EXCOMUNIÓN SIN PERDÓN
El papa Juan XXIII decidió un día como hoy de 1962 excomulgar a Fidel Castro, alegando cuatro razones: declararse marxista-leninista, implantar el comunismo en Cuba, expulsar a 131 sacerdotes y cerrar las escuelas católicas implantadas en la isla por los colonizadores españoles.
Pero que nadie culpe al “papa bueno” de la expulsión de Castro del redil, porque fue Pío XII quien impuso la dura pena condenatoria del fuego eterno a los infieles que difundieran o practicaran el comunismo, consiguiendo, de forma tan sencilla, enviar a todo el rojerío mundial a la hoguera demoníaca.
Lleva Fidel Castro cincuenta y un años paseando por la isla caribeña con la excomunión a la espalda sin inmutarse, sabiendo que tiene garantizado el infierno, salvo que de morir sea indultado por Benedicto XVI, o que la Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe haga desaparecer las calderas de Pedro Botero de la doctrina católica, como borró el limbo de un plumazo, asegurando que era una simple hipótesis teológica, dejando la condenación de los no bautizados en manos de la misericordia divina.
Otra posibilidad de redimir a Castro de las llamas infernales es que su católico amigo Chávez interceda ante el diablo Bush, como llamó a don George desde la tribuna de la ONU, envuelto en el acre olor a azufre dejado el día anterior por el presidente americano.
Finalmente, a Fidel le queda la oportunidad de que la Virgen de la Caridad que se venera en el cubano Santuario del Cobre, interceda ante el beato Juan Pablo II, que la coronó personalmente el 24 de enero de 1998, durante su visita a la isla.