GABACHOS

GABACHOS

Ni es oro todo aquello que reluce en el chovinismo francés, ni su paranoia narcisista es epidémica, ni el patrioterismo visceral afecta a los cuerdos, ni la mitomanía irracional está generalizada, ni todos los franceses son gabachos, aunque a muchos les cueste creerlo.

Al decir gabachos no tengo en la memoria a quienes sufren paperas y tumefacciones en la glándula tiroides, sino a los franceses que nos invadieron hace años con la anuencia, beneplácito y aplauso del gran felón, y a tiro limpio trataron de mantener el dominio sobre una finca que no les pertenecía.

Al decir gabachos no me refiero a las personas nacidas en algún pueblo de la falda francesa de los Pirineos, vecina a la nuestra, sino a los despreciables vecinos que impunemente desvalijan los camiones españoles con verduras que pasan por su territorio camino del norte.

Al decir gabachos no quiero identificar a los franceses despectivamente con los gringos, sino a los que fueron “amables” con los exiliados republicanos que huían de nuestra guerra incivil, “recogiéndolos” en campos de concentración para que no se dispersaran por el país.

Al decir gabachos no pretendo hablar de los franceses que habitan en la ribera francesa del río Gabas, y sí del grupo de indeseables que han difundido por el mundo la macabra insinuación de dopaje de nuestro querido Rafa Nadal, simplemente por dejarles sin trofeos en las estanterías.

Al decir gabachos no pongo la atención en el occitano “gavach”, montañés negro, que procedía en el siglo XVI de la región septentrional del país vecino y hablaba muy mal francés, sino a los gabachos que han hablado siempre mal de nosotros, creyéndose ombligos del mundo.

Al decir gabachos no me refiero a los buches de las aves ni al bocio tan frecuente entre los montañeses septentrionales franceses, sino a los que padecen desde hace siglos envidia crónica de sus vecinos del sur, difundiendo con desprecio que África comienza en los Pirineos.

Pero que nadie se alarme. La pretendida ofensa pública a Rafa Nadal – que a todos ha pretendido ofendernos -, tiene su origen en la desneuronización que han sufrido algunos moñigotes de carne y hueso por fusión de los axones de tantas bofetadas hispanas recibidas.

Durante muchos años he convivido día a día y codo a codo con profesores franceses, y puedo asegurar que no encontré gabacho alguno entre ellos. Pero también sé que esta subespecie prolifera como hongos otoñales entre los descerebrados que abundan en las cadenas televisivas, por mucho que engolen la voz, estiren el cuello y quieran contagiarnos a los demás su frustración con estornudos semejantes al salivazo que han arrojado impunemente contra Nadal.

VENCER EL MIEDO

VENCER EL MIEDO

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Pocas emociones tiene más poder sobre nosotros que el miedo, ni existe argumento mayor para explicar algunos comportamientos. Tal emoción incontrolada se sostiene por la aversión instintiva que tenemos a todo aquello que pueda hacernos daño y perjudicarnos, siendo a veces desproporcionado el temor sentido en relación con la amenaza que lo genera.

Esto explica que el miedo haya sido hábilmente utilizado como ariete contra la insumisión y rebeldía de pueblos y personas, por dirigentes políticos, económicos y religiosos, con el fin de lograr sus objetivos, con el menor esfuerzo posible y máximo rendimiento.

De esta forma, el miedo ha sido el arma psicológica empleada por los dictadores para imponer su ley sembrando el terror entre los administrados, porque quien recibe amenazas de muerte en un Estado totalitario, admitirá en silencio grilletes y latigazos, pidiendo a su virgencita quedarse como está.

Los directores, gerentes y patrones saben que intimidando a los subordinados con despidos y traslados que amenacen su estabilidad profesional, económica y familiar, conseguirán la sumisión, explotación y obediencia de los temerosos empleados y funcionarios.

Incluso en la educación doméstica y escolar de la infancia se ha utilizado tradicionalmente el miedo que genera el “hombre del saco”, la turbación que producen las sanciones y el consiguiente desconsuelo a la falta de regalos mágicos reales, para conseguir que los temerosos niños sean buenos y complacientes a la voluntad de padres y educadores.

En mis tiempos adolescentes, muchos predicadores de la frustración nos amenazaban con perder la virilidad, contraer enfermedades extrañas y ser eternamente condenados al fuego del infierno, si no evitábamos las inevitables y placenteras masturbaciones al descubrir el sexo. Siendo entonces, y ahora, la amenaza del castigo el mejor argumento utilizado por muchos para conseguir sus objetivos.

Hoy día, políticos y banqueros están inoculándonos miedo en las venas para conseguir paralizarnos y ganarse nuestro aplauso resignado a unos recortes y austeridad que a ellos no les afecta, sin darnos tiempo a reaccionar porque han logrado limitarnos y atenazarnos, haciéndonos caer en la trampa de un miedo inexplicable, porque no existen razones para tenerlo mientras ellos sonrían.

Sin darnos cuenta, estamos frente a nuestro mayor enemigo, al irracional elemento causante de la desdicha general. Tenemos dentro del cuerpo social el origen de la infelicidad colectiva, el fantasma irreal que atenaza la esperanza en el futuro, el origen de nuestra resignación, la causa de nuestros males, y no hacemos nada por expulsarlo del cuerpo.

Es hora, pues, de actuar. Es hora de darnos cuenta que el miedo sólo tiene espacio en nuestra vida cuando abandonamos la razón. Esto quiere decir que para acabar con él debemos maridar la cordura con el firme propósito de vencer el miedo que nos oprime y salir a la calle para ganar el futuro.

PATRICIA FLORES

PATRICIA FLORES

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La viceconsejera de Asistencia Sanitaria de la Comunidad de Madrid, doña Patricia Flores, se pregunta, – y nos pregunta a los demás -, si tiene sentido que un enfermo crónico viva gratis del sistema sanitario público, y los demás nos preguntamos si tiene sentido que una persona con demencia crónica y sensibilidad de cuadrúpedo dirija la sanidad madrileña.

También nos preguntamos si tienen sentido los supersueldos de políticos y suculentas dietas que les pagamos, unido a los privilegios que disfrutan, por hacer y decir las cosas que hacen y dicen, con voz engolada y cara de cemento armado, impunemente, con desvergüenza y sin ser cesados.

¿Tiene sentido el gran poder que tienen los mandamases y la patrimonialización que hacen de los bienes públicos?

¿Tiene sentido la impunidad ante el despilfarro de millones de euros en la gestión pública, ejemplificado en aeropuertos y obras faraónicas injustificadas?

¿Tiene sentido el enriquecimiento ilícito de muchos políticos con el dinero común, a base de corruptelas que ofenden a la mafia calabresa?

¿Tiene sentido que se apoye económicamente a la banca y a los banqueros con dinero público para que sigan especulando y beneficiándose?

¿Tiene sentido que los principales paganos de la crisis nacional y mundial sean los que menos culpa tienen en la quiebra del sistema?

¿Tiene sentido que los ejecutivos políticos, los legisladores parlamentarios y los jueces de las Audiencias sigan permitiendo las injusticias sociales reinantes?

Hay muchas enfermedades sociales crónicas más graves, señora viceconsejera, que tienen menos sentido y arruinan más las arcas del Estado. Mire hacia ellas, erradíquelas, y no meta la tijera en los tratamientos a pacientes crónicos, que bastante tienen ya con lo que tienen, ellos y sus familias.

Nos gustaría oír a la señora viceconsejera denunciar a sus compañeros políticos implicados en tramas de corrupción antes de oírla vincular a los enfermos crónicos con los ajustes presupuestarios.

Nos gustaría ver a la señora viceconsejera repetir sus palabras sin sonrojarse, en un foro con cancerosos, bronquíticos, diabéticos, hipertensos, infartados, artríticos, hemofílicos, asmáticos y epilépticos.

Nos gustaría que la viceconsejera de Asistencia Sanitaria de la Comunidad de Madrid tuviera algo más de respeto por los enfermos crónicos, y algunas dosis de gusto ético y estético al defender sus argumentos, en caso de que los tenga. Por ejemplo, una buena idea sería modificar la carga impositiva para que los enfermos crónicos millonarios pagaran los tratamientos de quienes no pueden llegar a fin de mes.

EL TREN DE LA INFANCIA

EL TREN DE LA INFANCIA

Un viaje en tren a Medina del Campo me ha llevado a los años de estraperlo, sabañones, dolor, cementerio y traje azul marino. Años de abandonar el desnutrido hogar familiar y marchar con la orfandad al hombro camino del colpicio, para restaurar en él penurias bajo la sombra amparadora de una acacia regada con lágrimas de infortunio en el patio central.

Idas y venidas, pasaporte en mano, a lomos de un cetáceo de hierro que esperaba sudando en la estación antes de dar un bufido anunciando su salida. Arranque lento, ceremonioso, entre quejidos de hierros y soplidos de vapor, previos al galope enloquecido sobre raíles, con un zarandeo que impedía la estabilidad a quienes recorrían sus entrañas revisando billetes para dar con los pícaros, y pidiendo carnets de identidad con la enseña policial detrás de la solapa, para trincar a “rojos” despistados.

Rodando hierro sobre hierro se acometían las trincheras tajadas en oteros, donde el ruido se hacía más ensordecedor como presagio de trueno y el ajetreo multiplicaba el estrépito, preludio de catástrofe. Todo el temor quedaba en la simple ceguera por la carbonilla que entraba en el compartimiento tiznando de puntos negros las camisas, cuando alguien se olvidaba subir la ventanilla, antes de introducirse la máquina en las fauces de la montaña a través del túnel arqueado con granito.


Soplaba y resoplaba el monstruo de acero en la planicie saludando con su columna de humo a los campesinos que agitaban pañuelos al viento asombrados de ver aquel prodigio trotar desenfrenado en la pradera, mientras ellos roturaban la tierra con yuntas de bueyes o recogían espigas en verano a golpe de hoz sobre las cañas.

Paradas interminables para calmar la sed del endriago. Incesante trasiego de viajeros. Asiento de tercera, con listones de madera que vareaban el cuerpo. Pan de hogaza con embutido, tortilla y torreznos compartidos a golpe de navaja, mientras pasaba de mano en mano alguna bota de vino, entre bromas, chascarrillos y anécdotas que amenizaban el viaje del huérfano cabizbajo en el camino de ida al colpicio, tornándose meses después en nerviosa celeridad del reloj al regresar esperanzado a la casa prometida de los abuelos.

CÉLULAS INCONTROLADAS

CÉLULAS INCONTROLADAS

Escribía Unamuno en su Diario íntimo: “Cuando uno está tísico evita su familia el decírselo y trata por todos los medios de engañarle para no decirle que le queda un año o unos meses de vida. ¿Son más cuatro, cinco, diez años, que uno? ¿No somos todos tísicos? Pocos piensan en que todos estamos condenados a muerte”. Haced con esta reflexión lo que mejor os parezca.

En tiempos bíblicos, el cáncer sería una plaga enviada por Dios para castigar anualmente a ocho millones de sus hijos e hijas por los pecados cometidos. Hoy, en cambio, sabemos que es un torpe certificado de defunción, firmado por unas células incontroladas que deciden crecer y multiplicarse de forma enloquecida, desafiando toda lógica y conculcando las leyes de reproducción celular.

Células incontroladas que van a su antojo paseándose por vasos linfáticos y sanguíneos, haciendo impunemente de las suyas, plantando el campamento base donde se les antoja sin solicitar permiso al propietario del terreno, arrasándolo todo como caballos de Atila, inoculando temores en los corazones afligidos y destilando lágrimas de impotencia en propios y extraños.

Células incontroladas que se agrupan en una masa amorfa llevándose por delante todo lo que encuentran a su paso y lo que está al borde del camino.

Células incontroladas que se reproducen más allá de lo razonable invadiendo los tejidos del huésped donde se alojan y el alma de quienes le rodean.

Células incontroladas que humillan la sabiduría humana, incapaz de dar con el líder de la manada escondido en la sangre, para llevarlas a todas al suicidio.

Células incontroladas que se cuelan de rondón en nuestras vidas sin que nadie las invite ni previo aviso de llegada, para amargarnos la fiesta de la vida.

Detestables células incontroladas que controlan caprichosamente nuestra vida y los sentimientos de las personas que amamos.

A quienes ya recibieron la visita desalentadora de tan repugnantes criaturas y fueron con dolor despedidos, vaya nuestro recuerdo inolvidable. A las personas que hoy conviven con ellas en silencio, enviamos nuestro apoyo solidario esperando que tales bichos sucumban a la radio-quimio. Y a los que estamos en la sala de espera nos queda la inevitable resignación de saber que si no vienen ellas a buscarnos, alguien se acercará a por nosotros.

Pero a todos los que aún estamos por aquí, envío el deseo de que tengamos un feliz tiempo de espera en este solidario sábado 4 de febrero en que celebramos la jornada mundial contra el cáncer.

¡ POR MANITÚ !

¡ POR MANITÚ !

Mí escribir con gran dolor dolor / y decir con decepción, / que no estar de acuerdo con tú, / por perder gran elección / sin aprender la lección. / Por dejarlo todo igual, / cuervo ingenuo no fumar, / la pipa de la paz con tú. / ¡Por manitú!

Comienza en Sevilla el 38 Congreso Federal del Partido Socialista Obrero Español de consecuencias imprevisibles para los militantes y decepcionate en los “preparativos” para los ciudadanos socialistas, que alimentan con sus votos el poder de los políticos de la rosa.

Amigos afiliados al partido desde lugares diferentes, me han hablado del silencio al que están siendo obligados dentro y fuera de las sedes, impuesto por la disciplina militante. Vale, pero no es mi caso, porque conservo intacta mi independencia y sigo creyendo después de cuarenta años en lo que no han creído quienes me miran de reojo.

Comienza el Congreso bajo el lema “La respuesta socialista”, atribuyéndose el partido un todo que no le pertenece, porque muchos socialistas que no militan en el partido, tal vez tengan respuestas diferentes a las que propongan en la reunión los socialistas de carnet, es decir, los profesionales del socialismo, patrimonializando una doctrina que comparten  más ciudadanos de los que se arrogan el patrocinio de la misma.

Me parecería más adecuado que el lema fuera “La respuesta del partido socialista” para que los socialistas de a pie que van por las esquinas predicando la ideología perdida en los escaños, no se vieran incluidos en las respuestas que den los socialistas con pedigree a ¿qué?

Esta es la pregunta inevitable: respuesta socialista ¿a qué? ¿Al nombramiento de un/a  Secretario/a General que nada tiene de nuevo/a? ¿Respuesta a la frustración que le espera a la facción perdedora del Congreso? ¿Al descontento de los votantes que están hartos de ver las mismas caras en los carteles? ¿Respuesta a una renovación que amenaza con no llegar nunca?¿Respuesta a la decepción de quienes llevan meses reclamando una oposición en el Parlamente mientras los dirigentes se han estado mirando al espejo intentando resolver sus problemas?

Lo que cantó Javier Krae hace años a Felipe, hoy puede tener un espacio en este partido socialmente acobardado y sin fuerzas para renoverse, al que los megaterios tienen atado y bien atado, impidiendo a miles de cuervos ingenuos fumarse la pipa de la paz con ellos, por no haber tenido “nada claro como acabar con el paro”, obligándoles a decir “Tú, mucho partido pero ¿es socialista, es obrero?”. Ciudadanos indignados con un partido incapaz de remangarse y coger por las solapas a banqueros, especuladores y politiqueros internos, externos y mediopensionistas.

Y envolviendo a todo ello, el gran esperpento que aglutina la continuidad. Esos espejos deformantes que don Ramón nos dejó en el callejón del gato, donde los profesionales de la política observan una realidad distorsionada que les lleva a degradar valores socialistas, mientras exponen sus entrañas en el escaparate de la plaza pública.

El empeño en verlo todo a través del espejo cóncavo irreal conduce a una galopante presbicia mental que cabalga hacia la nada ideológica, llevándose por el camino preciados valores que a todos pertenecen. Sabemos que el sardinero «apasionado del poder» como ha dicho alguien de la «casa» está inspirando su obra cumbre surrealista en este congreso al que muchos se han sumado pidiendo más salud, dinero y amor ¿para quién?, junto a la abogada de Esplugues nieta de un anarquista aragonés, maltratada injustamente por el periódico vocero de su opositor y calificada por Ibarra como «Zapatero con faldas».

VALOR MILITAR Y VALOR CIVIL

VALOR MILITAR Y VALOR CIVIL

Durante los cuarenta años de falsa paz impuesta por la dictadura, a los militares jóvenes descendientes de quienes combatieron a bayoneta calada en las trincheras de Brunete y del Ebro, – que no habían participado en guerra alguna -, se les «suponía el valor» en su hoja de servicios. Hoy los militares profesionales de todos los ejércitos parecen acreditar el valor con su presencia en  “guerras pacíficas” donde algunos pierden la vida.

Pero las guerras no hacen valerosas a las personas que en ella participan, siendo así que un ciudadano pacifista puede ser más valiente que otro belicista. Quiero decir que el valor no se adquiere en las guerras ni en academias militares, ni es patrimonio de los ejércitos profesionales. Un pueblo levantado en armas civiles tiene más valor que un ejercito con armas de guerra.

La técnica militar y la disciplina cuartelera no hacen a las personas más valientes que la entereza civil, siendo así que defiende mejor su independencia un pueblo libre sin capacidad de ataque, que otro armado carente de valor cívico, como le sucedió a los atenienses, hoy en desgracia.

Considero al valor cívico como verdadero valor y virtud del pueblo. Pueden los militares poner a prueba su arrojo en la guerra, pero el valor cívico que lleva a la rebeldía y a la revolución, tiene más fortaleza que el de los vehículos blindados y armas de larga distancia.

En los cuarteles no se enseña valor, sino disciplina, subordinación y obediencia. Y el valor militar no consiste en acudir a una guerra, sino en tener valor civil para evitarla. Por eso los conflictos bélicos me parecen actos de cobardía. Y por eso, igualmente, me parecen muy cobardes los caudillos que envían ciudadanos al matadero.

El valor militar se acredita con heridas, mutilaciones y muertes, haciendo a los soldados héroes a la fuerza. En cambio, el valor cívico consiste en dar la vida por la patria sin hacer que el enemigo la dé por la suya. El valor cívico consiste en desvivirse por la nación que se habita. Vencerse a sí mismo en la lucha diaria contra el pesimismo. Perseverar en la batalla por una sociedad más justa. Dominar tentaciones espurias que degeneran la condición humana. Combatir la mediocridad, el nepotismo y la incompetencia. En una palabra, participar en la guerra civil contra todo lo detestable que nos rodea.

El valor cívico consiste en sustituir a los seis soldados que izaron la bandera en la isla de Iwo Jima, por valientes civiles que levanten en nuestra sociedad la bandera de la justicia, la honradez y la solidaridad, como signo de victoria sobre la corrupción, el abuso la explotación y el engaño.