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PAULO FREIRE

PAULO FREIRE

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El querido Paulo Freire tendría hoy 92 años si un golpe de infortunio no se lo hubiera llevado por delante en mayo de 1997, cuando su historia personal cumplía 75 años de vida entregada a la educación de analfabetos y la liberación de oprimidos ignorantes, recordando el hambre que pasó en su casa de Recife durante la depresión de 1929.

Los más beneficiados de sus enseñanzas fueron 300 cortadores de caña de azúcar que aprendieron a leer y escribir en 45 días ayudado por su mujer Elza, inseparable compañera que estudió, luchó, trabajó, revolucionó y sufrió junto a él, cuando Paolo fue encarcelado en 1964 acusado de traidor por militares golpistas, sumisos al dictador Humberto.

Una vez liberado, comenzaron juntos el peregrinaje con sus cinco hijos por diferentes países, exiliándose primero en Bolivia y luego en Chile, siendo invitado a pisar las aulas de la prestigiosa Universidad de Harvard en 1969, tras leer sus dirigentes “La educación como práctica de la libertad” y “Pedagogía del oprimido”, regresando a Brasil en 1980.

El pensamiento político-pedagógico de Paulo se armoniza con sus fuertes convicciones cristianas, a partir de las cuales promovió una educación humanista facilitadora de la transformación social, pues educación no es domesticación sino a la liberación personal y social, desarrollando una conciencia crítica y comprometida con la realidad vital.

Paulo Freire no pudo aceptar el perdón solicitado por el Gobierno de Lula en 2009, sencillamente porque había muerto. Tampoco ha podido inaugurar los miles de escuelas que llevan su nombre por el mundo, con la obligación de expandir su pensamiento en los Consejos de Ministros, diciéndole a los jefes de los cinco continentes, que la palabra transformará el mundo y la cultura no es patrimonio exclusivo de la burguesía.

Repite Paolo que los ignorantes son hombres y mujeres cultos a los que se ha negado el derecho a expresarse y por ello se ven sometidos a una «cultura del silencio», sabiendo que la educación no cambia el mundo, pero cambia a las personas que van a cambiar el mundo, porque todo acto educativo es un acto político y la única forma de enseñar a amar, es amando, pues el amor es la transformación definitiva.

LO SIENTO, TENGO QUE MATARLE

LO SIENTO, TENGO QUE MATARLE

Se cumplen hoy cuarenta y cinco años de la captura y asesinato en Bolivia de Ernesto Che Guevara. Ídolo popular y romántico guerrillero que pretendió llevar hasta el último rincón del tercer mundo, la revolución cubana.

El ordenante de su muerte fue el agente dela CIA Félix Rodríguez y el ejecutor el sargento Terán, cumpliendo ambos un mandato de la autoridad que les exoneraba de toda responsabilidad. Tiene gracia. Ninguno de los tres fue siquiera juzgado, librándose de toda culpa el ordenante, el intermediario y el ejecutor.

Tal vez, las últimas palabras que el médico asmático Guevara escuchó fueron las del sicario Rodríguez, cuando le dijo: “Mi comandante, lo siento, son órdenes superiores”. Llamó entonces al sargento y señalándole el cuello le ordenó: “Dispare de aquí para abajo, porque se supone que este hombre ha muerto en combate”.

Terán disparó dos ráfagas de metralleta, cayendo el Che al suelo con las piernas rotas y el corazón destrozado.

Esto sucedió un triste, inolvidable y sangriento 9 de octubre de 1967, cuando las balas concedieron vida eterna al mito y los oprimidos del mundo juraron una venganza social que aún permanece en la sala de espera, porque el miedo ha paralizado sus voluntades  y la antorcha revolucionaria del Che sigue apagada, rodando por el suelo camino de la nada.

DON MANUEL

DON MANUEL

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Recibo un correo de mi querida Sofía, amiga que abandonó su Galicia natal para dejarse la piel en Bolivia liberando de la miseria a los desfavorecidos hundidos en la pobreza. Me pide Sofi que dedique un artículo a la memoria de Manuel Fraga y voy a hacerlo, sabiendo que mis palabras van a decepcionarla, porque sé lo que piensa del personaje y los piropos que le dedica, como yo hice hasta los meses de su arrepentimiento.

Siempre he dicho lo que pienso sin esconderme y ahora tampoco voy a fingir la voz, aunque me lleve un arañazo por olvidarme de Grimau, de Ruano, de Montejurra , de las víctimas del franquismo y de los cinco obreros muertos en Vitoria cuando Fraga era responsable de la cartera de Gobernación.

Puse 788 páginas de un libro al servicio de los últimos años de la vida de Unamuno, por entender que en ellos se encontraba el verdadero Unamuno, el hombre sedimentado por la experiencia de vida después de muchos vaivenes, quehaceres, dudas, ilusiones, decepciones, errores, esperanzas, disgustos, dolores, sudores, pesares, aplausos y silbidos. Y eso voy a hacer con Manuel Fraga Iribarne.

Mi discrepancia ideológica con él me lleva a rechazar su posición política, pero mi vocación al esfuerzo me impide negar su singular capacidad de trabajo. Mi crítica a “hunos” y “hotros” siempre que han sometido los intereses comunes al bien propio, me acerca al hombre que nos pidió a todos tirar juntos del carro. Mi relación sincera con personas de izquierda y derecha me lleva a felicitar a Fraga en la presentación que hizo de Carrillo en el Club Siglo XXI, dándole a la derecha más rancia un ejemplo de convivencia que reforzó abrazando a Fidel Castro. Y su concepto del Estado convendría que fuera imitado por políticos de pacotilla y politiqueros.

Lo siento, Sofía, pero el último Fraga nada se parecía al “amo de la calle”, ni al enemigo del marxismo, ni al látigo del separatismo, ni al ciclón del insulto y el despotismo. Fue protagonista de las tres etapas más complejas de la moderna historia de España: el franquismo, la transición y la democracia. Intelectual venido a político que llegó a ser el político más intelectual. Franquista que reformó el franquismo desde dentro. Verdadero animal político, megaterio que pasó más de sesenta años dedicado a la vida pública, con tiempo para eliminar la censura previa y llenar el país de Paradores, impulsando nuestra mejor industria, sin llevarse ni un duro que no le perteneciese.

Observando a sus alevines, es obligado recordar a quien dijo “verdades sin condón”; a quien pidió ser recordado como «un hombre de bien»; a quien puso el mayor empeño en «unir y no desunir»; a quien un año antes de morir “pidió perdón a todos” por sus errores, complicidades y omisiones.