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INMIGRACIÓN EN AMÉRICA

INMIGRACIÓN EN AMÉRICA

ellisisland

Madrugadoras ondas han traído hoy a mi mesa de trabajo la protesta de varios norteamericanos quejosos con los inmigrantes que llegan a los Estados Unidos porque, según ellos, merman sus salarios, dañan las condiciones laborales, perjudican la convivencia y ponen bombas en las calles, como sucedió en Boston, por lo que pedían la expulsión inmediata de los inmigrantes pobres, como ya hicieron en el siglo XIX, alegando argumentos bien sabidos.

Efectivamente, ya en 1882 el Congreso americano aprobó una Ley de Exclusión prohibiendo la entrada a personas de origen étnico diferente a los propietarios del territorio, provocando una hostilidad popular creciente hacia los inmigrantes chinos, africanos y latinoamericanos, fácilmente identificables por el color de su piel y los rasgos faciales, que trabajaban en condiciones indignas, recibiendo escaso salario, desprecio, maltrato y explotación de los patronos.

En la nómina y las condiciones laborales estuvo el origen de La Ley de Contratación de Trabajo de 1885, promulgada para evitar la mano de obra barata, irritante para las organizaciones de trabajadores americanos de aquel tiempo, que protestaron por considerar tales contrataciones perjudiciales a sus intereses, ya que rebajaban los salarios y quebrantaban las condiciones laborales conquistadas.

Hasta 1917 se impusieron tasas especiales a los inmigrantes y se incrementaron los controles fronterizos, calificando como indeseables a todos aquellos que eran una carga pública para el Estado, como: enfermos, lisiados, débiles mentales, analfabetos, epilépticos, prostitutas, homosexuales y mendigos, permaneciendo aún vigente la exclusión de algunos de ellos en el momento actual.

SALINAS, EL «PROETA» DEL AMOR

SALINAS, EL «PROETA» DEL AMOR

Sin aviso previo ni despedida anunciada, se nos fue a la eternidad el poeta del amor, dejándonos huérfanos de querencia y testimonio de apasionada entrega a sus dos grandes amores, porque fue Margarita la estabilidad y Katherine la quimera inalcanzable; una la estabilidad y otra el riesgo; Marga el anclaje familiar y Katy la idílica aventura amorosa.

Entre ambas fue y vino la poesía de Pedro Salinas hasta la doliente tarde del martes 4 de diciembre de 1951 cuando enmudeció en Boston la voz del maestro, catedrático de tribuna académica y forzado exilio, cuyos restos quedaron en el cementerio de San Juan de Puerto Rico.

Profesor itinerante que peregrinó por aulas de Massachusetts, Baltimore y Puerto Rico, mostrando a sus alumnos y alumnas las heridas abiertas en sangre de dolor que el destierro dejó sobre la piel de su alma desgarrando la esperanza de un imposible regreso a la tierra prometida de la infancia.

Hace hoy sesenta y un años que el «proeta» del 27, viajero a lo absoluto, nos dijo que estimaba de la poesía, la autenticidad; luego la belleza; y finalmente el ingenio. Latidos íntimos y talento creativo toman forma en versos cortos sin esfuerzo por la rima, dando oportunidad a Lorca para llamar “prosías” a sus elementales y cercanos versos.

“Perdóname por ir así buscándote tan torpemente, dentro de ti. Y cada beso perfecto aparta el tiempo, ensancha el mundo breve donde puedo besarse todavía. Sé que cuando te llame entre todas las gentes del mundo, sólo tú serás tú”.