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Etiqueta: arponazo

SOLEDAD POST-ELECTORAL

SOLEDAD POST-ELECTORAL

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Pasado el rubicón electoral, vagan por los pasillos de las sedes partidistas y se esconden en los rincones sociales los aspirantes a escaños que han sido rechazados por las urnas, sin encontrar consuelo en las palmadas de ánimo que le dan en la espalda los compañeros afortunados por el recuento de las papeletas.

Estos cadáveres políticos sufren desprecios desconocidos por los muertos naturales, al mantener la sensibilidad que tanto les hace sufrir cuando el teléfono deja de sonar; sus nombres desaparecen de los medios de comunicación; las crónicas de sociedad se olvidan de ellos; y les sobra el vestuario acumulado en el armario durante el tiempo que estuvieron entretelados al sillón.

Tales aspirantes frustrados pierden el poder, pero no la emotividad, por eso les aflige ver que algunos se cambian de acera para no saludarles. Han perdido autoridad, pero mantiene la sensibilidad que les estristece cuando nadie les obedece. Tienen más tiempo libre pero nadie lo comparte con ellos. Carecen de privilegios, pero conservan intactas las fotografías rebeldes al olvido. Han perdido el mando, pero mantiene el deseo de mandar y se enojan cuando no se tienen en cuenta sus opiniones. Pierden influencia, pero recuerdan a quienes beneficiaron, sintiendo el arponazo de la decepción con quienes se olvidan de los favores recibidos. Sufren el drama de la indefinición existencial, porque cuando estuvieron “vivos”, evitaron que se supiera lo “vivos” que eran, y ahora que no “viven” quieren recordar a todos que siguen “vivos”.

Pero algo bueno les queda porque ahora disfrutarán de la paz doméstica, recuperarán amigos, darán nuevo rumbo a su vida y encontrarán refugio en la lealtad de los amigos adolescentes, restauradores de los jirones que las papeletas han dejado en sus vidas, luchando por conseguir el bastón de mando que tuvieron ocasión de acariciar y pasó por delante de su puerta sin detenerse.

ARPONAZO INFANTIL

ARPONAZO INFANTIL

Cuando un cetáceo recibe un arponazo puede salvar la vida y curar las heridas producidas por el venablo, pero nunca borrará de la piel la huella del tridente.

Esto sucede con los arponazos ideológicos infantiles que padecimos los niños de mi época y continúan sufriendo los actuales, pertenezcan a la civilización que pertenezcan, cristiana o cualquier otra de las que hay repartidas por el planeta, sin que puedan liberarse los infantes de los rastros indelebles que deja el anzuelo religioso correspondiente.

Esto lo saben muy bien los virtuosos profesionales de todas las creencias, que mantienen fuerte empeño en el adoctrinamiento de niños, cuando la capacidad de raciocinio no esta plenamente desarrollada y el poder adulto sobre una mente en formación es total.

Que nadie piense en la responsabilidad exclusiva de los padres, porque quienes no los tuvimos sufrimos también amaestramiento de tutores, padrinos, clérigos, profesores y medios de comunicación, con más intensidad de la que nos hubiera llegado de nuestros progenitores.

Carga ideológica sabiamente anticipada a la inteligencia plena y al pleno desarrollo cognitivo que permite al catequista clavar el estoque ideológico hasta la bola, sin miedo a pinchar en un hueso que haría imposible la manipulación mental a que se somete la candidez de los niños.

De forma tan bien intencionada como perversa, se invierte el orden de las cosas para robar la voluntad en crecimiento. Si la religión es una opción personal que se acepta libre y voluntariamente ¿no sería más ético esperar al pleno desarrollo mental del niño para ofrecer al catecúmeno la religión que se profesa? ¿Por qué ese empeño en bendecir con agua la cabeza del recién nacido para incorporarlo a la grey divina sin contar con él para evitarle ir ¡al Limbo!? ¿O ya no hay Limbo? ¡Vaya por Dios!

Claro que siempre le queda al discípulo la posibilidad de abandonar el barco en el futuro,  aunque no pueda librarse de la huella dejada por el arponazo. Pero el respeto a la libertad de pensamiento de quien viene al mundo es tan importante como el respeto a la vida del feto que con tanta fuerza se demanda.

La ética y el orden lógico exigen anticipar la razón a la fe, porque la capacidad para decidir ha de caminar unos pasos por delante de las creencias. Primero discernir, reflexionar, tratar de comprender, y luego elegir con criterio aquello que más conviene a cada cual, aceptando libremente la doctrina o rechazándola a voluntad.