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BUDANISMO

BUDANISMO

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La calima veraniega altera la corteza cerebral en la madrugada agosteña, entonteciendo mis neuronas con tal firmeza que pierden su rumbo en la cisura de Rolando, dislocándome las ideas en el lóbulo frontal y luxando el pensamiento con atrofiada voluntad para sugerirme poner en marcha una ideología laico-religiosa que contente a creyentes y descreídos, uniendo budismo y cristianismo, en el budanismo.

El contenido de tal doctrina puede seducir a los bípedos racionales desde el Ártico al Antártico, porque tomaría el amor del cristianismo y la sabiduría del budismo, llevándonos a la solidaridad y la cultura, como valores sustantivos para alcanzar cielo y nirvana a la vez.

El sabio anciano Sidarta Gautama nos aconsejó hace miles de años que sólo creyéramos en nuestras propias vivencias y nunca en los cuentos que otros nos cuenten, recomendándonos al mismo tiempo buscar el conocimiento y la sabiduría, para liberarnos de cargas innecesarias y ser algo más nosotros mismos.

Sin ser dios de nada ni de nadie, su doctrina filosófica con derrame religioso podría ser teísta, como lo es la apuesta amorosa del hijo del carpintero que pretende hermanarnos en un marco virtuoso donde la generosidad, el perdón, la honradez, el amor y la verdad son señas de identidad que ennoblecen la condición humana que denigramos los humanos.

Buda complementa a Jesús proponiendo la cultura como elemento liberador de toda manipulación, abuso y explotación. Contra el totalitarismo, cultura; contra los extremismos, cultura; contra los fuegos eternos, cultura; contra el fanatismo, cultura; contra la manipulación ideológica, cultura; contra el terrorismo, cultura; y contra los mártires, cultura.

Salud, amor, pan, trabajo y cultura, son los ingredientes del cóctel de la vida que nos permiten alcanzar la paz y felicidad que merecemos.

VICENTE FERRER

VICENTE FERRER

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Existen pocos ejemplos en la historia universal más ilustrativos de personas que aman a los demás incondicionalmente y sin esperar nada a cambio, como el testimonio de vida ofrecido por Vicente Ferrer en sus 89 años de peregrinación por este valle de lágrimas, sin pensar en redenciones eternas.

Cuando este republicano formó parte de un pelotón de fusilamiento, disparó al cielo desobedeciendo la orden de buscar el pecho de los condenados, y dedicó su vida a luchar contra la hambruna, la desigualdad y la pobreza, sin mencionar a Dios.

Misionero laico que colgó los hábitos jesuíticos y renunció a la nacionalidad española para convertirse en un gurú blanco, adorado por miles de campesinos indios que pudieron beber agua de sus pozos, saciar el hambre y liberarse del analfabetismo, sin abandonar el hinduismo, budismo, yainismo o sijismo que practicaban.

Hoy cumpliría noventa y tres años este redentor de la pobreza, capaz de recriminar a Dios que hiciera las cosas tan mal, asegurando que él las habría hecho mejor, si hubiera tenido oportunidad de hacerlas.

LOS DIOSES NO QUIEREN MUERTOS

LOS DIOSES NO QUIEREN MUERTOS

No debemos tener escrúpulos en poner los extremismos religiosos en su sitio, por mucho que moleste a quienes se benefician de ello, ni debemos ocultar los muertos que la fe se ha llevado por delante a lo largo de la historia, sea de la cultura piadosa que sea y se encuentre en las coordenadas geográficas que se encuentren.

Algo que parecía sin futuro en las sociedades democráticas, ha cobrado en los últimos tiempos una notoriedad preocupante que, traducida en términos de violencia, podemos calificar de peligrosa.

En unos casos el ensañamiento viene firmado con sangre propia y ajena; en otros los atropellos se traducen en abusos de la ignorancia ajena. Y no faltan las manipulaciones mentales y sofismas argumentales para embaucar a ingenuos creyentes con métodos impropios del tiempo en que vivimos.

Y no hago distinciones, porque igual de inquietante resulta el fundamentalismo cristiano, el fanatismo islámico, el integrismo judío, el hinduismo radical o el budismo exaltado. Cualquier exceso en este ámbito genera desasosiego en el ciudadano neutral y crispación en los de signo opuesto.

Ya lo hemos dicho, e insistimos, en que la historia de la Humanidad es un poco la historia de las sucesivas guerras religiosas que hemos librado los humanos desde la Batalla de Puente Milvio hasta la actual guerra de guerrillas urbana, pasando por las Cruzadas, Reconquistas, Esmalcalda, Sanbartolomeses, Ochenta Años, Inquisiciones, Trenta Años y tantas otras matanzas protagonizadas por los creyentes en nombre de diferentes dioses, aunque ninguna doctrina promueva muertes, decapitaciones, inmolaciones o matanzas, sino todo lo contrario.

El Dios cristiano habla de amor sin límites; Yavé refuerza el amor al prójimo y el ¡no matarás!, por eso el saludo judío es shalom, paz; Buda decía que el odio cesa con el amor; el Dios del Corán no habla de matar, sino de compasión y buena voluntad. Por eso la verdadera voz del Islam es: Salaam Aleikum, -la paz sea contigo-, lo mismo que se desean los católicos en un momento de su liturgia eucarística.

Siendo esto así ¿por qué ha sucedido y sucede todo lo contrario?.