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HORMIGÓN CUTÁNEO

HORMIGÓN CUTÁNEO

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Confirman los fabricantes de cemento Portland que han agotado las existencias en todas sus fábricas para endurecer con hormigón armado la cara del patriarca independista catalán y deshonorable presidente de la Generalidad, que sucedió al exiliado Tarradellas y precedió al desmemoriado Maragall.

Cara dura, contra la que se estrella la dignidad política, se hace añicos la honradez personal, se quiebra la verdad y se oculta la estafa, el abuso, la mentira y el patrioterismo que entontece a muchos catalanes, cuando sobre el hormigón de los mofletes pinta la señera protectora de sus desmanes.

La declaración realizada por este sujeto ante la jueza, pone de manifiesto que su cementado rostro estaba recubierto de una gruesa pátina de Neobacitrín, el producto que fabricaba su padre en Laboratorios Fides, utilizado por él para protegerse de las irritaciones cutáneas generadas por los silbidos y abucheos de ciudadanos indignados que lo vituperaban a las puerta del juzgado.

El mayor negocio del histrión nacionalista fue colaborar a la “gobernabilidad del Estado”, apoyando a UCD, PSOE y PP, a cambio de silencio ante los porcentajes del 3, 5 ó 20 que volaban desde las concesiones a la hucha familiar, como declararon Carod, Maragall y dos mil más, callando todos ante la amenaza del imputado cuando abroncó y amenazó a los cómplices con agitar el árbol de la corrupción catalana.

Por miedo, no declaró su patrimonio; por desinterés económico, se desentendió de la herencia paterna; por olvido, perdió los documentos acreditativos del legado familiar; por sordera, no escuchó las preguntas de la magistrada; y por su cara de cemento armado tuvo el descaro de saludar, al final de su comparecencia, a la acusación particular, al abogado del Estado, al fiscal y la jueza

MÁS SOBRE MAS

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Una vez más viene Mas a esta bitácora por méritos propios y sentimiento ajeno, para decirnos lo contrario que aseguraba hace apenas doce años, cuando el sentido común dictaba su vocación política, dislocada hoy por razones que sabremos algún día no muy lejano.

“El concepto de independencia lo veo anticuado y un poco oxidado”, declaraba don Artur-Arturo hace una década, sin despeinarse y con la misma sonrisa de conejo que esboza permanentemente ante las cámaras, sin descomponer la figura ni mover un pelo de su cabello.

Añadía, con la misma firmeza que hoy dice lo contrario, que España no era Yugoslavia y además “entre Cataluña y España existen suficientes lazos e historia compartida como para tener muy presente este bagaje común, que se manifiesta incluso en la composición demográfica de Cataluña”.

Así pensaba antes de ayer el honorable presidente de la Generalitat catalana, cuando apostaba por una “España plurinacional” y unida, considerando una grave irresponsabilidad “llevar al país hacia un camino que significara una frustración colectiva”, como pretende hacer actualmente, porque la quiebra social que se avecina en Cataluña será recordada durante siglos, sin que nadie pague sus culpas por ello desde el valle de Josaphat donde todos estaremos entonces, recordando que Cataluña aspiraba a mantenerse en el Estado español, como pregonaba Mas en 2002, sin más añadidos ni condiciones.

SALVADOR Y NICOLÁS

SALVADOR Y NICOLÁS

Espriu

Uno, gerundense de Santa Coloma, y el otro camagüeyano de la tercera Cuba. El primero catalanista y el segundo activista político. Pero ambos poetas, que sin acuerdo previo decidieron venir juntos al mundo un día como hoy de 1913 y 1902, siendo bautizados con los nombres de Salvador y Nicolás, por las familias Espriu y Guillén.

Sin parentesco ideológico ni afinidad literaria, el azar de la vida nos los entregó el mismo día en diferentes cunas, pues Salvador descansaba en sábanas de organdil bajo una religiosa cruz rezando en catalán, y Nicolás en jergón de mestizaje, transcultura y son cubano, soñando rebeldía en lengua castellana.

Ambos republicanos, federalistas, amigos de la paz y luchadores por la concordia. Espriu detenido y multado por asistir a reuniones ilícitas en la dictadura, y Guillén comunista exiliado de país en país hasta el triunfo de la revolución cubana. El primero, renovador de la literatura catalana, y el segundo nombrado poeta nacional cubano.

Salvador contaba entre sus amigos con Bartomeu Roselló-Pórcel, mientras Nicolás recibía el espaldarazo poético de la mano de Unamuno. Pero ambos trovadores arriesgados, espíritus ilógicos, luchadores románticos, fieles a la verdad, agitados vitalmente y comprometidos con la libertad, la justicia y la paz.

Salvador Espriu lanzó su anatema contra el que mercadeaba con las cosas santas y convertía la religión en puntal de la opulencia o en vía practicable sólo para cretinos; contra el harto que no socorría el hambre de otras encías; contra el sabio insensible al sufrimiento del débil, que se aislaba en la torre de marfil de una serenidad cruel; contra el escriba que vendía la pluma a rocines victoriosos y se envilecía al ensalmar, por oro o por temor.

Mientras, Nicolás Guillén pedía unir las manos blancas y negras, para hacer una muralla desde el monte hasta la playa, que impidiera el paso a sables de coroneles, alacranes, ciempiés, venenos, puñales y dientes de serpientes, donde solo habitaran intramuros: rosas, claveles, palomas, laurel, mirtos, hierbabuenas, ruiseñores y corazones amigos.

AGUSTINA DE ARAGÓN

AGUSTINA DE ARAGÓN

Agustina

“Agustina de Aragón”, llama un buen amigo mío a su mujer por la valentía que está demostrando ante los difíciles momentos que viven, dándome pie para homenajear a las miles de “agustinas” ignoradas que luchan por el mundo para sacar a su familia adelante, recordando a la verdadera heroína que abandonó esta vida hace 157 años en Ceuta.

La catalana Raimunda Maria Saragossa i Domènech se convirtió para la historia en intrépida aragonesa Agustina, por su heroico comportamiento en la defensa de Zaragoza a cañonazo limpio contra el asedio de las tropas napoleónicas, durante la Guerra de la Independencia española.

Palafox la nombró artillera, consiguiendo ella por méritos propios, algo de suerte y mucha valentía los ascensos a cabo, sargento y subteniente, así como una página en la historia de España, el recuerdo en la memoria colectiva, la admiración de su hija Carlota y la gratitud de quienes se beneficiaron de sus cañonazos contra el invasor.

El puntillazo a su vida no se lo dio una bala, sino la vulgar bronconeumonía que se la llevó por delante en Ceuta a los 71 años de edad, donde descansaron sus restos hasta ser trasladados en 1879 al Pilar zaragozano y en 1908 a la capilla de la Anunciación de la Iglesia de Nuestra Señora del Portillo donde actualmente reposan.

Mientras atendía a los enfermos, llevaba agua a los soldados, preparaba el rancho y transportaba sacos terreros, le dio por apuntar con un cañón a las tropas francesas que asediaban la posición donde se encontraba, con tal fortuna que un puñado de gabachos rodaron por el suelo, provocando la huida de los demás y dando fama, honor y gloria a la afortunada Agustina.

El rey felón la ascendió en la carrera militar, Francisco de Goya la inmortalizó en un grabado y Lord Byron la mencionó en sus escritos.