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SOMBRAS DEL ANIMADOR

SOMBRAS DEL ANIMADOR

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Walt Disney vino al mundo el 5 de diciembre de 1901 con su colección de dibujos en el cerebro, un lápiz en la mano derecha y un cuaderno en la izquierda, dispuesto a pasar a la eternidad, llevándose 26 premios Óscar por delante, el aplauso de los espectadores y la conmoción feliz de los niños, pero también recibió tres silbidos del respetable público, asombrado con las sombras que han enturbiado la vida de este animador universal.

Saltó de Chicago a Misouri, luego pasó a Kansas como repartidor de periódicos, falsificó su partida de nacimiento para servir en la Cruz Roja, conduciendo ambulancias en Francia durante la primera barbarie mundial, haciéndose publicista al regresar a su país y aterrizando finalmente en Los Ángeles con cuarenta dólares en el bolsillo dispuesto a fundar con su hermano el germen de la Walt Disney Company.

El conejo Oswald fue sustituido por Mickey Mouse, y la Sociedad de Naciones declaró a este conejo virtual el mejor símbolo internacional de buena voluntad que podía encontrarse por las madrigueras el mundo. Sucesivos éxitos posteriores culminaron en el primer largometraje, poniendo en fila a Sabio, Gruñón, Mocoso, Tímido, Mudito, Dormilón y Feliz, detrás de una niña blanca como la nieve y hermosa como ninguna, preludio de Pinocho, Fantasía, Dumbo, Cenicienta, Alicia y Peter Pan.

Estas luces del artista, creador y animador, arrojaron sombras sobre el empresario, el cazador de brujas y el simpatizante fascista. Efectivamente, Disney prohibió la afiliación sindical y la huelga a sus empleados, omitiendo a la vez el nombre de los colaboradores en los créditos de sus películas y despidiendo a 17 trabajadores que hicieron huelga.

Siendo masón, agente especial del FBI y militante anticomunista, Disney no tuvo inconveniente en denunciar ante el Comité de Actividades Antiamericanas, a ciertos empleados y sindicalistas, de ser agitadores comunistas en tiempo de caza de brujas, declarando que las huelgas eran patrocinadas los comunistas para controlar Hollywood.

Finalmente, parece confirmarse la simpatía inicial de Disney con el fascismo europeo, llegando a visitar en Roma a Mussolini. Y su afinidad con el nazismo le llevó a mítines del German American Bund, una organización nazi estadounidense, recibiendo a la cineasta alemana Leni Riefenstahl en Hollywood que fue rechazada por toda la industria cinematográfica. Pero cuando Estados Unidos entró en la segunda barbarie mundial, Disney retiró su simpatía a los regímenes fascistas.

VISITA PAPAL

VISITA PAPAL

No son pocos los que denuncian la falta de compromiso de la jerarquía católica con la situación de incultura, pobreza y hambre en el mundo, amparada en misioneros, comedores de Cáritas, acciones de la Cruz Roja y trabajo de las ONGs.

También abundan ciudadanos indignados con la visita del Papa a España, por el innecesario alarde propagandístico desplegado que hiere todos los versículos evangélicos y congela el alma de los creyentes cristianamente proféticos, éticamente comprometidos con la liberación terrenal y enojados con los folclóricos mensajeros de la guitarra, pancarta, pandereta y bandera.

Cuesta mucho aceptar que un Estado constitucionalmente laico patrocine una desmedida celebración católica, pero resulta más imposible de digerir que una religión cuyo lema es el amor solidario, insulte al mundo tirando por la ventana en propaganda ideológica ¡¡cincuenta millones de euros!!, sin importarle la hambruna en el cuerno africano o la depresión profunda que sufren millones de desfavorecidos en el primer mundo.

En un intento por lavar sus conciencias, los promotores y cómplices del evento afirman que los beneficios de JMJ duplicaran a los gastos, pero evitan decirnos a qué bolsillos irán a parar la mayor parte de las ganancias.

Todo ello con el cinismo de un banco que patrocina la bienvenida papal, al tiempo que niega créditos de subsistencia a pequeños empresarios, embarga casas a los parados y desahucia a los morosos que sobreviven con mendrugos y desperdicios de los contenedores.

Esto nos obliga a recordarle a la Iglesia católica que mueren de hambre diariamente 100.000 hijos de Dios; que 1.000 millones de ellos carecen de vivienda digna y otros tantos sobreviven en la pobreza más extrema; que 1.800 millones de esos hijos de Dios no tienen acceso al agua potable, ni a los servicios básicos de salud, ni a medicamentos esenciales; que el 25 % de los niños no tienen acceso a la educación primaria, uniéndose a los 876 millones de adultos analfabetos; y que 42 millones de tales hijos de Dios llevan el virus del SIDA en sus venas.

También habría que decirle a esta Iglesia católica que con esos 50 millones de euros que se van a gastar en turismo evangélico, se podrían haber construido en España 980 viviendas de protección oficial de 100 metros cuadrados útiles, cada una. O que se hubieran levantado 6 hospitales con servicios fundamentales para atender a 20.000 habitantes; o 15 residencias para albergar a 120 mayores de 65 años, cada una; o 25 colegios de Primaria para 675 alumnos; o 13 Institutos de Secundaria con ESO, Bachillerato y Ciclos para 1.500 alumnos cada uno; o que se hubieran repartido 33.000 becas de ayuda compensatoria para familias necesitadas; o que se hubieran creado 12 centros de investigación y desarrollo en comunicaciones, por ejemplo.

Pero no. La jerarquía católica ha debido considerar que estas son cosas de menor importancia, y ha optando por la guitarra, la mochila, la carpa, el folclore, las consignas, los aplausos, las alfombras y la mercadotecnia, en un alarde propagandístico vergonzante, precisamente cuando más obligación tenía la Iglesia de emular a Churchill prometiendo a sus hijos sangre, sudor y lágrimas, hasta redimirlos de la incultura, el hambre y la pobreza.