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AQUÍ, UN AMIGO

AQUÍ, UN AMIGO

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Creo llegado el momento de presentaros a un buen amigo, que se ha pasado la vida buscando en ella cuanto se le ha negado en espacios donde la mentira hace trinchera, el egoísmo domina, la indiferencia clava su estaca, se promueve la ignorancia, triunfa la vanidad y las personas son números sin alma.

Os ofrezco este amigo con honores de hermandad para que tenga en vuestra vida el mismo espacio que conserva en la mía, esperando que vosotros me presentéis también al amigo que siempre os acompaña sin reclamar nada a cambio, porque cada uno tenéis similar amigo al mío, a quien gusto en conocer.

Pero desconfío de la tradición oral recogida en el Talmud, porque yo no me encontré conmigo mismo buscando a Dios, sino de forma espontánea y sin pretenderlo el día ya lejano en que acepté sin remedio la compañía de mi otro yo hasta que la muerte nos separe a los dos, quedando él entre quienes me recuerden y yo flotando en cenizas por el aire.

Os diré que me sorprendo algunas veces hablando con este amigo, sin menguar la entrega y sinceridad que don Antonio guardaba al conversar con el hombre que siempre iba con él, ni demorar el tiempo que Borges pasaba desahogándose consigo mismo en el banco municipal ginebrino.

Diálogos que mantengo con este amigo, en los que me cuento aquello que nadie más que nosotros podemos oír, recreándome en explicaciones innecesarias, porque conozco el relato de su vida y su pensamiento, tan bien como el cronista de los hechos referidos a mí mismo.

ENTENDEDERAS Y EXPLICADERAS

ENTENDEDERAS Y EXPLICADERAS

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La experiencia me ha enseñado que en muchas ocasiones no es posible alcanzar la comunicación deseada con otras personas, bien por incapacidad del emisor para decir lo que quiere decir o por mal entendimiento del receptor que le impide captar adecuadamente el mensaje recibido.

Es decir, que la comunicación exige que emisor y receptor sintonicen sus respectivas frecuencias para evitar interferencias, y alcanzar la sintonía, aunque cada cual emita ondas de diferente contenido, pero en la misma banda hertziana, con el mismo tono y similar razón, aunque sean diferentes las razones de cada cual.

Dicho de otra manera, la comprensión de un mensaje no siempre alcanza su objetivo, debido a malas entendederas de quien lo recibe, o deficientes explicaderas por parte quien tiene la obligación de explicarse bien, aunque unos y otros crean estar donde no les corresponde.

Me ocurrió ayer de nuevo en esta bitácora, cuando traté de exponer las anécdotas y vivencias sentidas por alguien que fue por primera vez a un coso taurino, que muchos amigos criticaron atribuyéndome una taurofilia inexistente, consolándome con que algo parecido le ocurrió al antitaurino Unamuno cuando en la madurez de su vida presenció una corrida de toros en Zamora.

No es la primera vez que me ocurre esto, pues hace unos días pretendiendo enviar un mensaje de optimismo, fue recibido por algunos amigos y amigas como estado pesimista de ánimo, no encontrando a esta divergencia otra explicación que una mala exposición del sentimiento que quise verter, o mala captación del mensaje por quienes tienen la generosidad de leer estas confidencia diarias, vertidas con una pluma en una mano y en la otra un hueso anímico descarnado.

Confieso que esto me inquieta en ocasiones, porque más importante que el mensaje enviado es cómo lo percibe el lector, sobre todo pensando que los visitantes de esta bitácora se acercan a ella con la mejor intención, porque si al otro lado de la pantalla no tuviera amigos que entraran en esta casa, ya la habría cerrado hace tiempo, pero la mantengo porque siento la cercanía de los lectores, como primer paso para el encuentro.

ENSEÑAR A APRENDER

ENSEÑAR A APRENDER

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Me expresa un amigo abogado el disgusto que tiene al no conseguir que su hijo mejore las notas escolares, a pesar de los esfuerzos que él hace a diario ayudándole en casa y estudiándose previamente las lecciones de Física  que luego le explica al muchacho, vaya usted a saber cómo.

Tres cosas le advertí afectuosamente, que reproduzco aquí por si algún lector pasa por el mismo trance de este amigo. En primer lugar, le aconsejé superar la obsesión por las notas, algo comprensiblemente incomprensible para los padres, en una sociedad montada sobre la competencia académica, donde las notas cobran un desmedido valor que no merecen, una importancia de la que carecen y un mérito que no tienen.

En segundo lugar, conviene aclarar algo tan simple como que enseñar no es lo mismo que aprender. De la misma forma que no es igual comprar que vender,  pues no siempre que se muestra un producto al cliente, este lo compra, aunque las posibilidades de venta aumentan proporcionalmente a la capacidad del vendedor.

Todo el mundo puede intentar enseñar algo pero no todas las personas están capacitadas enseñarlo, consiguiendo que el aprendiz incorpore significativamente los conocimientos a su estructura cognitiva. Para enseñar se necesita tener un oficio que es ajeno a quienes ignoran algo tan elemental, porque la «letra con castigo y sangre no entra».

Finalmente, en tercer lugar, es hora de hacer un espacio en la enseñanza no universitaria, a los contenidos procedimentales y actitudinales, olvidando el tradicional enciclopedismo conceptual que demandan los ignorantes educativos, para dedicar más esfuerzos a enseñar a pensar y aprender con autonomía a los jóvenes, si queremos garantizarles un futuro de éxito en metas superiores, estimulando capacidades de aprendizaje autónomo para que puedan cabalgar por sí solos en el maravilloso mundo de los conocimientos.

CARTA A UN RESIGNADO

CARTA A UN RESIGNADO

Inmóvil y silencioso resignado:

Espoleado por la injusta situación que tanto afecta a nuestra economía doméstica y cierra el paso a los jóvenes que siguen nuestros pasos, voy a intentar removerte el ánimo para estimular tu voluntad de redención y sacarte de la temerosa resignación en que vives, provocada por los ventajistas de la estafa que nos están condenando a la miseria.

Debes saber que tu miedo fortalece a los depredadores financieros y tranquiliza a sus cómplices políticos, porque la ancestral individualidad española es aprovechada por tales especuladores para esquilmarnos. También deber saber que la impunidad de los terroristas financieros está basada en la sumisión de los oprimidos, incapaces de dar un hachazo en las mesas de los consejos de administración, que utilizan nuestro miedo en su propio beneficio.

Resignación que paraliza tu insurrección, impidiéndote dar la mano al resto de vecinos para formar entre todos una interminable cadena humana en torno a Instituciones democráticas desgastadas y entidades bancarias insaciables, para coagular ambas en una revolución pacífica.

Sé que para ti es difícil gritar en las calles porque nunca lo has hecho, pero también sé que tienes fuerza suficiente para hacerlo. Sé que guardas temores a un despido laboral y a represalias opresoras, pero también sé que puedes vencer esos miedos naturales. Sé que tu pacifismo detesta toda violencia, pero también sé que la rebelión pasiva de Gandhi forma parte de tu doctrina. Sé que tu fe somete las bofetadas del verdugo a poner la otra mejilla ante el agravio, pero también sé que tu Dios expulsó a latigazo limpio del templo a los mercaderes.

Sin educación, la ignorancia justificará el acatamiento. Sin asistencia sanitaria, las ciudades se transformarán en grandes morgues. Sin derechos laborales los trabajadores serán esclavos. Sin libertad, la manipulación informativa y mental trepanará nuestro cerebro.

Quisiera saber a qué esperas para ponerte detrás de una pancarta. Cuántos vecinos más tienen que suicidarse antes del inhumano desahucio especulativo, para que te manifiestes contra esos asesinatos encubiertos. No sé qué más debe ocurrir en España para que salgas a la calle a pedir justicia.  Ignoro hasta dónde vas a soportar el terrorismo codicioso que nos está ahogando.  Desconozco el límite de tu resignación ante la mentira política, el despilfarro institucionalizado, la especulación con la pobreza y la impune corrupción.

Dime cuantos copagos más estás dispuesto a soportar; cuántas tasas judiciales vas a tolerar; cuántas privatizaciones sanitarias; cuántos impuestos lineales; cuantos recortes laborales; cuántas mentiras electorales; cuántos fraudes fiscales; cuantos privilegios antilegales al rey del juego; y cuántos insultos al sentido común y a la justicia social estás dispuesto a tolerar, para  descamisarte en la calle.

Vamos juntos, compañero, porque si unimos nuestros esfuerzos no hay suficientes policías para detenernos a todos, ni jueces para condenarnos, ni prisiones para encerrarnos, ni carceleros para custodiarnos, pues no hay ley ni fuerza que venza a un pueblo unido, como ha testificado en varias ocasiones la historia de la lucha social.

Si obedecemos órdenes que objeta nuestra conciencia, seremos cómplices de la tragedia. Si mantenemos el acatamiento a voluntades que nos subyugan, seremos condenados a la esclavitud. Si hacemos de la rendición doctrina, no tendremos salvación. Si capitulamos de nuestros derechos, perderemos la posibilidad de redención. Si condenamos a los jóvenes al infierno de un futuro inexistente para ellos, jamás nos lo perdonarán. Y lo que es peor, si soportamos resignados tanta humillación y desprecio, seremos recordados en la historia como un cobarde pueblo de corderos sometido a la oprobiosa cayada de pastores insolidarios que utilizan nuestra resignación como argumento para ocultar la codicia que nos llevará al matadero, mientras ellos brindan ante el espejo.

Hazme caso, resignado, y vente con nosotros. Te abraza tu amigo Paco.

SIN PALABRAS

SIN PALABRAS

Así, sin palabras, me ha dejado un viejo amigo de cuyo nombre nunca voy a olvidarme, porque no hay suficientes voces en el diccionario para agradecer su gesto de afecto, su entrañable recuerdo y el desinterés con que ha dedicado su tiempo a quien nunca le ofreció nada.

Inestimable brote verde en tiempo seco de valores, cuando muchos pretenden comprar amistad en taquillas sin existencias ni restos de compañerismo. Apreciable cabo de luz en la penumbra de una hermandad deshabitada, cuando la generosidad huye espantada hacia el ocaso. Desprendida concesión que se niega a ser correspondida, cuando el intercambio mercantil de favores se oculta en las cloacas del interés mutuo y el mercadeo de amistades interesadas pretende, sin conseguirlo, oscurecer la fraternidad entre almas grandes ocupadas por sinceros afectos.

Sin esperarlo, ni presentirlo, ni merecerlo, ha entrado en mi vida el sencillo artesano con un hermoso canto a la amistad, al desprendimiento y al recuerdo de necesidades compartidas en un colpicio, del que sólo tengo memoria para recordar a quienes conmigo allí estuvieron, como es el caso de este corazón ambulante que desparrama su bondad por las calles de Madrid sin alardear de la generosidad que le sobra.

Agradezco las plumas de caña que conservaré sobre mi mesa de trabajo como una reliquia. Pero, sobre todo, agradeceré siempre junto Saint-Exupéry y su Principito las horas que me ha dedicado este amigo, porque es el tiempo que ha perdido elaborando las plumas lo que las hace importantes.

CARTA A UN AMIGO RECIÉN AFILIADO

CARTA A UN AMIGO RECIÉN AFILIADO

Estimado Ángel:

Preocupado por tu decisión de afiliarte al partido político que llevas votando desde hace tantos años, con intención de implicarte hasta las trancas en asuntos políticos, me tomo la libertad de darte públicamente mi opinión para decirte lo que que pienso sobre la arriesgada opción que has tomado.

En primer lugar, he de confesarte que tu audacia me ha sorprendido porque siempre te habías negado a militancias políticas, con argumentos más convincentes de los que esgrimes para justificar tu nuevo compromiso. Sinceramente, creo que te has equivocado metiéndose en corral ajeno, por mucha ilusión que hayas puesto en la decisión tomada, porque vas a  durar menos en el partido que Pinocho en una serrería.

Sin ánimo de quebrantar tu entusiasmo, pero obligado por la amistad, voy a decirte sin reparos que tú no vales para la política que se practica actualmente, ni tienes cabida en la casta política dirigente, formada por el grupo social más detestable.

Lo tuyo es la denuncia, la rebeldía y la independencia de criterio, y lo vas a tener difícil si pretendes mantener tu opinión más allá de la disciplina interna que te impondrá el partido. Te van a decapitar, querido Ángel, a la primera escaramuza que se presente, si es que antes no te escapas por la puerta de servicio llevándote la pesada carga de frustración a la espalda. Conociendo a tu padre, supongo que te habrá dicho lo mismo que yo te anuncio aquí, pidiéndote que no te quejes de los sartenazos que te esperan. Pero también sé que cuanto te digamos es tan inútil como pretender abrir un cofre con una llave de goma.

La política de oficio que se practica tiene poco que ver con el compromiso social que has mantenido hasta ahora. Lo tuyo es la generosidad, la voluntad de servicio, el diálogo sincero y la verdad, pero en el ecosistema político no abunda precisamente la ética y se desconoce la estética. En ese hábitat al que te has incorporado sólo pasa el que pisa, y se hace sitio, el que empuja. Tus refinadas actitudes nada tienen que ver con los vulgares comportamientos que vas a encontrarte.

Antiguamente los ciudadanos confiaban en la política, creyendo que era el arte y ciencia de gobernar. Pero hoy día estamos de vuelta sin haber descubierto el arte que esconde, y reconociendo que su ciencia se circunscribe al autocontrol de las cuentas personales de quienes se dedican a ella. Ya sé que no estás de acuerdo con esto porque si así fuera jamás hubieras pasado ese rubicón, pero ya hablaremos dentro de unos meses cuando te pidan decir que no dijiste lo que habías dicho o te hagan decir que habías dicho lo que no dijiste.

Temo que las turbulencias políticas hagan naufragar tus esperanzas; que los remolinos envolventes del poder aventen la utopía que te llevará a las listas electorales; que las polvaredas levantadas por las luchas internas cieguen la objetiva inteligencia que siempre has tenido; y que el huracán de la ambición te devore. Como verás, lo que te digo son inocentes vulgaridades conocidas por la mayoría, que no tienen cabida en el espacio político donde te has sumergido, hipotecando la enorme fortuna que has tenido siempre de sentirte libre y sin ataduras.

A partir de ahora tendrás que llevar siempre en el bolsillo una regla sin graduar para medir a la baja los problemas ciudadanos; una pesa trucada y sin tara para determinar el peso de los errores que cometas; una plomada invertida y quebrada para justificar la ausencia de rectitud; una papelera de uso personal para echar en ella los programas electorales y las promesas; unos tapones de los oídos, para preservar los tímpanos de críticas y amonestaciones; ¡ah!, y el GPS del partido para seguir fielmente las direcciones obligatorias que te marque la organización. En cambio, yo te recomendaría simplemente que llevaras un despertador para alertarte del lavado de cerebro que te espera, porque nadie que lo sufre se da cuenta de ello.

En todo caso, no te preocupes demasiado por la decisión que has tomado, pues no eres la única persona que comete errores, incluso tu padre y yo podemos estar equivocados, pero siempre estaremos a tu lado aunque no votemos a tu partido.

AQUÍ UN AMIGO

AQUÍ UN AMIGO

Creo llegado el momento de presentar a un buen amigo, para que también lo sea de quienes pasáis la mirada por las páginas de esta bitácora, buscando en ella cuanto se nos niega en espacios donde la mentira ha hecho trinchera, el egoísmo domina, la indiferencia clava su estaca, se promueve la ignorancia, triunfa la vanidad y reinan las monedas.

Os ofrezco este amigo con honores de hermandad y espero que tenga en vuestra vida el mismo espacio que yo haré en la mía cuando vosotros me presentéis a quien siempre os acompaña sin reclamar nada a cambio, porque cada uno tenéis similar amigo al mío, aunque algunos no hayan percibido aún su roce.

Desconfío de la tradición oral recogida en el Talmud porque yo no me encontré conmigo mismo buscando a Dios, sino de forma espontánea y sin pretenderlo, el día ya lejano en que acepté sin remedio la compañía de mi otro yo hasta que la muerte nos separe a los dos, quedando él entre quienes me recuerden y yo flotando en cenizas por el aire.

Me sorprendo algunas veces hablando con este amigo, sin menguar la entrega y sinceridad que don Antonio guardaba al conversar con el hombre que siempre iba con él, ni demorar el tiempo que Borges pasaba conversando consigo mismo en el banco municipal ginebrino.

Diálogos que mantengo en los que me cuento aquello que nadie más que yo puede oír, recreándome en explicaciones innecesarias, porque conozco la narración tan bien como el cronista del hecho que a mí mismo refiero.

Algo de terapia deben tener estos coloquios a dúo unipersonal, porque tranquilizan el ánimo y ayudan a reflexionar en voz alta con el doble reflejado en el espejo, en el agua o en la soledad del silencio nocturno, cuando todo duerme menos el pensamiento que se mantiene despierto incluso en sueños de madrugada.

No he tenido amigo más a mano, ni mejor, ni más fiel en mi larga vida que yo mismo, como anticipó Pitágoras definiendo al amigo como el otro yo. Por eso, quienes más cercanamente me conviven no se alarman al verme en animada tertulia con el “otro”, ni atribuyen a trastornos identitarios disociativos  las reflexiones que hago en voz alta, cuando el íntimo recogimiento envuelve el aire donde quedan suspendidas las palabras.

Y si en algún momento hago a mi otro yo depositario de confidencias futuras que nadie sabe, es para que les dé vida cuando a mí ésta me falte, porque será él quien me sobreviva.

Este amigo embrida mis impulsos cuando la irritación por injusticias, corruptelas y mentiras, altera el pulso, y me dicta lo que no debo proclamar. Este huésped que me habita es quien alivia los desasosiegos si algo perturba el ánimo y desdibuja la esperanza. Él fue quien más alejó de mi vida los desgraciados días del abandono cuando la parca se empeñó en cerrar puertas y ventanas a un futuro imposible por tanto desamparo. A él debo el estimuló y fuerzas que he necesitado para seguir luchando y la sonrisa en el espejo, cuando el llanto era alimento huérfano diario.

Ha sido certero en el consejo, inflexible en la exigencia, tolerante en los errores, y crítico leal desde la cuna, sin clavarme espinas en el alma, pero obligándome a prometerle que no volvería a hacerlo, mientras me abrazaba dándole razones a Jaime para proclamar el amor a uno mismo como la más innoble servidumbre.