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Etiqueta: Belén Esteban

¡MUERA LA PEPA!

¡MUERA LA PEPA!

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Eso, ¡muera la pepa!, ¡que muera!, y que muera ya de una vez. Pero no la Pepa constitucional que vitoreaban clandestinamente los liberales dos años después de votada la Carta Magna el 19 de marzo de 1812, para evitar que el abyecto felón del Fernando les cortara el gañote y arrojará a los pies de los Hijos de San Luis.

No, esa no. Esa que resucite hoy en España al cumplir los 200 años de su nacimiento, para orientar el camino de su hija póstuma nacida en 1978, que va por la piel de toro más perdida que Belén Esteban en una biblioteca.

¡Muera la pepa!, ¡pues claro! Pero la pepa del abuso y el desorden. La pepa que gobierna en los consejos de administración y en los despachos oficiales. La pepa del despilfarro, el descontrol y la impunidad. La pepa por la que trepan los indeseables sin escrúpulos, los que ascienden pisando a los demás como si fueran peldaños.

Esa pepa que no hace pupa al Papa. La pepa que baila con especuladores, que tima a jubilados, que explota a los subempleados, que amarga la vida a los parados y se sienta en la mesa a papear con pregoneros de la catástrofe.

Muera la pepa del bullanguero jolgorio institucional, del sonoro desbarajuste ministerial, de la preocupante incomprensión judicial, del aceitoso despotismo social, de la negra porra policial, del premeditado engaño contractual, de la frecuente manipulación colegial, de la indeseable reforma laboral, del calculado silencio episcopal y del excesivo abuso patronal.

Que muera la pepa, para que la Pepa pueda vivir.

TRADUCIENDO A LA «PRINCESA»

TRADUCIENDO A LA «PRINCESA»

Versodiario 4:

Patética realidad                                                                                                                                 que se mantenga                                                                                                                                   tanta procacidad

TRADUCIENDO A LA “PRINCESA”

Los diccionarios son libros que recogen y explican de forma ordenada voces de una lengua, una ciencia o una materia determinada. Es decir, que cuando ignoramos el significado de una palabra, el diccionario nos lo enseña.

Pero la ausencia de diccionarios que traduzcan ciertas expresiones televisivas ajenas al respetuoso lenguaje habitual de la comunicación pública – no necesariamente académica – en todos los países del mundo mundial, exige un esfuerzo de interpretación para que los televidentes comprendan expresiones de abultado peso que se precipitan sin reparo sobre sus trompas de Eustaquio.

Me ha inspirado la idea el lenguaje empleado por la princesa – “la del pueblo”, claro, de su pueblo, me refiero, no del mío – viéndola dominar un lenguaje tan popular, que desataba los aplausos del ¿respetable?, según mostraba el vídeo resumen difundido en un irónico programa de otra cadena, diferente a la vasilea que sostiene y paga tan grotesco espectáculo.

Les aclaro, por ejemplo, que cuando oigan decir a la princesa: “me sudan los ovarios”, no la crean, porque los ovarios no sudan, lo que quiere decir es que el asunto no le afecta. Si pide entre el vociferio que no le “toquen el coño”, está rogando que no la molesten, y si advierte que todo se lo pasa “por el pototo”, es que nada le importa. No le hagan mucho caso cuando dice que está de “puta madre”, porque hay madres de putas que están mejor que ella. Ni le den crédito cuando afirma que “la única que tiene cojones es la tía Mamen”, porque confunde unas gónadas con otras.

Finalmente, al gritar sin contención “¡¡ a jodeeeer!!, no pretende congregar a los españoles en una orgía colectiva, invitándonos a practicar el coito masivamente a diestro y siniestro, porque ya estamos bastante jodidos con su presencia, quienes lamentamos impotentes que algunos ciudadanos aplaudan semejante esperpento.