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Etiqueta: confidencia

AMISTAD

AMISTAD

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Es la amistad un sentimiento que nace de la relación afectiva entre dos o más personas, cuando entre ellas comparten la intimidad que cada uno guarda en lo más profundo de su alma como reliquia sagrada, transferible únicamente a las personas que se aman. Esto implica que los amigos se entregan mutuamente una daga con la que pueden herirse mortalmente, convencidos que cada uno la utilizará en defensa del otro.

Es la confidencia del secreto reservado la que hace posible la amistad. Confidencia íntima que revela las notas más íntimas del diapasón personal, inalcanzables para quienes pretenden hurtarlas, como hizo saber el príncipe de Dinamarca a Rosencrantz y Guildenstern cuando estos confesaron desconocer los registros del caramillo.

Nace la amistad de inquietudes comunes, aficiones compartidas, sentimientos hermanados y generosidad recíproca, traducida en mutuo afecto personal, recíproca afinidad, desinteresada entrega y lealtad incondicional, que se fortalece en el tiempo con el trato personal.

Imprevisible y súbita en ocasiones como flechazo desprevenido, o lenta y sosegada en su crecimiento como una planta que necesita riego para fortalecerse, la amistad hace posible en encuentro de almas gemelas enlazadas por cariño resistente a todo seísmo que pretenda resquebrajar sus cimientos.

EL PLACER DE CONVERSAR

EL PLACER DE CONVERSAR

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La conversación tiene poco que ver con la tertulia, aunque ambas estén vitalizadas por personas a través de la palabra, pues la conversación reporta valores y placeres que la tertulia ignora, llegando la conversación donde la tertulia no logra asomarse ni por el ojo de la cerradura.

El juego social de la tertulia brinda al huero tertuliano la oportunidad de oscurecer con palabras su falta de ideas y le da la posibilidad de engañar, algo que no tiene cabida en la conversación porque en ella domina el sentimiento, la verdad, el afecto y la confidencia, como puntos cardinales que la conforman y limitan.

De no ser así, la perversión toma cuerpo en ella, espantando los valores que la justifican y haciendo de la moral, maldad; de la honestidad, vileza; y vicio de la virtud.

En la conversación no cabe hablar por hablar sin contenido alguno, ni alejar de las palabras el alma o pretender hacer de ella lo que no es. Tampoco permite huir de las horas como proponía Ovidio, ni concede espacio a la erudición, ni abre las puertas a la pedantería, ni autoriza la mentira, ni tolera la soberbia.

La conversación exige a los elegidos para ella, nobles aspiraciones, altura de miras, generosidad sentimental, sinceridad en la palabra, vocación de consenso, derrota de la derrota, condena de la prisa, destierro de la superficialidad y acercamiento de espíritus.

Pocos placeres pueden compararse al que reporta conversar con alguien querido poniendo el alma sobre la mesa, colgando las dudas en el perchero, dando lo que no se tiene, compartiendo lo reservado para uno mismo, hermanando las almas y vertiendo las confidencias como preciado tesoro, para robarle a esta chapucera vida un puñadito de felicidad.