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PRIMER BROTE NEGRO

PRIMER BROTE NEGRO

Anticipar un suceso predecible no significa felicitarse por el acierto en la predicción y menos aún alegrarse si ésta es desgraciada y se cumple. Tal es el caso de lo sucedido ayer en un pueblo castellano donde la desesperación de un insolvente tiñó de negro una sucursal de la Caja de Burgos.

Estaba previsto desde hacía tiempo y en esta bitácora se ha advertido sobre ello a los oídos sordos de quienes debían tenerlos abiertos. No hace falta estar dotado de inspiración divina para saber que cuando alguien ha perdido todo, no tiene nada que perder y pierde hasta el miedo que lo tenía maniatado. Tampoco se necesita gozar de especiales dotes proféticas para anticipar que quien va a perder su vida por causa de otro, intente llevarse por delante al inductor de su irremediable suicidio.

Ayer hemos visto atónitos el primer brote negro en el pueblo burgalés de Sotopalacios. Brote tan indeseable como predecible, censurado por unos vecinos y justificado por otros, diciendo que “cuando unas salidas se cierran, se buscan otras”.

Víctor había recibido de la entidad bancaria la notificación de desahucio por no hacer efectivos los pagos correspondientes al préstamo de 24.000 euros solicitados para su taller y vivienda. Desesperado, el pirómano se fue a la sucursal con 20 litros de gasolina, pidió a los empleados que abandonaran las dependencias y prendió la mecha, convirtiendo en cenizas todo lo había dentro.

Es evidente que la razón rechaza tal comportamiento y la ley condena el atropello, pero el corazón se encoge pensando en la situación personal, familiar, profesional y social de un ciudadano que llega a ese extremo, como respuesta a una situación desesperada, que otros resuelven rociándose sobre ellos mismos la gasolina y quemándose como bonzos para denunciar la aplicación de una ley añeja, censurada por jueces, fiscales, ciudadanos, Unión Europea y políticos, aunque estos sigan sin dar la solución que está en sus manos.

PRIMER BROTE NEGRO

PRIMER BROTE NEGRO

 La torpe visión de la realidad, unida a la pasividad y falta de capacidad de los gobiernos a lo largo de la historia para captar la situación real de los países que gobernaban, ha llevado en varias ocasiones a violentas revoluciones que podrían haberse evitado si quienes ocupaban las cúpulas del poder hubieran realizado los cambios que demandaban los ciudadanos.

En un Estado de Derecho, las leyes son el armazón que sostiene la estructura organizativa del mismo, pero cuando el hambre llama a la puerta y la supervivencia familiar depende de un mendrugo de pan que no llega, la legalidad huye por la ventana. Cuando el hambre provoca el llanto de los hijos y la angustia es la oración de cada día, no cabe la resignación.

Hemos visto el primer brote negro en Andalucía y la respuesta del Gobierno no ha sido atajar las causas que han llevado a la rebelión, sino condenar a galeras a los rebeldes, haciendo un alarde de ceguera poco común, si tenemos en cuenta que un periódico ha publicado los resultados de una encuesta en la que el 89,5 % de ciudadanos aprueban la incautación de alimentos que han hecho los Robín Hoods del SAT.

Vergüenza nacional que a todos avergüenza menos a los sinvergüenzas que ahora claman justicia represiva sin tener en cuenta que la supervivencia no entiende de leyes cuando el estado de necesidad exige alimento, sin importarle en camino a seguir para evitar la hambruma.

SIN PALABRAS

SIN PALABRAS

Así, sin palabras, me ha dejado un viejo amigo de cuyo nombre nunca voy a olvidarme, porque no hay suficientes voces en el diccionario para agradecer su gesto de afecto, su entrañable recuerdo y el desinterés con que ha dedicado su tiempo a quien nunca le ofreció nada.

Inestimable brote verde en tiempo seco de valores, cuando muchos pretenden comprar amistad en taquillas sin existencias ni restos de compañerismo. Apreciable cabo de luz en la penumbra de una hermandad deshabitada, cuando la generosidad huye espantada hacia el ocaso. Desprendida concesión que se niega a ser correspondida, cuando el intercambio mercantil de favores se oculta en las cloacas del interés mutuo y el mercadeo de amistades interesadas pretende, sin conseguirlo, oscurecer la fraternidad entre almas grandes ocupadas por sinceros afectos.

Sin esperarlo, ni presentirlo, ni merecerlo, ha entrado en mi vida el sencillo artesano con un hermoso canto a la amistad, al desprendimiento y al recuerdo de necesidades compartidas en un colpicio, del que sólo tengo memoria para recordar a quienes conmigo allí estuvieron, como es el caso de este corazón ambulante que desparrama su bondad por las calles de Madrid sin alardear de la generosidad que le sobra.

Agradezco las plumas de caña que conservaré sobre mi mesa de trabajo como una reliquia. Pero, sobre todo, agradeceré siempre junto Saint-Exupéry y su Principito las horas que me ha dedicado este amigo, porque es el tiempo que ha perdido elaborando las plumas lo que las hace importantes.