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RES-PÚBLICA

RES-PÚBLICA

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Con voz engolada y a micrófono pelado, hablaba un tertuliano sobre algo desconocido para él, como le sucede habitualmente, sin que el moderador le pusiera un esparadrapo en la boca al identificar República con izquierda y caos, debido a la deformada educación escolar recibida con añadido de inoculación genética, confundiendo régimen con gobierno.

República viene de res-pública, es decir, cosa del pueblo. O si se prefiere, participación del pueblo en la gestión de aquello que le pertenece, por decirlo de otra manera. Vamos, que la gente decide quien debe sentarse en el sillón; a diferencia de Monarquía donde la jefatura del Estado es ejercida por una persona con carácter ¡vitalicio y hereditario!.

La asociación hecha por este tertuliano es una falacia, pues la República no es más que una organización del Estado cuya máxima autoridad es elegida libremente por los ciudadanos, como sucede en Alemania, Francia, Italia, Portugal, Austria, Grecia, Irlanda, Finlandia, República Checa, Estados Unidos y tantos otros países republicanos, una vez superada la Edad Media y conocidas las nefastas consecuencias que ha tenido la Monarquía para los ciudadanos en algunos momentos de la moderna historia.

Ahí están para demostrarlo Fernando VII, Isabel, Carlos II y mismísimo bisabuelo de Felipe VI, que abandonó su arbitraje apoyando los sectores más conservadores del ejército hasta llegar al Directorio militar, preludio de lo que vendría después, que terminaría con el bypasseador Juan Carlos, de quien hablará la historia cuando el tiempo lo autorice.

¿ÁRBOL Y/O BELÉN?

¿ÁRBOL Y/O BELÉN?

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Tradicionalmente, en España el belén ha dominado en los hogares hasta las últimas décadas en las que el pino decorado con adornos y luces de colores ha ido ocupando cada vez más espacio en las casas, pasando el belén a un segundo plano, de la misma forma que los regalos de Reyes comparten hoy obsequios en la Navidad a los pies del árbol navideño.

Pero aún prevalece en muchas familias el belén como recuerdo a la misa que celebró Francisco de Asís en una cueva de Greccio allá por el año 1223, cuando decoró el altar con un pesebre donde la imagen en piedra del Niño Jesús ocupaba un espacio junto a un buey y un asno vivos. Tradición que llegó a España en el siglo XVIII de la mano de Carlos III que ordenó importar de Nápoles esa tradición.

El árbol es más laico, procediendo de la tradición al culto de los espíritus de la naturaleza, simbolizando la fecundidad y la inmortalidad, hasta ser cristianizado en el siglo VIII e introducido por suecos y alemanes en el siglo XVII tras la Guerra de los Treinta Años, llegando en el XIX a Gran Bretaña, Austria y Francia, para instalarse en España en el primer cuarto del siglo XX.

Tanto el belén como el árbol se acompañan en muchos casos con velas purificadoras, iluminadoras y fecundadoras de esperanzas, ilusiones y deseos, junto al muérdago, considerado talismán de fortuna, buena suerte y felicidad, expresando las decorativas campanas el júbilo navideño.

EL EXPRESO DE ORIENTE

EL EXPRESO DE ORIENTE

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Un día como ayer de 1883 inició su primer viaje el Expreso de Oriente uniendo París y Constantinopla con vagones de lujo donde se acomodaron aristócratas, políticos, millonarios y altos empresarios europeos, reuniéndose todos ellos dos veces por semana en el andén de la Gare de l’Est antes de emprender viaje hasta la ciudad de Estambul, a través de Alemania, Austria, Hungría y Rumanía.

Así lo hizo hasta que la primera Gran Guerra interrumpió su paso durante cinco años, alcanzando luego su mayor auge en los años treinta, siendo enviado de nuevo al dique seco por la segunda barbarie mundial que dinamitó los raíles del monstruo de acero que cabalgaba por Europa, comenzando de nuevo sus servicios el Orient Express al finalizar la matanza, concluyendo su cabalgadura en 2009 cuando los vuelos baratos y la alta velocidad ferroviaria cerraron definitivamente sus taquillas.

Este rey de trenes y tren de reyes fue el resultado del gran empeño puesto por el liejense Georges Nagelmackers, fundador de la Compagnie Internationale del Wagons Lits, primera empresa que introdujo camas y restaurantes en los trenes, consiguiendo unir Europa occidental con el sudoeste asiático, en lujosos vagones que disfrutaron los privilegiados burgueses de la época.

No se trataba de viajar de una ciudad a otra, sino de hacer negocios a bordo, compartir departamentos con amantes, conspirar políticamente, urdir tramas empresariales, comer exquisitos platos con cubertería de plata, libar los mejores vinos en cristalería de Sèvres, brindar con Moët Chandon, bañarse con agua espumosa, expulsar los desechos en váteres de mármol de Carrara y compartir ventanilla y cama con Mata Hari.

ABDICACIÓN DEL EMPERADOR

ABDICACIÓN DEL EMPERADOR

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La opacidad crónica de la Casa Real, ocultando los verdaderos motivos que han llevado al rey Juan Carlos a la abdicación por boca de Rajoy, nos obliga a pensar en causas que nada tienen que ver con la oportunidad del momento, sino con Urdangarín, mala salud, problemas internos, negocio político familiar, desgaste de imagen, presiones, recesión, crisis política, escándalos varios, actuaciones desafortunadas, creciente antimonarquismo,…

Opacidad que contrasta con la abdicación del emperador Carlos a favor del segundo Felipe de la Casa, por el disgusto que se llevó al legalizarse el luteranismo en Alemania con La paz de Augsburgo, permitiendo a los príncipes luteranos ejercer libremente su religión e imponérsela a los súbditos, desvaneciéndose de esta forma la gran ilusión del Emperador de lograr una Alemania íntegramente católica.

En ese momento dio un giro la política expansionista del catolicismo que con tanto ardor había defendido el padre de Felipe II, a pesar de la oposición de algunas naciones europeas. Su fracaso al no lograr la unidad religiosa del Imperio le hizo abandonar el poder, manteniendo la unidad política.

Así ocurrió la abdicación del Emperador Carlos, seis meses después de morir su madre, la reina Juana, cautiva por él en Tordesillas durante más de treinta años. Se celebró la ceremonia en la gran sala del palacio de Bruselas, dejando a su hermano Fernando: Austria, Bohemia y Hungría; y a su hijo Felipe, España y las Indias, en una ceremonia sencilla reservada a su imperial voluntad.

Al año siguiente y una vez que su vástago fue proclamado rey con el nombre de Felipe II, emprendió viaje a la provincia de Cáceres, siendo llevado en andas por varios porteadores hasta el Monasterio de Yuste en unas jornadas muy duras, como atestiguaron los vecinos que vieron su traslado por el valle del río Jerte, en el último tramo de su viaje al citado Monasterio.

Cuando murió, fue llorado por el resto de sus seis hijos legítimos, mientras los cinco descendientes extramatrimoniales que vinieron al mundo con estrecha colaboración real en cama confortable y silencio de cronistas, no guardaron buen recuerdo del todopoderoso padre que tuvieron, salvo Juan de Austria aunque el rey no conociera a Jeromín hasta poco antes de morir en el Monasterio de Yuste.

ARMISTICIO

ARMISTICIO

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Se cumplen hoy noventa y cinco años del Armisticio de Compiégne, en que aliados y alemanes decidieron suspender las hostilidades de la primera gran barbarie mundial, sentándose frente a frente, vencedores y vencidos, en un vagón de tren aparcado en el bosque de Compiégne.

La firma del documento no implicaba un compromiso fraternal de ayuda mutua, colaboración recíproca, renuncia a futuras guerras y acuerdo de paz duradera, sino un descanso transitorio para reponer fuerzas y lanzar años después un nuevo ataque más brutal que el anterior, sellando cínicamente el cese de hostilidades con una firma falsificada.

Seis horas se dieron de plazo para acabar con los disparos, exigiendo los aliados que las tropas alemanas se retiraran de los países invadidos a más de 30 km del Rin, y entregaran 5.000 cañones, 25.000 ametralladoras, 3.000 morteros, 1.700 aviones, 5.000 locomotoras y 150.000 vagones de ferrocarril.

Así concluyó el 11 de noviembre de 1918 la locura comenzada el 28 de julio de 1914, a causa del ciego imperialismo de las políticas exteriores llevadas a cabo por diferentes países europeos, utilizando como pretexto para la matanza, el asesinato del archiduque Francisco Fernando de Austria, heredero del imperio astro-húngaro.

El balance final de la salvaje carnicería, arrojó la cifra de nueve millones de muertos, la desaparición de algunos imperios, el nacimiento de nuevos estados, la creación de la Sociedad de Naciones y – ¡ojo! – porque la radicalización de los nacionalismos europeos y los problemas derivados del Tratado de Versalles, fueron el caldo de cultivo para la Segunda Guerra Mundial.