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INVIOLABILIDAD E IRRESPONSABILIDAD MONÁRQUICA

INVIOLABILIDAD E IRRESPONSABILIDAD MONÁRQUICA

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Con motivo de la entrega ayer del Premio Cervantes a la entrañable Elena Poniatowska, un cortesano periodista sabelotodo pedía a los españoles que dajáramos en paz al rey y tuviéramos en cuenta que su persona era inviolable, sin responsabilidad alguna, pudiendo hacer de su vida lo que quisiera. Pues no, amigo.

El artículo 56.3 de nuestra Constitución, establece que: “La persona del Rey es inviolable y no está sujeta a responsabilidad”, lo cual no quiere decir que el rey pueda hacer legalmente cuanto le plazca, – aunque lo haga sin apoyo de la ley -, sino todo lo contrario. Lo que eso significa es que no puede oponerse a decisiones políticas del Gobierno ni negarse a firmarlas, por ser trámite de obligado cumplimiento para él, algo que le otorga la inmunidad ya anunciada.

Dicho esto, la realidad no deja claro si la inviolabilidad del rey se extiende también a su ámbito personal, viendo el hermetismo sobre su vida privada y la de su familia, defendida por algunos medios de comunicación, cortesanos y monárquicos, que confunden vida privada con la inviolable vida íntima que a cada cual pertenece.

Así se justifica el blindaje político del rey, a quien no se puede perseguir criminalmente ni demandar civilmente por sus tareas institucionales, quedando fuera de este paraguas su persona física, su patrimonio y su familia, porque todos somos iguales ante la ley como proclama el artículo 14 de la Constitución y la propia voluntad real de que así sea, aunque no sea así.

La inviolabilidad e irresponsabilidad del rey alcanza solamente a sus funciones como Jefe de Estado, pero fuera de ahí es tan violable y responsable como lo somos el resto de los españoles, aunque mencionados políticos, cortesanos y periodistas no quieran enterarse de ello y dediquen su tiempo a proteger al monarca y su amplio séquito familiar.

Cuando una escalera de mano ha hecho su servicio, se guarda; y cuando se cae espontáneamente la costra de una herida cicatrizada, no puede hacerse nada para evitarlo. Admitamos, pues, que la monarquía ha hecho un gran servicio al país. Reconozcamos el poder moderador ejercido. Y aplaudamos su contribución a la unidad nacional. Pero es hora de superar medievales herencia y dar paso a la voz del pueblo para que elija su Jefe del Estado, ocupándonos de saber todo lo que nos falta por conocer de la vida privada del rey, de sus negocios, patrimonio y andanzas, respetando su vida íntima y pensando que más vale lo malo por conocer que lo bueno conocido.

COBIJO DEL AMOR

COBIJO DEL AMOR

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Hoy que la Iglesia abre el Triduo Pascual celebrando el Día del Amor Fraterno que une espiritualmente a todos los creyentes, los descreídos evocamos el sencillo amor universal de cada día, porque solo el amor nos salvara de la infelicidad, cuando este amor se expande más allá de las personas, abrazando virtudes, amistades, bellezas, aromas, pétalos, arpegios, otros seres vivos y propia vida.

Hospedarse en el amor es el mejor cobijo para la tristeza provocada por turbulencias externas, porque en tan dulce territorio el bienestar se protege de tormentas imprevistas, manteniendo a salvo los puñaditos de felicidad que la vida otorga a quienes van por ella con su corazón en bandolera.

El amor es un blindaje contra los huracanes externos, la capa freática impermeable a turbulentas aguas de la vida y el mejor arnés para evitar vendavales desventurados que pretenden alejarnos de la dicha fecundada por el amor, único redentor de lágrimas y sinsabores.

Las tinieblas declinan al resplandor del amor, se funden los misiles en su fuego fatuo, las virtudes buscan sus huellas para seguirlas, los reyes midas emigran con su aliento espeso y hace inmortales las almas de los que se fueron, porque el amor posibilita la resurrección diaria en el recuerdo de los enamorados.

En el refugio amoroso se respira la felicidad expirada por quienes en él se alojan y la diástole compartida hermana los corazones de los que en su portal habitan, haciendo posible la esperanza en la redención universal y la liberación de la luz secuestrada por el desamor en las trincheras, tribunales, jurados y despachos.

No es el beso sede del amor, ni la palabra su asentadero, ni su mirada el único secreto, ni el deseo de compartir algo hermoso suficiente, ni la caricia estremecida, ni la sonrisa …, porque el amor se aloja en el olvido de uno mismo y el abandono de la voluntad propia en manos de un destino que conduce fatalmente a la felicidad ajena.

Pues, que el amor os guarde, amigos, porque en su cobijo hallaréis la felicidad.

CARTA ABIERTA A «ESOS» ¿POLICÍAS?

CARTA ABIERTA A «ESOS» ¿POLICÍAS?

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Me gustaría encabezar esta carta con una frase de saludo como es habitual, pero no voy a hacerlo porque a ustedes ni les quiero, ni les estimo, ni les respeto, sino todo lo contrario, les detesto, subestimo y menosprecio, por traerme el recuerdo de 1967 cuando fui salvajemente golpeado por los «grises» en el descampado del Paraninfo de la Ciudad Universitaria por pedir libertad y derechos civiles secuestrados en la dictadura.

No merecen ustedes lucir el uniforme que visten porque sus actitudes pertenecen a otra época y sus comportamientos están más próximos a la chulería y abuso de proxenetas, que a garantes de la seguridad pública como les enseñarían en la academia de Ávila, aunque faltaran a clase ese día por estar durmiendo la borrachera de prepotencia que todavía les dura.

Son ustedes mercenarios de un poder político en decadencia, aunque mantenga la capacidad para explotar el temor, comprando sus voluntades con platos de lentejas. Son ustedes verdugos ejecutores de órdenes dictadas por los mismos inquisidores que les condenan a la pobreza. Son ustedes la mano de hierro de quienes jamás se quitan los guantes blancos. Son ustedes el instrumento que utilizan los beneficiados del sistema para protegerse del pueblo que clama justicia. Son ustedes los que custodian el blindaje económico, social y político de quienes acabarán arrojándoles a las tinieblas.

A los ciudadanos nos queda el consuelo de saber que son minoría entre los cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado. Y sabemos también que ocultan su maldad bajo el cobarde pretexto de la obediencia debida. Pero no engañan a nadie, porque el ensañamiento con que ustedes han actuado, la arbitrariedad de sus detenciones y el abuso de autoridad ejercido, no se justifican bajo el amparo de ninguna orden, por déspota que sea quien dirige sus voluntades.

Los jefes que les pagan el sueldo cada mes con el dinero de los apaleados conocen sobradamente sus limitaciones neuronales. Saben bien que a ustedes les falta valor y les sobra fuerza bruta. Y saben también que carecen de la sensibilidad que les rompa el corazón cuando arrastran por el suelo a un anciano, estrangulan a una joven, pisotean con sus espuelas la mano de alguien ya reducido, aplastan el ojo de un esposado en el suelo o le rompen el tabique nasal a un vecino que lucha por sus derechos.

Derechos constitucionales que están siendo barridos sin justificación alguna, con su inestimable ayuda. Derechos básicos que le llevarían a ustedes y sus familias a tener una vida digna, hoy en peligro porque se la están robando aquellos por los que ustedes le parten la cara a los demás, mientras los responsables brindan con Moet Chandon, sin importarle el llanto indignado que cruje a la puerta, porque ya se encargan ustedes de secar las lágrimas a garrotazo limpio.

Han demostrado con sus actuaciones una incapacidad manifiesta para el ejercicio de la función que tienen encomendada. Han evidenciado una falta de respeto a los derechos ciudadanos merecedora de sanción. Y han castigado tan desproporcionadamente al «enemigo» que ya no hay camino para la reconciliación, por mucho que ahora la obediencia debida hiera sus conciencias, por escasa que sea la moral que profesan.

Avergüenzan ustedes a la gran mayoría de sus compañeros de profesión, porque han hecho estremecer al país con las brutales imágenes de apaleamientos a ciudadanos cuyo delito era pedir justicia, democracia y empleo. Sonroja ver el linchamiento indiscriminado de ciudadanos que esperaban un tren, paseaban por la calle o hacían su trabajo periodístico. Y abochorna ver a sus jefes aplaudir la barbarie que ustedes han protagonizado.

Por ello, merecen el desprecio de los parados, el abucheo de los funcionarios, la crítica de los periodistas, el ultraje de los obreros, la ira de los indignados, las pedradas de los jóvenes, el zapatillazo de las madres, la condena de los desahuciados, la repulsa de los profesores, el desaire de los jubilados, la indiferencia de los médicos y la sentencia de los jueces, pues el ensañamiento de sus actuaciones les excluye de la raza humana.

Quiero recordarles finalmente que la Ley Orgánica 4/2010, de 20 de mayo, del Régimen disciplinario del Cuerpo Nacional de Policía, tipifica como falta muy grave en su Artículo 7, apartados c), d) y o): el abuso de atribuciones que cause grave daño a los ciudadanos; la práctica de tratos inhumanos, degradantes, discriminatorios o vejatorios a los ciudadanos, y la obstaculización grave al ejercicio de las libertades públicas. Y les advierto que estas faltas, según el Artículo 10 de dicha Ley, pueden llevarles a la separación del servicio, a la suspensión de funciones y al traslado forzoso.

Pero ustedes saben que no pasará nada de esto porque los políticos beneficiarios de su violencia les protegerán injustamente con la impunidad que no merecen.