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CARTA A UN RESIGNADO

CARTA A UN RESIGNADO

Inmóvil y silencioso resignado:

Espoleado por la injusta situación que tanto afecta a nuestra economía doméstica y cierra el paso a los jóvenes que siguen nuestros pasos, voy a intentar removerte el ánimo para estimular tu voluntad de redención y sacarte de la temerosa resignación en que vives, provocada por los ventajistas de la estafa que nos están condenando a la miseria.

Debes saber que tu miedo fortalece a los depredadores financieros y tranquiliza a sus cómplices políticos, porque la ancestral individualidad española es aprovechada por tales especuladores para esquilmarnos. También deber saber que la impunidad de los terroristas financieros está basada en la sumisión de los oprimidos, incapaces de dar un hachazo en las mesas de los consejos de administración, que utilizan nuestro miedo en su propio beneficio.

Resignación que paraliza tu insurrección, impidiéndote dar la mano al resto de vecinos para formar entre todos una interminable cadena humana en torno a Instituciones democráticas desgastadas y entidades bancarias insaciables, para coagular ambas en una revolución pacífica.

Sé que para ti es difícil gritar en las calles porque nunca lo has hecho, pero también sé que tienes fuerza suficiente para hacerlo. Sé que guardas temores a un despido laboral y a represalias opresoras, pero también sé que puedes vencer esos miedos naturales. Sé que tu pacifismo detesta toda violencia, pero también sé que la rebelión pasiva de Gandhi forma parte de tu doctrina. Sé que tu fe somete las bofetadas del verdugo a poner la otra mejilla ante el agravio, pero también sé que tu Dios expulsó a latigazo limpio del templo a los mercaderes.

Sin educación, la ignorancia justificará el acatamiento. Sin asistencia sanitaria, las ciudades se transformarán en grandes morgues. Sin derechos laborales los trabajadores serán esclavos. Sin libertad, la manipulación informativa y mental trepanará nuestro cerebro.

Quisiera saber a qué esperas para ponerte detrás de una pancarta. Cuántos vecinos más tienen que suicidarse antes del inhumano desahucio especulativo, para que te manifiestes contra esos asesinatos encubiertos. No sé qué más debe ocurrir en España para que salgas a la calle a pedir justicia.  Ignoro hasta dónde vas a soportar el terrorismo codicioso que nos está ahogando.  Desconozco el límite de tu resignación ante la mentira política, el despilfarro institucionalizado, la especulación con la pobreza y la impune corrupción.

Dime cuantos copagos más estás dispuesto a soportar; cuántas tasas judiciales vas a tolerar; cuántas privatizaciones sanitarias; cuántos impuestos lineales; cuantos recortes laborales; cuántas mentiras electorales; cuántos fraudes fiscales; cuantos privilegios antilegales al rey del juego; y cuántos insultos al sentido común y a la justicia social estás dispuesto a tolerar, para  descamisarte en la calle.

Vamos juntos, compañero, porque si unimos nuestros esfuerzos no hay suficientes policías para detenernos a todos, ni jueces para condenarnos, ni prisiones para encerrarnos, ni carceleros para custodiarnos, pues no hay ley ni fuerza que venza a un pueblo unido, como ha testificado en varias ocasiones la historia de la lucha social.

Si obedecemos órdenes que objeta nuestra conciencia, seremos cómplices de la tragedia. Si mantenemos el acatamiento a voluntades que nos subyugan, seremos condenados a la esclavitud. Si hacemos de la rendición doctrina, no tendremos salvación. Si capitulamos de nuestros derechos, perderemos la posibilidad de redención. Si condenamos a los jóvenes al infierno de un futuro inexistente para ellos, jamás nos lo perdonarán. Y lo que es peor, si soportamos resignados tanta humillación y desprecio, seremos recordados en la historia como un cobarde pueblo de corderos sometido a la oprobiosa cayada de pastores insolidarios que utilizan nuestra resignación como argumento para ocultar la codicia que nos llevará al matadero, mientras ellos brindan ante el espejo.

Hazme caso, resignado, y vente con nosotros. Te abraza tu amigo Paco.

CARTA ABIERTA A «ESOS» ¿POLICÍAS?

CARTA ABIERTA A «ESOS» ¿POLICÍAS?

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Me gustaría encabezar esta carta con una frase de saludo como es habitual, pero no voy a hacerlo porque a ustedes ni les quiero, ni les estimo, ni les respeto, sino todo lo contrario, les detesto, subestimo y menosprecio, por traerme el recuerdo de 1967 cuando fui salvajemente golpeado por los «grises» en el descampado del Paraninfo de la Ciudad Universitaria por pedir libertad y derechos civiles secuestrados en la dictadura.

No merecen ustedes lucir el uniforme que visten porque sus actitudes pertenecen a otra época y sus comportamientos están más próximos a la chulería y abuso de proxenetas, que a garantes de la seguridad pública como les enseñarían en la academia de Ávila, aunque faltaran a clase ese día por estar durmiendo la borrachera de prepotencia que todavía les dura.

Son ustedes mercenarios de un poder político en decadencia, aunque mantenga la capacidad para explotar el temor, comprando sus voluntades con platos de lentejas. Son ustedes verdugos ejecutores de órdenes dictadas por los mismos inquisidores que les condenan a la pobreza. Son ustedes la mano de hierro de quienes jamás se quitan los guantes blancos. Son ustedes el instrumento que utilizan los beneficiados del sistema para protegerse del pueblo que clama justicia. Son ustedes los que custodian el blindaje económico, social y político de quienes acabarán arrojándoles a las tinieblas.

A los ciudadanos nos queda el consuelo de saber que son minoría entre los cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado. Y sabemos también que ocultan su maldad bajo el cobarde pretexto de la obediencia debida. Pero no engañan a nadie, porque el ensañamiento con que ustedes han actuado, la arbitrariedad de sus detenciones y el abuso de autoridad ejercido, no se justifican bajo el amparo de ninguna orden, por déspota que sea quien dirige sus voluntades.

Los jefes que les pagan el sueldo cada mes con el dinero de los apaleados conocen sobradamente sus limitaciones neuronales. Saben bien que a ustedes les falta valor y les sobra fuerza bruta. Y saben también que carecen de la sensibilidad que les rompa el corazón cuando arrastran por el suelo a un anciano, estrangulan a una joven, pisotean con sus espuelas la mano de alguien ya reducido, aplastan el ojo de un esposado en el suelo o le rompen el tabique nasal a un vecino que lucha por sus derechos.

Derechos constitucionales que están siendo barridos sin justificación alguna, con su inestimable ayuda. Derechos básicos que le llevarían a ustedes y sus familias a tener una vida digna, hoy en peligro porque se la están robando aquellos por los que ustedes le parten la cara a los demás, mientras los responsables brindan con Moet Chandon, sin importarle el llanto indignado que cruje a la puerta, porque ya se encargan ustedes de secar las lágrimas a garrotazo limpio.

Han demostrado con sus actuaciones una incapacidad manifiesta para el ejercicio de la función que tienen encomendada. Han evidenciado una falta de respeto a los derechos ciudadanos merecedora de sanción. Y han castigado tan desproporcionadamente al «enemigo» que ya no hay camino para la reconciliación, por mucho que ahora la obediencia debida hiera sus conciencias, por escasa que sea la moral que profesan.

Avergüenzan ustedes a la gran mayoría de sus compañeros de profesión, porque han hecho estremecer al país con las brutales imágenes de apaleamientos a ciudadanos cuyo delito era pedir justicia, democracia y empleo. Sonroja ver el linchamiento indiscriminado de ciudadanos que esperaban un tren, paseaban por la calle o hacían su trabajo periodístico. Y abochorna ver a sus jefes aplaudir la barbarie que ustedes han protagonizado.

Por ello, merecen el desprecio de los parados, el abucheo de los funcionarios, la crítica de los periodistas, el ultraje de los obreros, la ira de los indignados, las pedradas de los jóvenes, el zapatillazo de las madres, la condena de los desahuciados, la repulsa de los profesores, el desaire de los jubilados, la indiferencia de los médicos y la sentencia de los jueces, pues el ensañamiento de sus actuaciones les excluye de la raza humana.

Quiero recordarles finalmente que la Ley Orgánica 4/2010, de 20 de mayo, del Régimen disciplinario del Cuerpo Nacional de Policía, tipifica como falta muy grave en su Artículo 7, apartados c), d) y o): el abuso de atribuciones que cause grave daño a los ciudadanos; la práctica de tratos inhumanos, degradantes, discriminatorios o vejatorios a los ciudadanos, y la obstaculización grave al ejercicio de las libertades públicas. Y les advierto que estas faltas, según el Artículo 10 de dicha Ley, pueden llevarles a la separación del servicio, a la suspensión de funciones y al traslado forzoso.

Pero ustedes saben que no pasará nada de esto porque los políticos beneficiarios de su violencia les protegerán injustamente con la impunidad que no merecen.

CARTA APÓCRIFA MONARCAL

CARTA APÓCRIFA MONARCAL

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Queridos súbditos:

Ahora que estoy malito y cojeando, quiero deciros que no me desentiendo de vuestros problemas como han dicho malas lenguas, aunque mi vida personal no me facilita poner atención en dificultades ajenas ni en la crisis que estáis pasando, ya que los problemas familiares me ponen en el disparador y sigo con la tradicional agitación sanguínea primaveral propia de los Borbones.

A mis setenta y cuatro años ya no está uno para bromas familiares de revoltosos nietos y distraídos yernos, cuando se han tenido en el punto de mira felinos, osos, perdices, paquidermos y algún hermano despistado que se cruzó en el camino del plomo, sin previo aviso.

Debéis saber que no he tenido una vida fácil, como le ha pasado a todos los que nacieron y vivieron, como yo, en el exilio, sin poder regresar a la patria hasta que se le antojó al militar tijeretar el futuro de mi padre para entregarme a mí lo que pertenecía a él.

Casé con una inmigrante vegetariana y antitaurina, incapaz de conducir de noche en moto por las calles de Madrid, con casco de camuflaje y rumbo fijo, aunque quienes afirmaban desconocer mi paradero, sabían perfectamente donde me encontraba. La griega me concedió tres legítimos hijos y ningún «griego», pero mantengo la esperanza que no se me presente a la puerta de casa algún bastardo cantando zarzuela, como le ocurrió a mi abuelo.

Aunque la mayor de mis hijas no destaca por su inteligencia, ha tenido mala suerte la pobrecita con un marido que alimentaba el entusiasmo a través de una sonda nasal y tenía desequilibrios físicos de origen desconocido que la llevaron al divorcio, provocando que mi nieto se autolesionara con un disparo, ante sus narices.

Mi otra hija es la más tonta de los tres. Algo que ha sido aprovechado por su marido para engañarla ocultándole sus andanzas financieras. También se han beneficiado de la tontuna los asesores de sus empresas, ocultándole lo que firmaba. Incluso he podido engañarla yo mismo negando la verdad que supe desde el principio, para conseguir, con tanto engaño, engañar al juez.

El hijo pequeño, guapo él, ha decidido heredar de mí cuanto le beneficia, renunciando a sacrificios y servidumbre de la realeza. Por eso se me ha casado con una plebeya divorciada, que vive, como todos, a costa mía, bueno, no, a costa vuestra.

Tuve a mi madre en silla de ruedas, me falta un trozo de pulmón, tengo una bola de metal en la cadera y he sido operado varias veces. Pero mantengo intacto el aparato genito-urinario para hacer los honores al apellido que heredé de mis antepasados.

Es para mí un orgullo poder pediros ayuda y comprensión en mi desgracia porque necesito vuestro apoyo en estos momentos, ya que el ejemplar recorte del 7 % que acabo de imponer en la Casa me obliga al sacrificio, exige austeridad y empobrece mi vida, obligándome a privar de la hoja de lechuga al grillo que canta en mi ventana.

Vuestro rey, Juan Carlos I, que tanto os necesita.

CARTA A UN AMIGO RECIÉN AFILIADO

CARTA A UN AMIGO RECIÉN AFILIADO

Estimado Ángel:

Preocupado por tu decisión de afiliarte al partido político que llevas votando desde hace tantos años, con intención de implicarte hasta las trancas en asuntos políticos, me tomo la libertad de darte públicamente mi opinión para decirte lo que que pienso sobre la arriesgada opción que has tomado.

En primer lugar, he de confesarte que tu audacia me ha sorprendido porque siempre te habías negado a militancias políticas, con argumentos más convincentes de los que esgrimes para justificar tu nuevo compromiso. Sinceramente, creo que te has equivocado metiéndose en corral ajeno, por mucha ilusión que hayas puesto en la decisión tomada, porque vas a  durar menos en el partido que Pinocho en una serrería.

Sin ánimo de quebrantar tu entusiasmo, pero obligado por la amistad, voy a decirte sin reparos que tú no vales para la política que se practica actualmente, ni tienes cabida en la casta política dirigente, formada por el grupo social más detestable.

Lo tuyo es la denuncia, la rebeldía y la independencia de criterio, y lo vas a tener difícil si pretendes mantener tu opinión más allá de la disciplina interna que te impondrá el partido. Te van a decapitar, querido Ángel, a la primera escaramuza que se presente, si es que antes no te escapas por la puerta de servicio llevándote la pesada carga de frustración a la espalda. Conociendo a tu padre, supongo que te habrá dicho lo mismo que yo te anuncio aquí, pidiéndote que no te quejes de los sartenazos que te esperan. Pero también sé que cuanto te digamos es tan inútil como pretender abrir un cofre con una llave de goma.

La política de oficio que se practica tiene poco que ver con el compromiso social que has mantenido hasta ahora. Lo tuyo es la generosidad, la voluntad de servicio, el diálogo sincero y la verdad, pero en el ecosistema político no abunda precisamente la ética y se desconoce la estética. En ese hábitat al que te has incorporado sólo pasa el que pisa, y se hace sitio, el que empuja. Tus refinadas actitudes nada tienen que ver con los vulgares comportamientos que vas a encontrarte.

Antiguamente los ciudadanos confiaban en la política, creyendo que era el arte y ciencia de gobernar. Pero hoy día estamos de vuelta sin haber descubierto el arte que esconde, y reconociendo que su ciencia se circunscribe al autocontrol de las cuentas personales de quienes se dedican a ella. Ya sé que no estás de acuerdo con esto porque si así fuera jamás hubieras pasado ese rubicón, pero ya hablaremos dentro de unos meses cuando te pidan decir que no dijiste lo que habías dicho o te hagan decir que habías dicho lo que no dijiste.

Temo que las turbulencias políticas hagan naufragar tus esperanzas; que los remolinos envolventes del poder aventen la utopía que te llevará a las listas electorales; que las polvaredas levantadas por las luchas internas cieguen la objetiva inteligencia que siempre has tenido; y que el huracán de la ambición te devore. Como verás, lo que te digo son inocentes vulgaridades conocidas por la mayoría, que no tienen cabida en el espacio político donde te has sumergido, hipotecando la enorme fortuna que has tenido siempre de sentirte libre y sin ataduras.

A partir de ahora tendrás que llevar siempre en el bolsillo una regla sin graduar para medir a la baja los problemas ciudadanos; una pesa trucada y sin tara para determinar el peso de los errores que cometas; una plomada invertida y quebrada para justificar la ausencia de rectitud; una papelera de uso personal para echar en ella los programas electorales y las promesas; unos tapones de los oídos, para preservar los tímpanos de críticas y amonestaciones; ¡ah!, y el GPS del partido para seguir fielmente las direcciones obligatorias que te marque la organización. En cambio, yo te recomendaría simplemente que llevaras un despertador para alertarte del lavado de cerebro que te espera, porque nadie que lo sufre se da cuenta de ello.

En todo caso, no te preocupes demasiado por la decisión que has tomado, pues no eres la única persona que comete errores, incluso tu padre y yo podemos estar equivocados, pero siempre estaremos a tu lado aunque no votemos a tu partido.

CARTA A UN ESTUDIANTE DE MEDICINA

CARTA A UN ESTUDIANTE DE MEDICINA

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Estimado aspirante a la resignación:

No sé si formas parte de esa mitad de estudiantes de medicina que se plantea emigrar de España para trabajar, según el reciente estudio publicado en la Revista de Atención Primaria de la Sociedad Española de Medicina Familiar, en el que han participado los profesores de la Universidad de Salamanca Diego Bernardini y Francisco Macías.

 

 

 

 

Pero si eres de la mitad que va a quedarse entre nosotros, debes saber las cosas que te esperan de “tejas para abajo”, para que comiences ya con tus compañeros a promover el cambio necesario a situaciones injustas excesivamente prolongadas en el tiempo dentro del sistema sanitario, donde la inestabilidad laboral de los nuevos licenciados, la precariedad en el empleo, la exigencia de oposiciones denunciadas por manipulación, el desprecio institucional y la promoción de mediocres protegidos, son el caldo de cultivo de la frustración que te espera.

Tal vez no hagas caso a esta a esta llamada a la rebelión de un bloguero que siente la necesidad de hacerlo con la única intención de animarte a luchar por modificar una situación ya insostenible, que sufrirás en unos años si entre todos no os alzáis en armas contra ella. Vosotros podéis hacer que cambien las cosas si a vuestra temeridad juvenil unís el esfuerzo colectivo para modificar el rumbo de una situación mantenida tradicionalmente con el injustificado argumento de que a todos les ha sucedido lo mismo. Es tiempo de romper con añejas costumbres de otros tiempos y conseguir que los jóvenes médicos que se forman en nuestros hospitales reciban el respeto profesional que merecen, la formación que demanda el oficio, el apoyo personal que necesitan y la merecida garantía de futuro tras doce años de formación.

Pero he prometido hablarte a ras de suelo y voy a hacerlo, advirtiéndote que si durante los seis años de carrera estás sufriendo el peso de la tarima docente con desmedida fuerza sobre tus espaldas, al terminar los estudios esa carga será aún mayor porque la distancia profesional que separa al médico residente de los adjuntos y jefes – de sección,  servicio y departamento – supera los espacios interestelares. Distancia que llega al infinito si no gozas de simpatías personales entre los entarimados o te subes los pantalones en algún momento.

De mantenerse las cosas según están, el panorama que te espera cuando te licencies en Medicina y pienses que has conquistado el mundo, no es muy alentador. Recordarás entonces con desaliento que para acceder a la  carrera necesitaste acreditar la nota más elevada en Selectividad.

¿Tienes claro que estás realizando los estudios universitarios de más larga duración? ¿Sabes que después has de hacer una oposición para encontrar trabajo, donde tus aspiraciones de llegar a ser un gran cirujano en Cádiz pueden transmutarse por la radiología en Girona? ¿Alguien te ha dicho que tras cinco años de formación en un hospital te conviertes en la nada metafísica? Pues así es querido amigo, pues tras doce años de formación con oposición incluida, debes hacer de nuevo otra oposición para garantizarte un puesto de trabajo, si no quieres ver humillada a perpetuidad tu dignidad profesional con contratos basura, traslados mendigantes y desprecio simulado de tus compañeros.

En ese tiempo has de ver con dolorida resignación e impotencia, que tu horario laboral, el tipo de trabajo que realizas, el trato que recibes, la exigencia profesional a la que estás sometido, el salario que obtienes y la precariedad de tu empleo, en nada se parecen a quienes tienes encima de ti.

Me corresponde a mí anticiparte que te tragarás todas las “mierdas” habidas y por haber; que la solidaridad brillará por su ausencia en una profesión que debía tenerla como norte de conducta; que sólo a ti se te llamará la atención por minucias sin importancia, mientras verás a tu alrededor que se toleran graves negligencias a los patas negras de la “casa”; que un discurso tuyo vale menos que el mínimo gesto de un estatutario; y que tu trabajo, tu futuro, tu estabilidad personal y tu vida depende de la caprichosa voluntad de un gerente o de un jefe de servicio, puesto ahí por decisión política.

Debes saber también que vas a ser explotado hasta límites para ti ahora insospechados mientras algunos de tus “superiores” – no todos, claro – se escaquean cuanto pueden y no hacen nada por evitar las listas de espera sino es a través de “peonadas”, porque están más pendientes de sus intereses que de dar el servicio público que de ellos se espera. Pero ahí estarás tú para lograrlo y para trabajar a destajo, mientras algunos inútiles piden prolongación del trabajo más allá de los sesenta y cinco años para seguir cobrando un buen sueldo por leer el periódico, pasearse por el hospital, incumplir el horario y entretenerse viendo enfermos ya diagnosticados, sin que nadie se dé por aludido, mientras los jóvenes hacen su trabajo. Y si reivindicas algo, por elemental que esto sea,  es muy probable que tengas que coger la maleta y buscar otro contrato basura en lejana tierra.

¡Ah! bueno!, olvidaba decirte que si eres hijo de gerente, director médico, catedrático, jefe de servicio o similar, entonces rompe esta carta porque todo lo dicho no va contigo, aunque tu mediocridad sea tan ostensible como el nepotismo del que te vas a beneficiar.