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CASCOS, LA CASCA

CASCOS, LA CASCA

La decisión del exministro, exdirigente y exmilitante del Partido Popular, Francisco Álvarez Cascos, de poner en manos de los pinceles de Antonio López el retrato que decorará las paredes del Ministerio de Fomento, me parece un error lamentable y creo que Cascos la casca con esa decisión.

No por los 194.000 euros (33 millones de las futuras pesetas) que tanto han escandalizado al personal, por considerarlo un nuevo exceso político de los populares en tiempos de crisis, que viene a dar la razón a los que no pueden  apretarse el cinturón y bajarse al mismo tiempo los pantalones.

No es por eso, no. Se trata de una cantidad de dinero insignificante para la causa, teniendo en cuenta las hazañas realizadas por el homenajeado  para merecer semejante regalo de los ciudadanos, entre las que destacan los encargos que hizo a la galería de arte de su tercera esposa cuando estuvo al frente del Ministerio, que ascendieron a 748.000 euros (125 millones de las futuras pesetas).

Ese no es el problema. El problema es que mi admirado Antonio López es un pintor hiper-realista, que lleva la realidad por encima de sus límites, mostrando la imagen del objeto que pone en su punto de mira más allá de lo que es, descubriendo a los observadores aspectos que estos no perciben a simple vista.

Quiere esto decir que el retrato de Cascos será utilizado por los padres para amenazar a los hijos pequeños que se nieguen a tomar la sopa; provocará pesadillas nocturnas y diurnas en los empleados del Ministerio; no podrá mostrarse a los visitantes sensibles a la belleza;  y se prohibirá la entrada en la sala a los enfermos cardiacos.

NISI ITA, NON PUTO

NISI ITA, NON PUTO

Así, en latín, para que me entiendan los sacerdotes españoles, cuya edad media se sitúa en los 63,3 años llegando en algunas diócesis al 72,4, dominadores, por tanto, del latín que estudiaron durante muchos años en el seminario para decir la misa en tal idioma, hasta que Juan XXIII los puso cara al público y hablando castellano.

El resto de seres humanos deben saber que la expresión latina que da título al artículo de hoy significa en castellano algo así como “al menos que así sea, no lo creo”, o de forma más sencilla: “si no lo veo, no lo creo”, como Santo Tomás dijo a sus compañeros al pedirles ver las llagas del Señor.

Efectivamente, lo he oído hace unos minutos por la radio, y he quedado estupefacto con la increíble noticia que han lanzado las ondas. Esto significa que no creeré lo que acabo de oír hasta verlo cumplido, porque las inocentadas se guardan para el 28 de diciembre.

Al parecer, – no se rían -, la Jornada Mundial de la Juventud es candidata al Premio Príncipe de Asturias de la Concordia, es decir, que aspiran a llevarse 50.000 euros, una escultura de Miró, un diploma y a una insignia, el millón y medio de personas anónimas que participaron en las jornadas festivas publicitarias. Salvo que se haga cargo de los beneficios la institución católica representada por su jerarquía cardenalicia. ¡Manda huevos!, que diría el catoliquísimo Federico Trillo, aunque a sus jefes del Opus Dei no les hiciera mucha gracia el lamento de su socio.

Espero que no sea así, porque la JMJ no merece un premio que se concede a quien haya contribuido de forma ejemplar y relevante al entendimiento y a la convivencia en paz entre los hombres, a la lucha contra la injusticia, la pobreza, la enfermedad, la ignorancia o a la defensa de la libertad, o que haya abierto nuevos horizontes al conocimiento o se haya destacado, también de manera extraordinaria, en la conservación y protección del patrimonio de la Humanidad.

Por una vez, hay que confiar en que el presidente del jurado, Álvarez Cascos, el banquero Rato y la multimillonaria Koplowitz, hagan bien su trabajo y proclamen hoy en el hotel Reconquista de Oviedo como ganador del Premio a la Concordia a cualquiera de los otros 43 aspirantes, entre los que destacan las personas que se dejaron la piel en el tsunami de Fukushima (Japón); la Organización No Gubernamental Parent’s Circle- Families Forum, formada por israelíes y palestinos en lucha por la reconciliación de las dos comunidades; Sylvia Earle por su amor a los océanos; Vandana Shiva, defensora de los derechos de los pobres sobre los recursos naturales; o cualquier otro candidato que no sean los folclóricos festivaleros y jerarcas eclesiásticos defensores de la pobreza, que han gastado ¡un millón de euros! en propaganda rejuvenecedora de lo imposible, cuando en Somalia están condenados a morir de hambre 750.000 hijos del Dios que predican sin sonrojarse.

NOTA:  ¡Uf, menos mal! Tres horas después de publicar lo anterior, también la radio ha traído a mi mesa de trabajo la buena nueva  de que los ‘héroes de Fukushima’, han sido galardonados con el Premio Príncipe de Asturias de la Concordia 2011 por su «valeroso y ejemplar comportamiento».