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Etiqueta: divergentes

NEBLINAS

NEBLINAS

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Cuanto más insistan “ellos” en convencernos de lo contrario que pensamos, más empeño pondremos “nosotros” en decirles que el último pelo de tonto que teníamos lo perdimos el día que la partitocracia impuso listas cerradas, la participación democrática se limitó a meter las papeletas en las urnas electorales cada cuatro años, la corrupción institucional  inició su despegue al infinito y la complicidad silenciosa de los que miran, ven, saben y callan, se hizo doctrina interna en los partidos, algunos de ellos hoy casi partidos.

La incapacidad de los políticos profesionales para darse cuenta del sentimiento popular hacia ellos, es la causa del profundo desencuentro entre el universo virtual en que «ellos» viven y la realidad terrenal que sufrimos los ciudadanos, acentuándose esta divergencia en el periodo electoral que estamos padeciendo, del que no sabremos nunca las cuentas ni lo que pagamos por ello, lo cual favorece nuestra salud.

En la neblina que envuelve a los mitineros, estos han perdido la brújula social siguiendo el rumbo equivocado de la paloma de Alberti hacia el norte, cuando su destino debería ser el sur, donde nos encontramos el 85 % de la población, ocasionándoles dicho error visiones oníricas y situaciones ficticias, imaginadas solo por ellos.

Lo que no perciben muchos candidatos es que tales neblinas despistan a poca gente y no impiden la visibilidad de la mayoría por muy bajas y espesas que sean las nubes, ya que el viento de la sensatez común las arrastra hacia la nada, despejando la mente de los sufridos ciudadanos que siguen caminos divergentes a sus regidores.

MENSAJE DE YANIS

MENSAJE DE YANIS

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En pleno mes de las flores, cuando los políticos deshojan la margarita pretendiendo que esta flor asterácea les anticipe si ocuparán canonjías y sillones tras la consulta electoral del próximo día 24, yo escribo esta carta a los aspirantes a poltrona, desde mi laico oratorio matinal, para recordarle a los afines, convergentes y divergentes, el mensaje de Varoufakis, cuando ocupó el trono de poder económico griego concedido por Alexis, tras la victoria electoral obtenida por Syriza en el país helénico.

“Mi mayor miedo – dijo Yanis Varoufakis – ahora que he aceptado el reto, es que me puedo convertir en un político. Como antídoto a este virus, voy a escribir una carta de renuncia y guardarla en el bolsillo de la chaqueta, lista para ser entregada en el momento en el que perciba síntomas de que estoy faltando al compromiso de decirle la verdad al poder”.

Leo y releo las palabras del ministro, tratando de encontrar un político español que pudiera hacer algo semejante, y me resulta difícil encontrarlo. Busco y rebusco entre las filas partidistas con el mismo resultado negativo que obtuve anteriores elecciones, donde no encontré la esperanza que me devolviera la fe perdida.

Indago en las hemerotecas, examino los papeles de Bárcenas, reviso instrucciones judiciales, me paseo por las cárceles, investigo en la Universidad de Málaga, asisto a los cursos andaluces de formación, compruebo las listas de consejeros de Caja Madrid, fiscalizo en las liquidaciones fiscales y voy con un candil encendido buscando por las esquinas políticas, sin encontrar un aspirante que pudiera redactar ese manifiesto.

No sé qué hacer, pero tengo certeza de lo que no voy a hacer. Debe ser porque ignoro más de lo que sé; desconfío más de lo que debo; la experiencia empantalla mi credulidad; tengo cataratas en mis entendederas; o la realidad contemplada en las actuaciones de “hunos”, “hotros” y “poymos” esta distorsionada por esperpénticos espejos virtuales donde todos se presentan ante los ojos de mi entendimiento.

EL VALOR DE DISCUTIR

EL VALOR DE DISCUTIR

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Nuestra larga historia está jalonada de ejemplos donde la intransigencia ideológica ha pintado de sangre los dinteles de muchas puertas, desdibujado rostros en las fotografías y tiznado de negrura el alma de los críticos contra el pensamiento dominante, sometiendo la voluntad de los divergentes a pelotones de fusilamiento, piras inquisitoriales y exclusiones sociales.

Discutir es examinar atentamente una cuestión entre varias personas alegando respetuosamente cada cual las razones sobre su parecer respecto a la materia objeto de análisis, algo que define el nivel intelectual y educativo de las personas que discuten.

A los españoles nos falta capacidad para la discusión templada en los debates, la argumentación razonada, el diálogo civilizado, el respeto a otras ideas y el silencio cuando interviene el oponente, sobrándonos instinto de porfía, afición a la bronca, dominio del insulto, exceso de mordacidad, tendencia al griterío y fáciles descalificaciones.

El poeta Guerra Junqueiro afirmaba con cierta ironía que “quienes ven todo claro, son espíritus oscuros”, y los españoles debatimos ocasionalmente con clarísimos argumentos más oscuros que la cueva de las Múcheres, que nos lleva a dogmatizar por mimetismo con la actitud de la Iglesia ante lo desconocido.

Vivimos un clima de intransigencia que nos impide encontrar el camino de la verdad porque el apasionamiento lo impide, la soberbia lo prohíbe y la prepotencia pone barreras a la inteligencia, espantando el sentido común y la cordura con sus gritos.

Son muchas las ocasiones en que las disputas no pretenden llegar al encuentro con el opositor, ni conceder al discrepante la parte de verdad que le corresponde, olvidando que en las palabras del adversario hay siempre una parte de verdad por pequeña que ésta sea, con capacidad para desesterilizar discusiones que sólo pretenden salvaguardar el amor que cada uno tenemos a nosotros mismos, aunque no nos merezcamos tanto amor propio.

Los intolerantes tienen especial capacidad para metamorfosearse en moluscos bivalvos, que se encierran en las dos herméticas valvas de su concha impidiendo que penetre en ellos la más leve posibilidad de encuentro con ideas contrarias a las suyas, para evitar ser devorados por los argumentos contrarios.