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MENDOZA CUMPLE AÑOS

MENDOZA CUMPLE AÑOS

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Tal día como hoy de hace setenta años, el barcelonés Eduardo Mendoza vino al mundo con el arte de la pluma bajo el brazo para vivir en la ciudad de los prodigios despistando a la censura franquista con la verdad del caso Savolta, que ocultaba los soldados de Cataluña.

Cansado de traducir palabras de otros por Nueva York, Ginebra y Viena decidió volver a sus rincones infantiles y habitar la isla inaudita, conciliando la comedia ligera con sus clases en la Universidad Pompeu Fabra, mientras compartía la aventura del tocador de señoras, sabiendo que una pésima novela hace malas todas las anteriores.

Cumple años Eduardo, viviendo a ras de suelo y sujetando las puertas de su casa con los premios literarios que ha recibido, haciendo gala de sus cinco mandamientos: sencillez, trabajo, constancia, humor y pragmatismo. Cóctel que le hace gran persona y escritor vocacional, alejado de las togas y los pleitos para los que fue formado en la Facultad de Derecho.

Su gusto por ser el más extranjero de todos los extranjeros, le lleva disfrutar paseando por ciudades donde no es reconocido, gritando con un megáfono que estamos como estamos porque los bancos nos dieron propinas innecesarias y sobradas para hipotecar nuestra vida.

INQUIETANTE CERTEZA

INQUIETANTE CERTEZA

Sabiendo que lo evidente no necesita confirmación y que las palabras políticamente correctas ocultan una verdad que se quiere enmascarar, es fácil concluir que las declaraciones del ministro Morenés han hecho temblar las posibles y anacrónicas barreras fronterizas de Cataluña con España.

El mandamás del Ejército ha dicho que “los militares estarán a las órdenes del poder civil” para evitar que los catalanes partidarios de Mas se marchen de casa llevándose en las maletas el patrimonio común, ante el silencio de los menos, que tal vez sean muchos más, aunque no se dejaran ver en 2006, cuando se aprobó el Estatuto catalán, con una abstención del 50,6 %. Es decir, que la mayoría absoluta de catalanes no estaban interesados en la movida estatutaria y/o independentista.

Espero que las palabras de don Pedro, recordando lo que ya está escrito en la Constitución, recogido en las leyes y contemplado en las ordenanzas militares, sea una pintoresca boutade del guechotarra Morenés, sin las consecuencias que reportaron las palabras del general Ángel Luis Pontijas por meterse con el oportunista liberal Mol Honorable President de la Generalitat.

Más vale que Mas forre con algodón los sables militares que descansan en los cuartos de banderas, y que sean vanas las segundas lecturas que puedan hacerse de las palabras pronunciadas por el ministro, ya que la irracionalidad política no puede ir tan lejos, ni las amenazas envueltas en papel de celofán pueden ocultar malsanas intenciones.

LA SONRISA DE ARTUR MAS

LA SONRISA DE ARTUR MAS

Hay personas con sonrisa permanente que inspiran confianza, producen bienestar, reparten humor y provocan nuevas sonrisas. Pero hay muecas parecidas a sonrisas que pueden confundir a los ingenuos, seducidos por el visaje de un tahúr que no se guarda las cartas en la manga, sino detrás de una inquietante sonrisa.

Al primer grupo pertenecen todos los amigos que tengo en Cataluña y el resto de catalanes que se esfuerzan cada día por hacer grande su país, a pesar de los políticos que dirigen sus destinos, como don Artur Mas, cuyo eterno estiramiento de labios forma parte del segundo grupo de aspavientos, dejando claro que nada queda claro detrás de la sonrisa, porque sus arqueadas cejas la contradicen y su mirada no presagia nada bueno.

La sonrisa de Artur Mas nos recuerda al detestable profesor que esbozaba ese mismo gesto antes de castigarnos; al capitán de la compañía que sonreía de igual forma cuando nos arrestaba en el cuarto de banderas; y al trilero que se ríe de los incautos antes de timarlos y dejarlos sin un duro en el bolsillo.

La permanente sonrisa de Artur Mas inspira más dudas que seguridades; alienta más incertidumbres que certezas; produce más desconfianza que verdad; genera más inquietud que templanza; origina más recelo que confianza; provoca más sospechas que evidencias; y suscita el miedo propio de quien tiene poder sin talento para ejercerlo.

Esto deben pensar el 1.653.409 de catalanes ganadores de las elecciones, aunque la sonrisa de Artur Mas los desprecie sin olimpismo alguno por formar parte del olvidado colectivo de ciudadanos que militan en la abstención y el voto en blanco, nunca tenidos en cuenta en los procesos electorales.

TIQUE MODERADOR

TIQUE MODERADOR

No sé por qué tenemos los ciudadanos tanto empeño en hablar de copago al referirnos a la aportación económica que deben hacer los catalanes para sufragar el pago de recetas médicas, cuando en realidad se trata simplemente de un “tique moderador”, como bien dice el patrón Boi Ruiz. Es decir, una cédula inofensiva que modera, templa y ajusta el excesivo gasto que los pacientes originan con sus dichosas enfermedades, en connivencia con la pandilla de médicos ignorantes e  irresponsables que prescriben fármacos sin ton ni son a enfermos que más les valiera morirse y dejar de molestar.

El gobierno catalán ha decidido que todos los ciudadanos paguen un euro por cada receta que presenten en la farmacia, sin tener en cuenta si son jubilados, enfermos crónicos, presidentes de consejos de administración, millonarios o políticos, algo que no ha molestado al personal, sino todo lo contrario.

Según parece, lo que ha herido a los catalanes es que tal gasto adicional provocará en los despreciables pobres y pensionistas la frustración de no poder visitar en el exterior a los abnegados políticos y representantes que están sufriendo destierro en las 6 delegaciones y 35 oficinas comerciales que la Generalitat tiene repartidas por el mundo para fomentar su política exterior, desde Berlín a Nueva York, pasando por Londres, Argentina y Méjico. Edificios, mobiliario e infraestructura que han salido gratis, ocupadas por pobres servidores de la patria que se llevan solamente 12.000 euros al mes en dietas reguladas en el decreto 138/2008 sobre indemnizaciones por razón de servicio. Cantidad que no requiere justificante, y con un sueldo que llegan en algunos casos a los 88.000 euros. Para que luego digan los hipócritas de turno que la Generalitat no tiene de donde recortar para salvar a los indigentes de mayor miseria.

La medida tomada por el Gobierno catalán está bien justificada, pues no se puede tolerar de  ninguna manera que haya tantos enfermos en Cataluña. Urge reducir la tasa de pacientes y a ello se han entregado con entusiasmo los políticos del Palau, sabiendo que los muertos colaterales son inevitables en las guerras que se planifican desde confortables despachos.

Con ánimo de colaborar a la solución del problema, sugiero que la mejor forma de reducir los 150 millones de recetas que se prescriben en Cataluña es ir directamente al grano, y eliminar del mapa a quienes tengan dificultades para abonar esta cuota, como es el caso de los enfermos crónicos jubilados cuya pensión no supere los 500 euros mensuales. Nada, a por ellos.

El sistema para llevar a cabo el exterminio de tan indeseables vecinos fue inventado hace años por los salvadores de la raza aria, con una admirable economía de recursos, pues basta para ello un recinto alambrado, tres o cuatro duchas y un pequeño horno. Esta idea evitará el gasto que pueda ocasionar  atender en hospitales a quienes no tengan dinero para seguir viviendo.

Por otro lado, convendría igualmente asignar un par de recetas a cada facultativo, expulsando del sistema al que sobrepase esa cifra, ya que pasar de dos enfermos por médico es un exceso intolerable para la sanidad pública.  Tomemos ejemplo de  lo que ocurre en las ofertas de los supermercados, donde se anuncian ventas de productos hasta que se acaben las existencias.