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Etiqueta: fechorías

IMPUNIDAD

IMPUNIDAD

Unknown

La falta de castigo para quienes cometen delitos es el mayor daño que sufre la  justicia al desigualar los ciudadanos ante ella, sin que estos puedan hacer nada por evitarlo, salvo consolarse en la mentira oficial de que todos somos iguales ante la ley.

La impunidad de algunos bandoleros ofende a la condena de los reclusos y representa el injusto beneficio que se otorga a ciertos delincuentes liberándoles de sufrir el castigo que merecen, pues la exención de la pena merecida es el premio que reciben los malhechores por realizar sus fechorías.

Supone también un acicate para potenciales forajidos, animándoles a cometer acciones semejantes siguiendo el ejemplo de los impunes transgresores, convencidos en la liberación de su pena, sobre todo si los desmanes se hacen desde una poltrona política o financiera.

Hoy sale gratis violar la ley a muchos infractores de guante blanco y mano negra, que roban y estafan sin dar cuentas a nadie, sabiendo que la dama desequilibrará la balanza y se quitará la venda para mirar hacia  otro lado ante la indignación popular que nada vale, pues los infractores tienen luz verde para hacer cuanto les plazca.

Es la democracia quien paga los platos rotos y las consecuencias de la impunidad que disfrutan los bandoleros políticos y financieros, cuando los tribunales de justicia utilizan las leyes para amedrentar al pueblo exigiéndole su cumplimiento con sentencias condenatorias, mientras otorga a las cúpulas dirigentes la impunidad, como trofeo a sus diabluras.

CORRUPTOS POR OMISIÓN

CORRUPTOS POR OMISIÓN

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Ante la epidemia de corrupción política que nos invade, rugiendo cual marabunta con las fauces desgarradas desde Gata a Finisterre, surgen voces ingenuas que salen en defensa de la casta política diciendo que la mayoría de ellos son cabales y honrados, siendo una minoría los que tiene las manos sucias.

A quienes eso dicen quiero advertirles que la corrupción política tiene una cara oculta a la que deben asomarse los que así piensan, porque el reverso de esa falsa moneda también está corrompido, aunque ellos no lo perciban debido a la blancura del sepulcro donde guardan silencio los cómplices de las fechorías.

Sí, amigos, tan corruptos son los políticos que meten mano en la caja común, llevándose los euros en bolsas de basura malayesas, cajas de zapatos gurtelesas o maletines ereáticos, como los políticos mudos o ciegos que callan o miran para otro lado, en espera de que les llegue el turno de rapiña.

Tan corruptos son los tesoreros que distribuyen sobres con euros por los despachos, como quienes no lo impiden y consienten los repartos.

Tan corruptos son los dirigentes de partidos que denigran la política, como los militantes que callan en las asambleas internas para salir en futuras fotos.

Tan corruptos son los ediles que aceptan sobornos y recalifican terrenos a cambio de fajos de 500 euros, como los concejales y funcionarios que callan.

Tan corruptos son los consejeros de Cajas de Ahorros que firman sin saber qué firman, pero sabiendo lo que se llevan, como quienes toleran el expolio.

Tan corruptos son los estafadores, cínicos, embaucadores y engañabobos, como los bobos que se dejan engañar por los mentirosos profesionales.

Tan corruptos son los banqueros que obligan a sus empleados a timar a los clientes con las acciones preferentes, como los colaboradores que se prestan al engaño.

Tan corruptos son los que trapichean con tarjetas reales por los despachos, como las sonrientes esposas que forman parte orgánica en la trama.

En fin, tan corruptos son los corruptos como aquellos que guardan silencio y consienten la corrupción sin denunciarla, pero sabed también que los ciudadanos no son víctimas de la corrupción cuando votan a candidatos encausados en juzgados, sino cómplices de los corruptos.

AGRADECIDOS A LA IGLESIA

AGRADECIDOS A LA IGLESIA

Debatía amigablemente con un amigo sobre las fechorías perpetradas por la Iglesia a lo largo de la historia y la inverosimilitud de sus dogmas, sin poder convencerle con mis argumentos, sino todo lo contrario. Fue él quien logró llevarme al redil del Mal Pastor al persuadirme con su falta de razones de lo contrario que él pensaba y confirmar mis convicciones.

Uno de sus más firmes argumentos era que debíamos estar agradecidos a la Iglesia por el cambio  que había dado, pues hoy ya no quemaban a nadie en la hoguera, como le sucedió a la pobre María Pampana que ardió viva en la pira inquisitorial por comer una gallina en Cuaresma. Vaya, pues, mi agradecimiento por lo buena, generosa y santa que es la Iglesia. Me refiero a la Iglesia institucional, claro, no a la Iglesia Cuerpo Místico, ni a las nobles ovejas que pastan solidaridad evangélica, renuncia, sacrificio y entrega al prójimo, entre las que se encuentra, por ejemplo, mi querida sor Raquel.

No obstante, quedaron algunas cuestiones por aclarar que recibirán luz en próximos encuentros, como puede ser la necesidad de identificar ya de una vez el lugar donde está el cuerpo de la Virgen desde que María subió en cuerpo y alma al cielo, sin ayuda de propulsores que la sacaran de la órbita terrestre.

Quedamos también emplazados para hablar de los ángeles, arcángeles, querubines, serafines, tronos, dominaciones, poderes, potestades, santos espíritus, palomas y demonios. También dejamos pendiente conversar sobre dogmas que repugnan a la razón y de otras cosas por el estilo que dentro de mil años serán vistas como los dólmenes y menhires  que hoy contemplamos los terrícolas.

Si el tiempo lo permite, le pediré igualmente que me diga dónde se encuentra el infierno y la forma de saber quiénes están allí, para hacerme una idea de los amigos que me esperan en tan cálido lugar, porque una vida eterna en solitario y ardiendo, estimula poco la espera y resulta escasamente placentero.

En resumen, voy a pedirle que me aclare, explique y justifique, aquello imposible de entender, aclarar y razonar, fuera de la fe que todo lo justifica, demuestra y evidencia, por muy irracionales que sean las verdades que defiende.

¡Ah!, se me olvidaba: quien esto firma fue monaguillo, catequista, comulgante diario, predicador en iglesias, profesor de Cursillos de Cristiandad, ponente en jornadas eclesiásticas y lector empedernido de Caffarena, Rahner, Cardedal, Sobrino, Miret, Alegría, Llanos, Arias, Roncalli, Jaspers, Mateo, Marcos, Lucas, Juan, Pablo el de Tarso y muchos otros, en tiempos pasados.

UN REY MUY OCUPADO

UN REY MUY OCUPADO

Pena. Eso es lo que me da el rey con tantas ocupaciones como tiene desde hace 36 años. Pena, no exenta de incondicional apoyo por mi parte, y comprensión por su desconocimiento sobre la realidad inmediata que le rodea.

Tantos quehaceres tiene el monarca que no le permiten informarse de nada que no sean asuntos de Estado. Tantos, que ni siquiera recibe información sobre el estado de sus cuentas corrientes, sus negocios, los negocios de sus familiares y el enriquecimiento ilícito de sus amigos. ¡Qué duro es ser rey!

Entre reuniones, comisiones, viajes, banquetes, operaciones quirúrgicas, amoríos, cazas de osos en Rumanía, regatas, esquí, paseos nocturnos en moto por Madrid rumbo a lo desconocido camuflado bajo el casco, baños familiares en el mar, entrevistas con amigos, – y con amigas, claro -, partidos pádel, etc., no tiene tiempo para saber los guisos financieros, bursátiles y mercantiles que se cuecen en su propia casa. Pobre hombre.

No me extraña que políticos, periodistas, jueces y ciudadanos, permanezcan en silencio sin pedirle explicaciones de lo que sucede en su círculo más íntimo, porque saben que sus múltiples actividades le impiden informarse de cuanto sucede en su familia.

Sin ánimo de molestar, debemos reconocer que tal actitud no es un buen ejemplo a seguir por el resto de los españoles, porque si nos decidiéramos a seguir sus pasos no sé muy bien donde iríamos a parar. Bueno, sí; me temo que acabaríamos con él en las calderas de Pedro Botero, según predica la Iglesia que le acoge en su seno, fanática defensora de la familia.

Entendiendo, claro, la familia como grupo de personas emparentadas entre sí, que comparten problemas, ilusiones, afanes, inquietudes y bienes materiales, donde la comunicación sincera y la convivencia, es la base que nutre el amor que a todos sustenta. Si esto es así, no se entiende muy bien qué le sucede al monarca, porque no se entera de los negocios familiares ni de los suyos propios. Vaya por Dios. Precisamente tratándose de la familia real que debería ser el santo y seña de los ciudadanos, guía de conducta y espejo donde mirarnos los súbditos para imitar el testimonio de su ejemplar comportamiento.

Dicho esto, la situación actual me hace pensar que el pobre rey está sólo y sin familia, porque nada sabe de ella. Y no sólo eso, sino que también ha sido traicionado varias veces por los amigos que se han aprovechado de él, ocultándole las fechorías que los llevaron a la cárcel. Ahí se encuentra el origen de mi comprensión hacia el monarca y el compadecimiento que siento por él.

¿Quién puede pensar que el rey sabía y toleraba las andanzas y el origen del súbito enriquecimiento de su hija y del yerno deportista? Por favor.

¿Alguien duda que el rey desconocía los movimientos de manos y nariz del exduque de Lugo y las cuentas corrientes que tenía la infanta con su marido? Vamos, hombre.

¿Qué ciudadano puede creerse que el rey conoce el enorme saldo de sus cuentas corrientes y los negocios que otros hacen en su nombre, con lo ocupado que está en resolver los problemas del país que tanto afectan al pueblo, a él y a su familia?

Confieso que cada día se multiplica mi solidaridad con el rey y se acrecienta mi monarquismo, hasta el punto de solicitar para él un puente de plata.