y sólo romero fue, sin más oficio, sin más nombre y sin pueblo, pasando por todo una vez, una vez sólo y ligero, como pasó por la ventana de la posada alcarreña donde se hospedaba, aquella niña que iba a la escuela de tan mala gana, hasta que un día se puso mala, muy mala, y al día siguiente tocaron por ella, a muerto, las campanas,

No supo, León, muchas cosas, es verdad, por eso hablaba sólo de lo que veía. Y vio a lo largo de su vida que la cuna del hombre la mecían con cuentos, 
que los gritos de angustia del hombre los ahogaban con cuentos, 
que el llanto del hombre lo taponaban con cuentos, 
que los huesos del hombre los enterraban con cuentos, 
y que el miedo del hombre había inventado todos los cuentos.

Al partir desnudo hacia el exilio con motivo el golpe de Estado, legó a Franco la hacienda, la casa, el caballo y la pistola, llevándose la voz antigua de la tierra y la canción, para que el dictador quedara mudo y no pudiera recoger el trigo, alimentar el fuego,  saciar la sed y obtener perdón. Pero no fue así, porque las espigas encañaron, las llamas sometieron voluntades, las marchas militares devastaron las libertades y los embalses ahogaron sueños de libertad.

UNAMUNO EN EL RECUERDO

UNAMUNO EN EL RECUERDO


Tal día como hoy, a las cuatro de la tarde del jueves 31 de diciembre de 1936, caía herido de muerte sobre la camilla de su casa don Miguel de Unamuno y Jugo, a causa de “mal de España”, aunque el doctor Adolfo Núñez certificara su muerte por una hemorragia bulbar que se lo llevó sin previo aviso.

Ese día enmudeció una de las voces más sabias de nuestra historia, un socialista con ideario político sin ataduras, un intelectual comprometido con la liberación de obreros y campesinos, un republicano decepcionado con los gobiernos republicanos, un padre espiritual de sus alumnos y un profesor excepcional que hoy estaría a la cabeza de todas las manifestaciones, sosteniendo la pancarta a favor de la enseñanza pública.

A este personaje, que supo conciliar la bondad doméstica con la firmeza paterna; la lealtad política y la noble censura; la benevolencia en la cátedra y la exigencia de trabajo; la formación de espíritus rebeldes y la disciplina escolástica; el rigor académico y la tolerancia de errores, rendimos con esta página un homenaje filial de respeto, admiración y cariño.

A este luchador por la patria,  político honrado, profesor ejemplar y rector diligente, que supo ser a la vez maestro y discípulo. Hombre sabio, rebelde, honrado, generoso, inconformista, sincero, familiar, incomprendido y, sobre todo, leal a sí mismo, a su familia, a su profesión y a sus amigos, cuya memoria todavía hoy se disputan hunos y hotros, va dedicado con profunda gratitud por su legado este recuerdo.

A quien fue Catedrático de la Universidad de Salamanca, Rector vitalicio de la misma, Diputado nacional en las Cortes Constituyentes de la segunda República, Concejal electo del Ayuntamiento de Salamanca, Alcalde honorario perpetuo del mismo, Presidente del Consejo de Instrucción, Ciudadano de Honor de la República, Doctor Honoris Causa por las Universidades de Oxford y Grenoble; Presidente de la Liga de Derechos del Hombre; Presidente de la Junta de Defensa de los Derechos Humanos; Candidato a Premio Nobel; Presidente del Ateneo; Presidente del Casino; Presidente de la Federación Obrera; novelista, poeta, dramaturgo, ensayista, filósofo, articulista, crítico literario, prologuista y dibujante, lo evocamos hoy en esta humilde bitácora al cumplirse el setenta y cinco aniversario de su muerte.

A este luchador contra todo y contra todos, incomprendido de todos, víctima mortal de la guerra y protagonista sin pretenderlo de la tragedia griega que le tocó vivir entre dos cruentas guerras civiles, vaya este abrazo filial hasta el nicho donde descansa su cuerpo cansado de tanto bregar, mientras su alma deambula por los corredores de un misterioso hogar, sin encontrar respuesta a los interrogantes que atormentaron su vida.