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PÁGINAS DE AMOR

PÁGINAS DE AMOR

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He desempolvado un antiguo poema de amor que llegó a mis manos envuelto en renglones de carta remitida por una entrañable soñadora enamorada, con propuesta de irrealizable futuro hecha en lejano pasado, que la propia vida se ha encargado de inhabilitar negando la realidad a la aspiración compartida.

Verso y prosa enlazados en el mismo sobre, autorizan a expresar la dificultad de prosaicas páginas de amor para igualarse al deleite de hojas poéticas amorosas, porque el verso, las imágenes líricas y la musicalidad del ritmo tienen más fuerza seductora que los vulgares renglones, aunque puedan encontrarse en Luis Rosales y otros versificadores, prosas de singular belleza.

La palabra realiza bien cuanto se le encomienda, por ser abundante en matices y rica en significados, pero el intento amoroso hermana mejor con el verso que con la prosa al penetrar más profundamente en la corteza de las palabras, por mucho que la prosa aspire a conseguir la belleza, estilo y color con que los versos revisten sentimientos.

Se pueden describir en prosa estados de ánimo, anunciar novedades, proponer aventuras, asegurar fidelidades y declarar intenciones, pero siempre a ras de suelo, sin el canto seductor de los versos, el deleite de las imágenes poéticas, la insinuación con vaguedad certera, los vuelos entrelazados y las ensoñaciones que pertenecen al encantador mundo de las estrofas, donde la magia entumece los sentidos.

Esbozar al vivo con hermosas pinceladas el amoroso fuego de los amantes, sus encendidos deseos, los perpetuos cuidados y las duras congojas de la ausencia, junto al temor al desencuentro, los celos y las sospechas de otras alas, es difícil conseguirlo con palabras encadenadas en interminables renglones descriptivos.

Ayuda más el verso a insinuar ardientes suspiros, mensajes del corazón, amorosas quejas y dulces encadenamientos, revestidos unas veces de esperanzas; otras, de anhelos; algunas, de inseguridades; y, en ocasiones, de incertidumbre, porque todos los sentimientos apasionados de los amantes se agudizan en delicados versos, a medida que el amor diviniza lo mundano.

CAMBIÓ PODER POR VIDA PADRE

CAMBIÓ PODER POR VIDA PADRE

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Sería reconfortante creer que el rey Eduardo VII renunció al poder por amor, pero la realidad parece bien distinta porque cuando se autodestronó mantuvo privilegios, sueldo y favores de rey, sin tener complicaciones de reinado que perturbaran la buena vida que se pegó tras abdicar un día como hoy de 1936, diciendo: “No puedo soportar la pesada carga de responsabilidad y desempeñar mis funciones como rey, en la forma en que desearía hacerlo, sin la ayuda y el apoyo de la mujer que amo”. Vale, pues.

Efectivamente, Edward reinó solamente 325 días porque una de las señoras casadas cautivadas por este mujeriego enfermizo, le convenció que vivirían juntos mucho mejor sin complicaciones cortesanas, como así fue desde que contrajo matrimonio con la doblemente divorciada Wallis Simpson, célebre estadounidense que compartiría con él los placeres de la vida y el ducado de Windsor.

Su simpatía con los nazis enervó al primer ministro Winston Churchill que montó a la pareja en un barco que los llevara a las Bahamas, donde Eduardo ejerció de gobernador, al olerse que Hitler contaba con él para reinar en el Estado fascista inglés que pretendía.

Tanto en las islas gobernadas como en su ajetreada vida europea, pasearon su amor por diferentes países, en fiestas millonarias, lujosas mansiones, viajes en el Oriente Express, castillos engalanados y hoteles de cuarenta estrellas, yantando, libando, cantando y bailando, con el dinero de los contribuyentes ingleses, desconocedores de sus excentricidades.

SOLTERONES Y SOLTERONAS

SOLTERONES Y SOLTERONAS

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No siempre las definiciones que reciben los adjetivos de distinto género gramatical coinciden en sus significados, por mucho que el diccionario se empeñe en identificarlos, aunque esta cualidad lingüística del idioma no se relacione con el sexo.

Así, ocurre que los términos solterón y solterona tienen la misma definición en el diccionario de la Real Academia, pero distinto significado en las entendederas de algunos ciudadanos con vulgares pensamientos, que discriminan las dos tipologías identificativas de personas entradas en años que aún permanecen casaderas.

En las páginas sociales tiene ambos el mérito común de ser considerados especímenes humanos sin libro de familia, pero son cada vez más abundantes entre la fauna urbana y rural a la que todos pertenecemos, con negativas diferencias y prejuicios hacia las mujeres, como suele ocurrir más veces de las que sería deseable que sucediera.

Los mentecatos consideran que el solterón lo es por voluntad propia, generando cierta envidia entre los casados, al gozar de libertad e independencia no bien comprendida por los felices maridados y elogiada por quienes la echan de menos. En cambio, tales solterafóbicos de mente extraña piensan que la solterona está sola por voluntad ajena, al carecer de suerte en la búsqueda de pareja y no cazar marido, siendo mujer resentida y sin futuro sexual.

Para tales memos, los solterones son desengañados y las solteronas despechadas que huyen despavoridas de futuros encuentros amorosos. Eso sí, en los colectivos de solterones y solteronas, no incluyen los solteros y solteras jóvenes o sentadas en la sala de espera matrimonial, ni tampoco aquellos solteros y solteras vinculados a pareja libre sin vínculos contractuales ni bendiciones, que han rechazo el matrimonio convencional para vivir juntos un amor en libertad.

NEGRA SOLEDAD

NEGRA SOLEDAD

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Negra soledad es la Soledad con mayúscula, la de verdad, la que no engaña, la que atosiga, entristece, mutila y debilita. La que viene directa a por nosotros cuando el amor se esconde, cuando estamos a la intemperie, cuando la suerte nos abandona al pairo de la vida, cuando manos ajenas se tornan garfios y la solidaridad huye espantada a las cavernas donde la redención no es posible.

A esta Soledad me refiero y no a la consoladora melancolía que acompaña en las tardes invernales, cuando el viento silba en la ventana y el fuego del amor arde en la distancia de corazones enajenados, esperando la resurrección con el beso enamorado de la falda que se espera con un verso de la mano.

Detengo mi pluma frente a la negra Soledad que siempre acude inoportuna a la terca llamada del luctuoso desamparo, al aliento funerario del amor perdido, a la decepción de la intimidad amistosa o al fracaso humano desprevenido, para dejarnos en el alma un poso acre de dolor, hermanado con pesadillas de insomnio determinante.

Esta Soledad no tiene finalidad en sí misma, pero se convierte en destino inevitable. No se propone un objetivo premeditado, pero en ella finaliza el destierro exterior. No justifica la huida sin destino, pero cobija en su sombra a los exiliados. No entiende el abandono, pero explica el quebrando del aislamiento involuntario.

Nos acercamos a esta Soledad desnuda cuando vamos hacia ella vestidos de harapos robando silencios a la vida, sin encontrarnos en el camino hacia ella con frágiles pierdetiempos que nos distraigan, con tropezones que alteren el ritmo de marcha, y con direcciones obligatorias que llevan nuestros pasos hacia al secreto territorio donde nos espera tendida en cuna la desesperanza.

SOLEDAD SOÑADA

SOLEDAD SOÑADA

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La carencia involuntaria o voluntaria de compañía es lo que distingue la negra soledad de la soledad soñada, siendo la primera hermana del desamor y la segunda inspiración amorosa, sin que ambas exijan necesariamente el enamoramiento de otra persona, pues la propia vida es objeto de amor, igual que la belleza, el perdón, la paz o la amistad.

Sea cual fuere la soledad prendida, esta es siempre personal e intransferible, tanto en la dicha y como en el infortunio, pero la soledad soñada elige los destinatarios donde se hospeda, exigiendo especiales condiciones de alojamiento para acampar en el alma que demanda su presencia.

Este aislamiento emocional pide sosiego de espíritu, amor sin cautela, serenidad de ánimo, entrañable recuerdo, nostalgia redentora y corazón abierto a la felicidad que reporta el silencio recogido, la calma alentadora, el alejamiento de la prisa, la ceguera del artificio y el destierro de la bisutería, para acercarse de puntillas a la penumbra de una vela encendida, a la música estremecida y a los pétalos verdecidos.

La soledad soñada no necesita luz, ni reverso de imagen en el espejo, ni sombra de pensamiento, porque le basta seguir el rastro del amor para embargar espíritus con irremediable dicha, alzando puentes levadizos hacia el nuevo mundo que espera tras la huida del bullicio, recuperando el estado basal donde se encontraba la vida antes de partir hacia la agitación anímica.

ENTRAÑABLE FRASEOLOGÍA MATERNA

ENTRAÑABLE FRASEOLOGÍA MATERNA

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Igual que existen diccionarios jurídicos, taurinos, científicos, sanitarios y marinos, tienen las madres una fraseología propia y exclusiva, que manejan a diario con soltura, resignación, curiosidad o malestar, según los momentos cotidianos en que la utilizan para dirigirse con amor fraternal a los jovenzuelos y jovenzuelas que ha parido, recordadas hoy en esta bitácora con humor filial.

Fraseología transmitida durante siglos, de generación en generación, por ósmosis histórica y sin aprendizaje alguno, que vienen empleando las madres desde que la primigenia Eva le dijo a Caín “me tienes harta con tus tonterías”, y a su otro hijo Abel le gritó: “¡deja en paz a tu hermano!”.

Desde entonces hasta nuestros días, cada mamá ha prevenido a su hijo diciéndole “te vas a caer” cuando el chiquillo hace equilibrio; “ese chico no me gusta”, a la adolescente enamorada; “mira a ver con quien andas”, al joven descontrolado; “me tienes hasta el moño”, en momentos de enfado; o “estoy harta de ser tu criada”.

Propio de las madres es acabar una reprimenda censurando que “te entra por un oído y te sale por el otro”; amenazando con “que sea la última vez”; advirtiendo que “me tienes harta”; cuestionando “¿qué te has creído?”; y preocupada por la capacidad sensorial del joven preguntándole “¡¿estás sordo?!”, “¿cuántas veces lo tengo que repetir?” o “¡¿no ves dónde pisas?!”. Eso sí, cuando llega la sanción rematan las madres con aquello de que “me duele a mí más que a ti” o “cuando tengas hijos te vas a acordar de mí”.

Las sentadas ante el televisor se resuelven preguntando “¿es que no tienes deberes?”; también tienen remedio infalible contra el tedio: “¿estás aburrido?, pues ordena tu habitación que está hecha una leonera”. Y si el hijo no hace caso, llega inevitablemente la amenaza: “cuento hasta tres…”.

Ante los viajes piden: “llama cuando llegues”. Si suena llamada o mensaje en el móvil, no falta la pregunta “¿quién era?”. Pero si el hijo sale de casa, las propuestas son muy variadas: “abrígate”, “hasta las doce y ni un minuto más”, “¿con quienes vas?”; “a ver qué haces”. Y si mal regresa el-la joven, el recibimiento se acompaña con “qué horas son estas de venir” o “esta casa no es una pensión”.

Al preguntarle donde se encuentra algo, la madre responderá: “donde siempre” o “donde lo hayas dejado tú”. Su preocupación por la alimentación y salud le hará decir: “come, anda; come y calla”, “tómate el zumo que se le van las vitaminas”, “ponte las zapatillas y no andes descalzo”, “lávate las manos” o “¿te has limpiado los dientes?”.

Finalmente, si el hijo -o la hija, claro – se queja, la madre responderá “ni jo, ni ja”, y si pide explicaciones oirá: “porque lo digo yo, y basta”. A las que se añaden: «apaga la luz», «cierra el grifo», «llevas tres horas en la ducha», «pon la mesa», «no soy tu esclava». En mis tiempos amenazaban: «como me quite la zapatilla, te pongo el culo como un tomate»….

AMOR A LA LECTURA

AMOR A LA LECTURA

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Celebramos hoy el Día Internacional del Libro, alegando que en este día del año 1616 murieron el español Miguel de Cervantes y el inglés William Shakespeare, aunque el primero dejara este mundo el día 22 y la defunción del segundo se corresponda con el día 23 en el desaparecido Calendario Juliano.

Sea como fuere, la UNESCO decidió en 1995 que hoy pensáramos en los libros y así lo haremos como hacemos los 364 días restantes, refugiándonos en el placer de la lectura, como tarea cotidiana que instruye, reconforta, gratifica, consuela, entretiene y deleita gratuitamente, porque para gozar de la lectura solo se precisa estar vivo, despierto y sin ataduras ni rememoraciones.

Celebramos cumpleaños, festejamos aniversarios de bodas, recordamos finales de carreras, compartimos nacimientos y brindamos los días que la suerte nos acompaña, pero son pocos los que solemnizan el hermoso día que aprendieron a leer, siendo millones los desdichados analfabetos a quienes malhadada suerte de la cuna les ha privado de tan complaciente magia.

Porque mágico es transformar las páginas yertas de los libros en imágenes virtuales con vida propia, haciendo volar la imaginación entre los renglones por senderos insospechados, rompiendo las barreras del espacio y el tiempo para habitar en Macondo, cabalgar por La Mancha, convivir con un príncipe en Dinamarca, soñar con Segismundo, versificar con el Capitán o pasear de noche por la orilla del aceitoso Hudson con gitanos de la vega granadina.

La lectura convierte en sueño la vida jugando con las palabras impresas en los pliegos, pero hay otras lecturas sin texto a las que se llega con el alma cuando los ojos se humedecen, las miradas se encuentran, los labios se hermanan, el tacto corresponde o el espíritu se estremece por el amor correspondido.