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Etiqueta: crédulos

CHARLATANERÍA

CHARLATANERÍA

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Disfrutaba en mi infancia con los charlatanes de feria que nos embobaban a los oyentes, pudiendo llegar a vendernos pellizas en agosto porque su capacidad embaucadora hacía inútil toda resistencia a caer en sus manos, aunque al acercarnos al tenderete que montaban fuéramos convencidos de no comprar nada, y menos una navaja multifunción que incluía en su precio dos maquinillas de afeitar, tres peines, cuatro bolígrafos, un tubo de chicle Bazoka y dos bolsas de caramelos Saci.

Pero este itinerante oficio, caracterizado por un continuo nomadeo de feria en feria, se ha tornado sedentario en las tribunas políticas y ya no venden utensilios, aparatos, menaje, lupas o imanes, como el gitano Melquiades en Macondo, sino botes vacíos, falsas promesas, humo descolorido, mentiras embotelladas y conejos de chistera que los embaucadores muestran a los corifeos.

Es propio de los actuales charlatanes hablar por hablar, sin saber de qué hablan a los oyentes que enmudecen con su palabrería y compran navajas de madera para cortar la corrupción, guantes de látex picados que les infectan las manos con inmoral estiércol, llaves falsas de inexistentes cofres salvadores y papeletas electorales que compran los abducidos por diferentes tribunas partidistas de multicolores escaños.

La charlatanería se expande como mancha de aceite en papel de estraza, contaminando con desesperanza y frustración corazones vírgenes y crédulos apostantes por un juego político donde siempre ganan los mismos con el aplauso de los perdedores, que siguen esperando la verdadera redención que amenaza con no llegar nunca a los desfavorecidos, como le ha sucedido ayer a un enfermo terminal que se pagó un taxi para regresar de Valencia a su casa alicantina, porque las ambulancias amenazaron con dejarlo en la frontera provincial.

CONFIDENCIA NAVIDEÑA

CONFIDENCIA NAVIDEÑA

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Como le sucedió al poeta de Tábara, a mí también me han dormido con todos los cuentos y llegué a saberme de memoria todos los cuentos, creyéndomelos en la infancia, dudando de ellos en la juventud y negándolos al llegar la madurez a la vida, dando paso a una incredulidad más creíble que las creencias de los crédulos cuentacuentos.

Tuve que oír extrañas historias en todas las bocas que me rodeaban, fueran estas escolásticas, familiares o eclesiásticas, consoladoras de carencias irremediables y contingencias indeseables, hasta que la razón vino a poner las cosas en orden con argumentos contradictorios a leyendas, doctrinas y creencias, transmitidas por educadores, padres y catequistas, sin fundamento alguno que no fuera apuntalado por axiomas de fe.

Así fue como deshincharon mi pensamiento, lo lavaron, plancharon, plegaron y colocaron ordenadamente junto al de todos los que conmigo fueron aseados y limpiados de sucios argumentos divergentes a la doctrina impuesta en Occidente por emperadores, papas, instructores, clérigos, parientes y vecinos.

Sobre tan delicada nube viajé por los campos de la vida con el zurrón de las creencias a la espalda, hasta que un golpe de Luz diluyó en la razón el vapor que sostenía las adivinanzas, cayendo al suelo la fe arquitecturada con catecismos, sermones, incienso, amenazas y bendiciones.

RETORNO A LA INFANCIA

RETORNO A LA INFANCIA

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Ayer he renovado el imposible deseo de volver a la infancia y en ella permanecer soñando el resto de días que me faltan para alcanzar el eterno descanso que a todos nos espera, sin posibilidad de redención ni milagro que alivie el empeño de la vida en dejarnos abandonados al pairo del olvido.

Viendo la cara de los niños observando a Sus Majestades venidos de Oriente, con los ojos deslumbrados por el brillo de sus pupilas, pensaba en las virtudes que guarda la primera edad que todos abandonamos, cayendo en manos de la irreversible madurez que, por inmadura, nos impide madurar en el amor y la solidaridad.

Volver a la infancia nos permitiría someter la razón a la sinrazón de la esperanza, imposible para los adultos, llevándonos a pedir cosas imposibles y conseguirlas. A mantener la capacidad de asombro ante las pequeñas cosas de cada día. A ser crédulos de imposibles quimeras; veraces, sin la picardía que guarda la adolescencia; y bondadosos, sin la maldad reservada a los mayores.

Necesitamos la sencillez, ingenuidad e indulgencia de los niños, para abandonar penas y rencores acumulados, llevándonos el olvido a la reconciliación inmediata tras una riña con nuestra yunta doméstica o laboral.

Humildes como ellos, para saber que solos y sin ayuda de demás no llegaremos a parte alguna ni conseguiremos lo que buscamos. Crédulos para dormir el sueño de la vida dejándonos mecer por cuentos que nada tienen que ver con la realidad. Y confiados, como ellos, en el vecino mayor que nos visite, para declararle con desvergüenza y sin preocupación nuestros sentimientos.

No se trata de aniñarse, ni de achicarse, sino de ir en pos de aquello que se desea sin medir el peligro que se corre para conseguirlo.

¿No será el regreso a la infancia perdida el camino a seguir para recuperar la esperanza?

INDEFENSIÓN EN LA «RED»

INDEFENSIÓN EN LA «RED»

Las medidas de seguridad en Internet no garantizan la expulsión de los granujas, ni evitan atropellos gratuitos a la verdad y al honor de las personas, con insultos directos, ultrajes injustificados, vituperios gratuitos, injurias falsas, agravios inmerecidos, descalificaciones sin fundamento y mentiras disfrazadas de verdades que atentan contra la fama y el buen nombre del agredido.

Cualquier usuario de la “red” puede hacer daño impunemente a quien desee, publicando falsa información de cosecha propia o difundiendo noticias ajenas sin verificar previamente la veracidad de las mismas, ante el aplauso de los favorecidos que agradecen con elogios la falsa información ofrecida, sin recibir su autor el castigo que merece por la difamación.

Y lo más grave de todo ello es la indefensión del vituperado, pues fácilmente ignore que su prestigio y honor han sido arrastrados por los pelos desde Singapur a la Antártida, aunque la ingenuidad del vocero le lleve a denunciar hechos punibles inexistentes, fruto de la perversa imaginación de canallas ocultos en los intersticios de la “red”.

Sé bien de qué hablo y por eso pido a las personas honradas que navegan por Internet o forman parte de redes sociales, que alerten sobre irregularidades y errores a quienes ingenuamente relajan la guardia confiando en la honestidad de quienes no merecen el aprecio ni la credibilidad que se les otorga.

El fanatismo de los hipócritas y la excesiva laxitud de los crédulos es la causa de que pululen por la “red” descalificaciones, falsas noticias, atentados al honor, artículos manipulados, datos erróneos, transcripciones adulteradas, apuntes ofensivos,  sectarismo insultante y despreciables actitudes que dañan la convivencia, confunden la libertad de expresión y quiebran los principios de verdad, justicia y honradez que deben regir los comportamientos de quienes navegamos y participamos en esta encomiable y necesaria comunidad virtual.