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NUEVO GRITO DE LOS ESPAÑOLES

NUEVO GRITO DE LOS ESPAÑOLES

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El poeta de Tábara advierte que los españoles hablamos demasiado alto y que hemos dado tres gritos concluyentes a lo largo de la historia. El primero fue “¡Tierra!”, cuando coreamos con Rodrigo de Triana el descubrimiento del nuevo mundo. El segundo grito lo dimos con don Quijote por los campos de La Mancha, pidiendo “¡Justicia!”. Y el tercero fue avisando en 1936 de la tragedia gritando “¡Que viene el lobo!”, sin que fuera creído por los muertos de ambos bandos.

Hoy los españoles añadimos un nuevo grito a los tres bocinazos recogidos por León Felipe, sin esperanza alguna de ser escuchados por los tres poderes del Estado, porque uno de ellos está sometido al dictado teutón, otro vive en el nirvana de sus privilegios y el tercero cierra la ventana cuando el hedor de la corrupción llega a su despacho.

Mientras esto ocurre, el pueblo español grita “¡¡Se puede!!” hasta desgañitarse, frente al Palacio de la Moncloa, junto al Palacio de las Cortes y a la puerta del Convento de las Salesas Reales, escribiendo en las pancartas con sangre dolorida y lágrimas de impotencia que puede dársele lo que en justicia pide.

Efectivamente, se puede modificar la ley sobre desahucios censurada por el Tribunal de Justicia Europeo, dictaminando que no garantiza la protección ciudadana con cláusulas abusivas en hipotecas que vulneran la normativa comunitaria.

Se puede reparar el daño causado a los ahorradores estafados y engañados con las participaciones preferentes, devolviendo a los afectados el dinero que pusieron en manos de los usureros bancarios.

Se puede evitar que los defraudadores oculten su dinero en lejanas cajas bancarias y cuentas opacas, investigando movimientos de dinero y firmando acuerdos internacionales que eliminen del mapa los paraísos fiscales.

Se puede erradicar la impunidad de los corruptos obligándoles a devolver el dinero robado y enviándoles algunas décadas a la cárcel como penitencia por sus pecados en esta tierra, que del castigo infernal se encargará su Dios.

Se puede imponer una justicia igual para todos los ciudadanos sin más que equilibrar la simbólica balanza, ponerle de nuevo la venda en los ojos y despolitizar los tribunales y cortesanos que tiene tan bella dama.

Se puede democratizar el país abriendo listar electorales, limitando la vida política, aboliendo privilegios, reduciendo sueldos, desterrando el amiguismo, impulsando la vocación de servicio y confinando la mediocridad.

Se puede, en fin, rearmar éticamente la sociedad dando ejemplo a los ciudadanos de honradez, sinceridad, sacrificio, renuncia, esfuerzo, generosidad y otros valores morales que dignifican la raza humana.