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ESTOS YERNOS….

ESTOS YERNOS….

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El inicio del caso Nóos obliga a mirar hacia los acusados, pero también es una buena oportunidad para recordar el paralelismo que existe entre el suegro de Iñaki y el del marqués, porque ambos tienen similitudes acrecentadas con las fechorías comunes realizadas por los yernos de ambos mandatarios.

Los dos jefes fueron amantes de la milicia, aficionados a las cacerías, buenos navegantes en yates ajenos que hicieron propios, compañeros en desfiles castrenses de vencedores, protagonistas de mítines en balcones del palacio oriental, católicos de pura cepa popular, inquilinos en modestos palacios presidenciales y cómplices para destronar al legítimo heredero a la corona de España.

Aparte de la amistad, el poder y la complicidad que unió a estos Jefes del Estado español, tuvieron otro punto en común que fortaleció sus lazos paterno-filiales, pues tuvieron yernos que les provocaron insomnio y fatigas. Quebrantos que fueron mayores en el General que en el monarca, porque el dolor causado por el zumarragano a su real suegro no lo sabremos hasta que la historia aclare qué hubo realmente detrás de la fotografía que el deportista iba mostrando a los corruptibles gestores del patrimonio común.

Tenemos constancia, eso sí, de los quebraderos de cabeza causados por los yernos a tales suegros, pues el marido de Carmencita nada tuvo que envidiar al esposo de Cristina, ni siquiera en el título nobiliario, pues si el cirujano fue marqués, el jugador de balonmano llegó a duque.

Prepotentes, cínicos, estafadores y abusones, ambos camparon por sus respetos en las Instituciones y despachos, exhibiendo el salvoconducto de la impunidad ganada en el lecho marital y el patronazgo de sus jefes, abusando el de Villaverde y el de Palma del poder otorgado por el fajín y la corona más allá de lo autorizado en el Pardo y la Zarzuela.

CRISTINA TIENE SUSTITUTA

CRISTINA TIENE SUSTITUTA

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Puesto que la infanta Cristina se niega a obedecer a su progenitor, manteniendo tozudamente sus pretensiones a la corona de España, el Tribunal Supremo ha decidido echarle una mano al rey-padre buscándole una sustituta en la línea sucesoria a la esposa del choricete vasco, aceptando el Pleno de la Sala Civil la demanda de paternidad interpuesta por la ciudadana belga Ingrid Sartiau al abdicado vividor que se pasea por el mundo con el dinero de los vasallos, mientras su esposa compra en Harrods llevando del brazo a su hermana Irene.

Si el ADN de los restos dejados en un vaso por rey demuestran que Ingrid tiene razón, se pondría patas abajo la corona de España porque su hermano Alberto Solá sería el legítimo heredero a la corona, por mucho que el alto Tribunal se niegue a investigar su vinculación filial con el padre del marido de la periodista ovetense.

Este hecho puede demostrar algo que no necesita demostración para los mortales, pues hasta los osos polares que deambulan por Alaska saben que todos los dinteles de las puertas que franquean las habitaciones del Palacio de la Zarzuela tuvieron que ampliadas para que la real dama griega pudiera pasar por ellas.

La señora Sartau con ayuda del Tribunal Supremo pueden finalmente demostrar que Juan Carlos de Borbón es Borbón de pura cepa, acreditando un pedigrí de genuina raza borbónica, pues ya su tatarabuela Isabel, su bisabuelo Alfonso XII y su abuelo Alfonso XIII tuvieron hijos ilegítimos fruto de sus calenturas amorosas, como la disfrutada por Juan Carlos los tres días que pasó encamado en Marbella con la madre de la demandante.

La bartardía es la enfermedad moral hereditaria de los borbones a lo largo de la historia, de la que no se ha librado el rey-padre, escondiéndose bajo un casco por las noches cuando salía en moto de palacio, buscando en discreta alcoba un cuerpo donde saciar la ardentía que su esposa era incapaz de saciar.