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Etiqueta: despilfarro

ER FÚRBOL

ER FÚRBOL

Ha caído un gran telón sobre la piel de toro, ocultando transitoriamente la tragedia nacional que nos embarga, aliviando con balón de cuero y secreto de margarita la  undécima plaga bíblica que nos mantiene en un profundo estado depresivo a causa de la atenazante crisis económica y anímica que nos embarga.

Por unas horas se han olvidado millones de parados, que están parados. Ha pasado a segundo plano la fractura entre trabajadores y empresarios. Se ha arrinconado en el desván la revuelta social que se avecina. Y las medidas de ajuste que ahogan al vecindario se han ocultado bajo el plasma televisivo.

No sé si todo ello será bueno, pero el mal entendimiento teatralizado en el Parlamento se ha frivolizado entre políticos partidarios de escuadras diferentes. La falta de soluciones eficaces para salir de la crisis se ha sustituido por propuestas tácticas futbolísticas. Las discrepancias se han diluido a gritos en el vaso de cerveza. Y los éxitos o fracasos de los ídolos se han transformado en risas o lágrimas de los paganos que no sacan beneficio alguno del negocio.

No sé si todo esto será bueno, pero a mí me ha rejuvenecido y se lo agradezco a los promotores del despiste. Quiero decir que los eventos futboleros me trasladan a recientes épocas pasadas en que tales maniobras de distracción eran utilizadas torticeramente por los propagandistas del régimen como adormideras del pueblo.

SOLEDAD FINAL

SOLEDAD FINAL

Al rodearme José Antonio con sus palabras en un abrazo solidario, unido al incondicional amor filial a la madre que tantos días humedeció la almohada con lágrimas de viudedad al verlo partir hacia el Infanta, no he tenido más opción que tomar la pluma para verter el sacudimiento interno que su recuerdo puso en la orfandad que compartimos, aunque jamás paseáramos juntos por el Patio Central.

Con su pregunta ha vibrado la fibra de Ángel y volado el recuerdo de José María a lejanos recuerdos junto al río Henares, haciendo posible el hermanamiento de nobles sentimientos en la pantalla virtual. Gracias por ello a quien propició la ocasión de tal encuentro y me dio la oportunidad de parafrasear los versos del poeta recordando ¡qué solos se quedan los viejos!

La inevitable soledad de la muerte a la que nos enfrentaremos todos en solitario y sin compañía alguna, por muchos que sean los que toman nuestras manos en el andén del último viaje, no justifica el abandono en la sala de espera de la estación de quienes nos han llevado hasta donde ahora estamos.

Abandono en algunos casos familiar y siempre profesional, sin comprensión alguna, en un alarde de despilfarro social y laboral que nadie evita, muy superior al despilfarro de la megalomanía política en obras faraónicas inservibles.

Aparcar en un rincón la experiencia lúcida de quienes han ido abriendo paso a los que hemos ido detrás; despreciar la sabiduría no contenida en libros ni en aulas universitarias; subestimar sabios consejos; postergar maduras opiniones; desdeñar la pericia demostrada, y rechazar la veterana voz ilustrada, son delitos sociales sin posible redención y actitudes que sólo conducen al suicidio moral de una sociedad ciega y sorda por voluntad propia.

Pero más triste es olvidarse de abrazar cada día a quienes todo lo han dado por aquellos que los olvidan. Más ingrato es olvidarse de corresponder a todos los bienes recibidos. Y más doloroso es abandonar a quienes saborean amargamente la soledad, porque los hijos que todo han recibido de ellos le niegan el tiempo que a ellos pertenece y el cariño que merecen.

“¿Tienes padres todavía?”, preguntaba José Antonio a todos sus compañeros en el libro de caras amigas, sin esperar respuesta. Y yo aconsejo a los afortunados que pueden abrazar a sus padres todavía, que no pierdan el tiempo porque su soledad no espera y una vez pasado el rubicón de la vida no cabe el arrepentimiento.

ES OTRO EL PROBLEMA

ES OTRO EL PROBLEMA

No cabe duda que pintan bastos en la economía, en la política, en el trabajo y, especialmente, en la policía. No cabe duda que quienes tienen la responsabilidad de dar una solución no la encuentran. No cabe duda que la inocente mayoría silenciosa soporta todo el peso de la crisis. No cabe duda que muchos parados pasan hambre. Pero ese no es el problema.

El problema no es que disminuyan las ventas de vehículos para el pueblo, sino que aumenten exponencialmente las compras de coches de lujo.

El problema no es que las arcas públicas estén secas, sino que quienes las han vaciado mantengan llenos los bolsillos.

El problema no es que debamos apretarnos el cinturón, sino que quienes nos dicen los agujeros que debemos acortar, usan tirantes.

El problema no es que los alumnos de la enseñanza pública reciban clases en una nevera, sino que los hijos de quienes apagan la luz vayan en manga corta.

El problema no es que la sanidad pública utilice parches Sor Virginia, sino que quienes envían enfermos a ellas, reservan habitaciones en la Clínica Ruber.

El problema no es que se rebajen los sueldos, sino que los políticos reciban dietas, complementos y salarios muy superiores al común de los ciudadanos.

El problema no es el despilfarro que se ha hecho de dinero público para satisfacer caprichos políticos, sino la impunidad de sus autores.

El problema no es que España ocupe un puesto destacado en el ranking de la corrupción, sino la falta de ejemplo moral y compromiso ético de los políticos.

El problema no es que aumenten los impuestos para mejorar los servicios públicos, sino el empleo que se da al dinero recaudado por el fisco.

El problema no es que falte dinero en las arcas públicas, sino el imparable aumento del fraude fiscal y el descanso de capitales el paraísos fiscales.

El problema, en fin, no es otro que la incompetencia de los dirigentes, la impunidad de los políticos, las gateras de las ley, el cinismo institucional, la falta real de participación, la politización de la justicia,… En definitiva, la caricatura democrática con que se viste el sistema, tan lejana de la soberanía popular y el gobierno ciudadano.

PATRICIA FLORES

PATRICIA FLORES

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La viceconsejera de Asistencia Sanitaria de la Comunidad de Madrid, doña Patricia Flores, se pregunta, – y nos pregunta a los demás -, si tiene sentido que un enfermo crónico viva gratis del sistema sanitario público, y los demás nos preguntamos si tiene sentido que una persona con demencia crónica y sensibilidad de cuadrúpedo dirija la sanidad madrileña.

También nos preguntamos si tienen sentido los supersueldos de políticos y suculentas dietas que les pagamos, unido a los privilegios que disfrutan, por hacer y decir las cosas que hacen y dicen, con voz engolada y cara de cemento armado, impunemente, con desvergüenza y sin ser cesados.

¿Tiene sentido el gran poder que tienen los mandamases y la patrimonialización que hacen de los bienes públicos?

¿Tiene sentido la impunidad ante el despilfarro de millones de euros en la gestión pública, ejemplificado en aeropuertos y obras faraónicas injustificadas?

¿Tiene sentido el enriquecimiento ilícito de muchos políticos con el dinero común, a base de corruptelas que ofenden a la mafia calabresa?

¿Tiene sentido que se apoye económicamente a la banca y a los banqueros con dinero público para que sigan especulando y beneficiándose?

¿Tiene sentido que los principales paganos de la crisis nacional y mundial sean los que menos culpa tienen en la quiebra del sistema?

¿Tiene sentido que los ejecutivos políticos, los legisladores parlamentarios y los jueces de las Audiencias sigan permitiendo las injusticias sociales reinantes?

Hay muchas enfermedades sociales crónicas más graves, señora viceconsejera, que tienen menos sentido y arruinan más las arcas del Estado. Mire hacia ellas, erradíquelas, y no meta la tijera en los tratamientos a pacientes crónicos, que bastante tienen ya con lo que tienen, ellos y sus familias.

Nos gustaría oír a la señora viceconsejera denunciar a sus compañeros políticos implicados en tramas de corrupción antes de oírla vincular a los enfermos crónicos con los ajustes presupuestarios.

Nos gustaría ver a la señora viceconsejera repetir sus palabras sin sonrojarse, en un foro con cancerosos, bronquíticos, diabéticos, hipertensos, infartados, artríticos, hemofílicos, asmáticos y epilépticos.

Nos gustaría que la viceconsejera de Asistencia Sanitaria de la Comunidad de Madrid tuviera algo más de respeto por los enfermos crónicos, y algunas dosis de gusto ético y estético al defender sus argumentos, en caso de que los tenga. Por ejemplo, una buena idea sería modificar la carga impositiva para que los enfermos crónicos millonarios pagaran los tratamientos de quienes no pueden llegar a fin de mes.

EMBAUCADORAS LUCES

EMBAUCADORAS LUCES

Me comentaba sus preocupaciones una amiga interina a la que no han contratado este año, porque se avecinaban días consumistas heredados de la irrepetible época de bonanza pasada, temiendo ella no poder llevar el despilfarro a la altura en que lo mantuvo en tiempos bíblicos de vacas gordas.

La conversación con esta compañera me devolvió a la infancia cuando el manjar de Nochebuena era un pollo de corral en pepitoria, degustado en ocasiones con una vela encendida porque se había ido la luz. Y los niños, sólo los niños, recibíamos un regalo la noche de Reyes en forma de mecano, motorista de lata, juego de pin-pon, rompecabezas, pelota de goma o parchís.

A este obsequio familiar se añadía el juguete elaborado por nosotros mismos, destacando sobre todos ellos el patinete hecho con rodamientos que afanábamos en los talleres mecánicos, y el aro con su “guía” de grueso alambre, que fabricábamos con la base de una herrada metálica.

Con la llegada de mis hijos se incorporó el Papá Noel a la fiesta y se multiplicaron los regalos en ambas fechas, no alcanzando su ilusión a la nuestra, aunque tuvieran que abandonar la habitación para dejar espacio a los obsequios.

El interés y la angustia de mi amiga por cumplir la imposible misión de estar a la altura de años pasados, me hace revelarme contra el banal consumismo que nos invade en tiempos de penuria para tantos vecinos.

Y pienso en la frustración de quienes desean participar en este teatro de vanidades sin tener entrada para ello, como es el caso de la amiga que hoy protagoniza esta página.

¿Qué decirles a todos ellos si la dramaturgia, que tanto ha prestigiado la literatura hispánica, se encuentra estos días en su momento álgido, de oro? Qué digo de oro, de diamante. Pero de diamante en bruto, sin pulir. Así, bruto; de bruto, de beneficio neto y necio, que actúa sin moderación, sin clase, sin razón, sin forma y sin estilo, porque los genes y hábitos adquiridos en años de bonanza obligan a ello, aunque muchos terminen colgados del abismo en la vertical de enero.

Están llamando a la puerta las mojigangas, los protocolarios deseos de felicidad y las teatrales escenas navideñas con figurantes ridículos y extravagantes alardeando de solidaridad, mientras la realidad desnuda de la miseria merodea por los arrabales, zulos y chabolas, soportando el desprecio de los escaparates.

Pocos detectarán las morcillas introducidas en el texto por los beneficiarios del enorme intercambio que se avecina Pero lo más real será el espectáculo de títeres y marionetas que representaran a diario quienes se dejan manipular por los tramoyistas que mueven entre bambalinas los hilos de sus incondicionales polichinelas.

EL VALOR DE LA EXPERIENCIA

EL VALOR DE LA EXPERIENCIA

Borges nos habla de Abtu en su libro sobre los seres imaginarios, y Castel lo cita como Abdyu en su Diccionario sobre mitología egipcia. Sea como fuere, era uno de los dos peces, – el otro era Anet -, que según la teología heliopolitana nadaban por delante de la barca del sol en su viaje nocturno y subterráneo, para advertir al dios Ra de los peligros que pudieran venirle.

No cabe metáfora más elocuente sobre el valor de la experiencia, ni existe imagen retórica de mayor convicción para recordar a los impetuosos jóvenes que van por el mundo arrollando las canas y a la sociedad que lo permite, la necesidad de abrir los oídos y despejar la mente para dar cabida en ella a sabias palabras no contenidas en libro alguno, ni al alcance de quienes surcan la vida entre inevitables turbulencias, desconocidas para ellos.

Joubert nos advirtió en póstumos pensamientos, que la tierra por donde los jóvenes caminaban perdidos, era harto conocida para él. Pero esto al mercantilismo dominante le rebota en los tímpanos y a la plutocracia le resbala en la cartera, guiados por un feroz capitalismo y desmedido abuso laboral, amparados por una comunidad social que navega con el rumbo equivocado.

En nombre de un artificioso progreso disparatado y una modernidad trasnochada antes de su nacimiento, la actual sociedad ha olvidado que desde el comienzo de los tiempos, los humanos tuvieron claro el valor de la experiencia y se protegían con la sabiduría de quienes iban delante en la travesía colectiva, advirtiéndoles de los peligros que acechaban para evitar que cayeran en ellos. Así, por ejemplo, el Consejo de Ancianos, institución consultiva de la monarquía, contrabalanceaba el poder real en la antigua Roma.

Pero esto, que en la mitología recibe el aplauso y la admiración, sólo merece el desdén en los años que nos ha tocado vivir, donde se menosprecia la sabiduría, templanza y experiencia de quienes han viajado antes por la vida, igual que los nuevos ricos abandonan valiosas antigüedades a cambio de las novedades que el marketing les pone en la pantalla del televisor.

Hoy quedan postergados sabios ciudadanos excluidos de la vida laboral, en un alarde de despilfarro intelectual merecedor de eterno castigo.  Hoy se trata como material de desecho a preclaras mentes de veteranos profesionales, con capacidad para aportar grandes beneficios a la sociedad, olvidando el Conseil des Anciens francés de finales del siglo XVIII, precursores del grupo The Global Elders, que ayudaban a resolver los conflictos mundiales.