¿ESQUERRA INDEPENDENTISTA?
Usando el derecho que me asiste a opinar libremente en esta mi casa sobre aquello que cada día me sugiere la vida, sin que ello me aleje de la condición humana que lleva aparejada el error, y estando dispuesto de antemano para recibir todas las críticas que me vengan encima, quiero expresar públicamente mi decepción con la actual apuesta independentista mantenida por Esquerra Republicana de Catalunya, cuando el día de su fundación en 1931 demandaba un Estado Federal.
Hoy carece el independentismo de argumentos históricos, culturales y lingüísticos, para reivindicarse en un Estado Federal como el que tenemos, disfrazado de autonomías. Por eso, pretende mantenerse echando mano del teórico empobrecimiento económico que está calando en el imaginario colectivo, basándose en que el actual sistema de financiación está sangrando las arcas catalanas, ya que Cataluña ocupa el segundo lugar de España en capacidad fiscal y el octavo en recursos disponibles, como le ocurre a Madrid y Baleares, aunque estos mantengan sus vestiduras intactas, sin rasgárselas.
No es propio de la izquierda preocuparse por obtener máxima rentabilidad en las actividades que realiza, basando su independentismo en que Cataluña no alcanzará la máxima plenitud económica mientras forme parte de España. Con esa idea en el corazón del vellón, del real, del escudo, del maravedí, de la peseta y del euro, cabalga ahora Esquerra al grito de “¡Nos vamos, sálvese quien pueda!”, quedándose, eso sí, con todo lo recibido desde el siglo XIV, cuando fue alumbrado el Principado de Cataluña.
Dicho esto, conviene recordar que son valores de la izquierda, y deben serlo también de Esquerra: la igualdad; la defensa del débil; el pacifismo vecinal; la interculturalidad; el respeto a las minorías; la opción por los pobres; la lucha contra la exclusión; la pugna por la justicia social; la cooperación con las zonas menos desarrolladas; y, por supuesto, a la cabeza de todos estos principios: la solidaridad en todas sus dimensiones.
Con estas premisas, cuesta mucho aceptar el anacronismo y la insolaridad de un partido de izquierda que apuesta por independizarse de la comunidad a que pertenece, habiéndose servido de ella cuando lo ha necesitado y dejándola al pairo cuando precisa su apoyo en el marco de una república federal solidaria, que muchos compartiríamos gustosos con ellos.