DISTINCIONES INMERECIDAS

DISTINCIONES INMERECIDAS

En la vida profesional, no se  felicita a los que cumplen las responsabilidades que le son propias porque, quienes eso hacen, no hacen otra cosa que cumplir con sus obligaciones. Algo que no ocurre en la vida política española, donde se considera excepcional lo que en otras latitudes no sobrepasa el ámbito de la normalidad.

Nuestra beocia nos lleva a felicitar y distinguir con elogios a ciertos políticos por llevar a cabo acciones de obligado cumplimiento con aquellos que les han elegido para realizarlas, aunque no pongan un duro de su bolsillo y llenen de asesores y currantes las antesalas de sus despachos con dinero ajeno.

Nunca hacer tan poco fue tan reconocido, especialmente por quienes sirven al felicitado, protegiendo sus espinas dorsales con firmes corsés y las manos con guantes de cuero para evitar que los aplausos al cortijero hagan ampollas en los dedos o que las inclinaciones de tronco quiebren sus espinazo.

Además, los reconocimientos suelen ir acompañados de medallas, placas, estatuas, portadas de periódicos, entrevistas, crónicas y fotografías para inmortalizar el recuerdo y perpetuar una buena imagen del felicitado entre el vecindario, hasta que el tiempo abre la ventana del olvido y una corriente de menosprecio devuelve las cosas al lugar del que nunca debieron salir.

Los agasajos son para quien logra objetivos extraordinarios, evitando homenajear a los que hacen cosas ordinarias que tiene la obligación de hacer, para no devaluar las virtudes de quienes realmente merecen los parabienes, pues los brindis son para aquellos que transforman lo excepcional en cotidiano.

Por el contrario, cabe la censura a quienes detentan poder político cuando muestran una evidente falta de previsión, exhiben una ostensible incapacidad para el cargo, despilfarran nuestro dinero o certifican ineptitud manifiesta. Pero no tiene espacio la alabanza gratuita que se prodiga por la tarea política rutinaria.

La palmada en la espalda es para quien la merece si queremos que esa palmada continúe significando lo que verdaderamente representa. De la misma forma que sólo debemos planificar lo imprevisible, tenemos que acostumbrarnos a premiar a nuestros representantes políticos por sus logros excepcionales.

Por eso considero excesivo el inmerecido reconocimiento que se hace a las “autoridades”, por realizar lo que forma parte esencial de su actividad política como responsables directos del área que gestionan, pues están obligados por ley democrática a llevar a cabo correctamente las tareas que tiene encomendadas.

Pero esto tiene difícil solución mientras se repartan las medallas entre ellos.

¿PACIENCIA O BARRICADAS?

¿PACIENCIA O BARRICADAS?

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En plena campaña electoral mi voluntad se mueve confusa entre aguantar pacientemente los envites que van a llegarnos de los mitineros, o pedir ayuda a los vecinos para montar barricadas, preludio de una revolución que nos lleve a tomar la bastilla política, hoy en manos de ineptos esféricos, es decir, personas incapaces por donde quiera que se las mire.

La razón que gobierna mi cerebro orienta las neuronas por el recto camino de la cisura de Rolando donde las leyes democráticas tienen el asentamiento, sugiriéndome paciencia, es decir, capacidad para sufrir y padecer lo que venga, sin alterarme. Pero el instinto que mueve mis vísceras, alienta en el corazón latidos revolucionarios contra una campaña electoral que va a llevarse de nuestros bolsillos ¡41 millones de euros! – que tiene  bemoles la cosa – impulsándome a montar parapetos que impidan el paso de los vividores a costa del sudor ajeno.

¿Es momento de paciencia o de confrontación abierta contra la política que hacen nuestros políticos, sin duda alguna los más corruptos e incapaces de nuestra historia?.

Dando paso a la razón, puedo decir que en estos momentos necesitamos masivas dosis de paciencia. Preciado elixir que nos ayudará a soportar la que se nos viene encima en los próximos días. Paciencia para no responder con violencia al despilfarro y la farsa que llegará a diario a nuestras casas, perfumada con el cinismo del agua milagrosa procedente del mismo manantial que blinda mercenarios columnistas y pone micrófonos en sus manos para justificar lo injustificable.

Pero si abro las esclusas de mis venas, el caudal de indignación acumulado me pide montar barricadas en todas las autovías, carreteras y caminos vecinales por donde vayan a pasar las caravanas electorales. Si doy voz al instinto, el cuerpo reclama mi voluntad de reventar los mítines y bloquear las cuentas corrientes de quienes sobrevuelan por encima de la crisis después de fumigarnos con ella.

¿Barricadas o paciencia? That is the question, que diría don Guillermo por boca del príncipe de Dinamarca. ¿Es más noble para el alma soportar
las flechas y pedradas de la áspera política
o armarse contra un mar de adversidades
y darle fin en el encuentro?

Esta es la cuestión que yo dejo hoy en mi bitácora, teniendo muy clara la respuesta.

MENTIRAS FOTOGÉNICAS ELECTORALES

MENTIRAS FOTOGÉNICAS ELECTORALES

Sabíamos que ciertos mandatarios  movían las fichas a su antojo en el tablero político,  sin respetar las reglas del juego. También teníamos noticias confirmadas por teléfono desde Valencia que muchos habían llegado a la política para “llevárselo”. Hemos confirmado en sucesivas elecciones que las promesas electorales van a la papelera junto a las papeletas de votación unos segundos después de terminar el recuento. Y hemos visto a políticos responder sobre la emigración de las aves cuando se le preguntaba por la corrupción de sus correligionarios.

Ahora el CIS nos confirma que los ciudadanos estamos más preocupados por la clase política que por el terrorismo. Pero todo esto no inquieta a nuestros protagonistas, ocupados tradicionalmente en engañarnos de palabra, obra y omisión, porque antes no era posible hacerlo con el ojo de una cámara fotográfica.

Fue en la década de los años noventa cuando surgieron los primeros retoques fotográficos y comenzaron a transformarse en milagros fotogénicos de largo alcance, las arrugas y rostros deformados.

Así se ilustraron con trucajes las fotos en los escaparates de moda, se camuflaron las patas de gallo en las vallas publicitarias y se rejuvenecieron ancianas en los productos de belleza, para seducir a mentes ingenuas.

Viendo los resultados comerciales del engaño, los profesionales de la mentira se fueron montando progresivamente en el carro de la nueva farsa, insultando nuestro sentido común con fotos de candidatos políticos en los carteles electorales, como hizo la presidenta de la Comunidad de Madrid en las pasadas elecciones autonómicas, popularizando a su hija entre los vecinos sin guardar un mínimo respeto a la intimidad de la chiquilla.

Ejemplo seguido en la propaganda electoral de las próximas elecciones, donde se hace ostensible la mentira de una fingida juventud, pretendiendo esconder las arrugas, para negarle a la experiencia el mérito, sabiduría, prudencia, temple, tolerancia y buen sentido, que nunca tendrá la juventud.

COMIENZA EL ESPECTÁCULO

COMIENZA EL ESPECTÁCULO

¡Parados y paradas! ¡Indignados e indignadas! ¡Ciudadanos todos y ciudadanas todas! Tomen asiento, que comienza el espectáculo de la confusión y el engaño. Del olvido de promesas sin cumplir y del anuncio de las que no serán cumplidas.

Comienza la subasta del hambre ajena, el mercadeo con el dolor extraño, el comercio de ilusiones y la explicación de una realidad virtual que hace castañear los dientes a quienes viven en la intemperie de la soledad y el abandono.

Comienza la pugna por lograr la mayor oferta en el mercado de la seducción. La secuencia de disparates camuflados en proposiciones importadas del país donde vive Alicia. Y el vapuleo al adversario con palabras enardecidas que soliviantan las vísceras de los correligionarios.

Comienzan los motores a circular en sentido opuesto al que van los ciudadanos, dispuestos a llevarse por delante lo que encuentren a su paso con tal de alcanzar la meta que se han propuesto, para lograr su objetivo una vez más.

Comienzan los descarados vaticinios de brotes verdes en un terreno desértico, las soluciones imposibles al tsunami que se avecina y las profecías de que cualquier tiempo futuro será mejor, sin percibir que el futuro ya ha arruinado muchas vidas.

Comienzan los autores y cómplices de la tragedia a proponer la redención de los males que ellos mismos han provocado con su ignorancia, omisiones, silencios y mentiras durante años, llevando ambos con orgullo en la solapa el mérito de haber sido los políticos más incompetentes de la moderna historia de España.

Comienzan los flautistas de Hamelín a templar las flautas, sin tener en cuenta que en esta ocasión sólo van a seguirles los que perecerán ahogados como las ratas de la leyenda contada por los hermanos Grimm.

Ya están preparados los escenarios, dispuestos los micrófonos, escritos los guiones, encendidas las candilejas, reforzados los atriles y saturados los botiquines con pastillas para la garganta y guantes de roble para los palmeros. Entre bastidores esperan su turno los teloneros y primeros actores, mientras los ingenuos incondicionales se hacinan con vividores de la farsa para elevar su santo al altar de la Moncloa y el séquito de profanos beatos a honoríficos camarines laterales.

DESIGUAL ESFUERZO

DESIGUAL ESFUERZO

La vida de los humanos es algo así como un gran paréntesis dentro del cual las injustas diferencias existentes entre seres de la misma especie es notoria, significativa y determinante de sus vidas.

A los desafortunados en el reparto, les queda el triste consuelo de que el citado paréntesis se abre y se cierra con dos acontecimientos vitales que a todos iguala, sin diferencia alguna. El nacimiento nos homologa biológicamente a los humanos porque todos nacemos de igual forma. Y la democrática muerte está inventada para igualarnos a todos por la eternidad de eternidades, en un ejemplo de justicia distributiva inimitable por las leyes jurídicas que en vida benefician descaradamente a los poderosos.

Hablar ahora de la influencia concluyente que representa la cuna en la vida de las personas, puede parecer una reflexión ociosa y a destiempo, pero no voy a quedarme con las ganas de hacerlo, porque la cuna hace a unos afortunados y desgraciados a otros, sin que los unos hayan hecho méritos para tener una vida de regalo y los otros deméritos para ir arrastrándose por el suelo durante toda su vida, salvo que hagan un esfuerzo descomunal para salir del túnel por el que no pasaron los favorecidos del azar, puesto que ambos, unos y otros, vinieron de la nada.

Quienes despiertan a la vida desprotegidos de los beneficios que concede a otros el aleatorio privilegio de la cuna, no les queda otra opción que seguir el camino empedrado de sangre, sudor y lágrimas, para alcanzar la meta donde los privilegiados llegan en limusina.

Esto ayuda a comprender que quienes viajan a lomos de los demás se nieguen a llevar en sus espaldas a los otros y pretendan mantenerse a horcajadas sobre los privilegios que han heredado sin esfuerzo alguno.


¡ CUÍDATE !

¡ CUÍDATE !

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Eso me dicen ahora mis antiguos alumnos, con indudable cariño, en correos electrónicos, llamadas telefónicas y encuentros: “¡Cuídate!”. Sin que haya podido desentrañar con certeza absoluta el origen y alcance de tan sincero deseo, consciente que no se trata de un sonsonete carente de sentido,  o un latiguillo de moda entre los jóvenes.

Tan noble consejo provoca en mi ánimo ligeras turbaciones, porque ninguno de ellos me explica los argumentos que les lleva, de forma tan insistente, a inquietarse por mi salud, sin que yo haya hecho méritos reconocidos para llevar el desasosiego a sus sentimientos.

A veces pienso que sus buenas intenciones obedecen a que me ven mala cara, y esto les hace pensar en posibles dolencias ocultas que, de momento, se mantienen alejadas de mi horizonte, aunque soy consciente que no tardarán en llegar.

En otras ocasiones, intuyo que me sugieren cuidarme, pensando que llevo mala vida, pero no parece que este sea el caso, porque hago deporte a diario, juego al mus, me siento a trabajar cuando ellos no se han acostado, me recreo pintando, llevo buena alimentación, no fumo, y mis vicios se reducen a compartir un saludable vaso de vino de Ribera de Duero, con los buenos amigos que generosamente me dan su confianza y brindan sinceras confidencias.

A veces también pienso que me piden cuidar la salud para corresponder al proteccionismo que siempre tuve con ellos, devolviéndome los consejos que tantas veces les di para que no hicieran tonterías en la vida y mantuvieran siempre la brújula de sus actuaciones en dirección al norte.

Finalmente, agradezco que me pidan cuidarme, porque escondido en tal deseo hay una carga de afecto, cariño y buen recuerdo que les hace grandes y bien nacidos, por el modo con que expresan su gratitud a quien sólo pretendió hacer de ellos hombres cabales.

EL OTRO HALLOWEEN

EL OTRO HALLOWEEN

El mundo, en el que España está inmersa, no ha finalizado su noche de brujas hace unas horas, sino que continúa su Jalouín por la vía dolorosa hacia el calvario, caminando sin apenas fuerzas y con gran resignación, pero sin atreverse a nada.

Las máscaras han ocultado durante unas horas rostros doloridos, y la fiesta nocturna ha pretendido sustituir el deseo oculto de muchos ciudadanos y ciudadanas de enarbolar hoces, guadañas y horcas, contra los que sonríen en parlamentos y consejos de administración.

Es una pena que hayamos importado de los Estados Unidos las hipotecas basura y las noches de terror, dejando a un lado los grandes valores democráticos de ese país, su estima por la competencia de los mejores y su desprecio a los sinvergüenzas.

Tampoco entiendo muy bien que se dediquen noches a historias de miedo y películas de terror, como si fuera poco la que está cayendo, y pretendiéramos ocultar la angustia de mañana con disfraces sanguinolentos, cabezas taladradas por cuchillos y rostros deformados para asustar a inocentes vecinos y amigos, sin atrevernos a inquietar con acciones definidas a los farsantes, politiqueros y especuladores, en un alarde público de máxima confusión.

Ayer mantenía la esperanza de que esta noche ardiera en las hogueras éticas comprometidas quienes viven a costa del sudor ajeno, recordando que, por menos motivos, la Inquisición chamuscaba a los herejes. Pero no ha sido así.

Tampoco he visto desenterrar hachas de guerra contra los depredadores, porque las inofensivas armas de caucho preocupan menos a los impostores que las sentadas de los dignos indignados en las plazas municipales o las pancartas.

¿Pesimista, me decís? No. Es, simplemente, – ¿simplemente? – que todavía estoy digiriendo la traca final de los actuales diputados con los futuros padres de la patria, regalándoles un kit tecnológico, formado por cientos de tabletas iPades, iPhones y líneas ADSL privadas, con un gasto de ¡un millón de euros!, que pagaremos usted y yo, aunque no participemos en el reparto. Ello gracias a tres diputados del PSOE y dos del PP, que han dado la cara por los demás. A sus señorías no les bastaba con el ordenador portátil que tenían, el iPhone que disfrutaban, la línea ADSL, el ordenador de mesa en el despacho y el otro en el escaño. ¡Qué pena!

También me está costando digerir la jugada de mi tocayo en Caja España-Duero, no por los 520.000 euros que se va a llevar por la cara del bolsillo de los impositores, sino por atreverse a llamar demagogo al resto del mundo que lo censura y por considerarse a sí mismo “trabajador”. ¡Qué ironía!

Comprenderán ahora, que viviendo ya lo suficientemente aterrorizado con tanto sinvergüenza a nuestro alrededor, considere un exceso añadir al miedo natural que nos embarga, una noche de terror.