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BANDERA ROJIGUALDA

BANDERA ROJIGUALDA

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Todo el bandereo de ayer me permite recordar que hoy es el aniversario del drapeau nacional, porque el 13 de octubre de 1843 la ninfómana reina Isabel II firmó el decreto unificador estableciendo la bandera rojigualda como enseña nacional única, evitándose así que cada ejército tuviera la suya, cada regimiento su enseña, cada batallón su estandarte y cada fortificación su gallardete.

Desde ese día, ondeó la misma bandera en todos los mástiles, buques de guerra y campamentos militares, manteniéndose los colores rojo y gualda durante la Primera República Española de 1873, cambiando  la República de 1931 una de las bandas rojas por el color morado del pendón comunero.

Explicaron a mi infancia escolar que el color rojo hacía referencia a la sangre derramada por los nacionales en la guerra civil, y el amarillo al oro que robaron los rojos del Banco de España durante la contienda. Luego supe que los colores “encarnado” y “amarillo” fueron elegidos por Carlos III al ser estos los más visibles en el mar.

También me fue aclarado que el amarillo no es tal, sino gualda como la planta de tal nombre con tallos ramosos, hojas enteras, lanceoladas, con un diente a cada lado de la base, flores gualdas en espigas compactas, y fruto capsular con semillas pequeñas en forma de riñón, cultivada para teñir de amarillo dorado la bandera, tras su cocción.

 

EXPULSIÓN JUDÍA

EXPULSIÓN JUDÍA

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La festividad católica móvil que hoy conmemora la resurrección de Cristo, – desde que así se decidiera en el año 325 cuando se reunieron en Nicea los padres de la Iglesia -, coincide este año con el fatídico recuerdo de la expulsión de los judíos de España, decidida por los catoliquísimos Fernando e Isabel el 31 de marzo de 1492 en Granada.

Con pulso firme, mano dura y abusivo poder, estos monarcas firmaron el Edicto de expulsión de muchos españoles, por cometer el gravísimo delito de tener pensamiento divergente al marcado oficialmente por la ideología religiosa dominante en España durante siglos.

El borrador del Decreto de la Alhambra fue elaborado por el inquisidor general de España, hombre de probada tolerancia y ejercicio de amor al prójimo, como demostraron todas sus macabras actuaciones de Torquemada y el propio texto del mandato, rubricado por sus patrones reales:

«Hemos decidido ordenar a todos los judíos, hombres y mujeres, de abandonar nuestro reino, y de nunca más volver. Con la excepción de aquellos que acepten ser bautizados, todos los demás deberán salir de nuestros territorios el 10 de julio de 1492 para no ya retornar bajo pena de muerte y confiscación de sus bienes (…)»

La inquisición, el temor de la nobleza y clero a perder sus privilegios ante la creciente burguesía judía y el imperativo deseo de imponer el pensamiento único por parte de los monarcas, uniendo a todos los españoles en la fe católica, fueron la causa de esa injusta barbaridad histórica.

OKUPACIOS

OKUPACIOS

Andan los juristas y académicos de la Lengua trabajando a marchas forzadas para establecer una definición de la nueva figura social que los políticos van a implantar por vía rápida, mediante un decreto que veremos en el “papelín oficial” dentro de unos días.

Sabemos que los okupas se dedican a ocupar ilegalmente viviendas, patios y locales deshabitados; y que los desahuciados son seudopropietarios o arrendatarios expulsados de sus viviendas por no abonar rentas o cuotas hipotecarias. Pero falta por definir a los okupacios que el Gobierno va a sacar de la chistera sin avisar, poniendo en sociedad un nuevo colectivo sin definir en los diccionarios y códigos legales.

Según parece, el decreto que se avecina propone que los indefensos y condenados morosos puedan seguir viviendo en las casas hipotecadas perdiendo la titularidad de las mismas. Es decir, que podrán vivir temporalmente sin pagar en pisos que pertenecen a otros, convirtiendo en okupas a los desahuciados, y creando la figura del okupacio.

Con ánimo de ayudar a juristas y sabios que limpian, pulen y dan esplendor a nuestra lengua, se me ocurre definir al okupacio como: “Persona llevada por banqueros y politiqueros a la ruina, que pierde su vivienda a favor de los depredadores con permiso de falsos electoreros, pasando al corredor de los desahucios en espera de su condena a la intemperie”